Como lo anticipamos, llegó la respuesta del alcalde capitalino, Marco Bonilla Mendoza, frente a los espectaculares de Cruz Pérez Cuéllar, presidente municipal de Ciudad Juárez, quien sigue ganando adeptos con su creciente popularidad en la frontera.
Ambos, Bonilla y Pérez Cuéllar, tienen la mirada puesta en la gubernatura de Chihuahua para 2027. El primero, por el PAN, y el segundo, por Morena. Pero más allá de sus diferencias ideológicas, lo que está claro es que ambos ya comenzaron a poner las piezas en movimiento con vistas a la contienda por el poder estatal.
Además de estos dos aspirantes, la lista de “tiradores” a la gubernatura sigue creciendo. Jesús Valenciano, presidente municipal de Delicias, ha comenzado a colocar espectaculares por todo el estado, mientras que la senadora Andrea Chávez también ha estado muy activa, demostrando su interés por participar en la disputa por el puesto más importante de la entidad.
En medio de esta “guerra de espectaculares”, se está librando una competencia mucho más subterránea: la construcción de estructuras de apoyo que, aunque mínimas ahora, podrían convertirse en poderosas fuerzas de influencia con el paso de los meses y los años. Se trata de movimientos discretos, pero bien orquestados, sobre todo en los fines de semana, cuando la movilización de los aspirantes por todo el estado se vuelve más evidente.
El proceso ha comenzado antes de lo que muchos imaginaban. La campaña anticipada comenzó un día después de las elecciones locales pasadas, y aunque algunos critiquen lo “temprano” de los tiempos, los actores políticos están tomando la delantera. Es cierto que las campañas adelantadas pueden parecer prematuras, pero en un escenario político tan competido, dejar pasar el tiempo no es una opción.
Ayer, Bonilla dio el primer golpe mediático en este contexto con el lanzamiento de una campaña digital en redes sociales, utilizando un enunciado gráfico que reza “Bonilla es Chihuahua”. La frase, aunque no tiene autoría clara y se maneja de forma anónima en las redes, se vincula a la famosa canción “Corrido de Chihuahua”, lo que le da un tinte regionalista que podría conectar con el sentimiento popular. Aunque en un principio esta campaña parece ser interna, gestionada por los servidores públicos municipales de Chihuahua capital, lo cierto es que el formato digital tiene una naturaleza expansiva y pronto estará en todas partes.
Este es solo el inicio de lo que será un desfile de campañas anticipadas, disfrazadas de “activismo social” o “trabajo territorial”. Y es que, como ocurre siempre en política, cuando los actores sienten que la contienda ya se ha desatado, es casi imposible detener la maquinaria mediática y de marketing que se pone en marcha. Y si algo está claro, es que las campañas “disfrazadas” que empezamos a ver no son más que el primer paso de lo que vendrá en los próximos meses.
El panorama está listo para que los aspirantes a la gubernatura de 2027 se enfrenten en una guerra de estrategias, imágenes y promesas. Ya sea con espectaculares, en redes sociales o con movilizaciones en las comunidades, todos buscan posicionarse y construir el capital político necesario para cuando llegue el momento decisivo.
Es solo el comienzo, y seguramente, con el paso de los meses, veremos multiplicarse este tipo de campañas, tanto las visibles como las soterradas. Bonilla, Pérez Cuéllar y los demás aspirantes saben que el tiempo es oro en la política, y la carrera hacia la gubernatura ya está en marcha. Tiempo al tiempo, como se dice en el argot político, que solo el futuro decidirá quién se quedará con la corona de Chihuahua.
La Reaparición de Gabriel Díaz Negrete y sus Proyectos Desafiantes
A menos de 15 días de haber dejado la dirigencia estatal del PAN, Gabriel Díaz Negrete, conocido en el círculo político como “El Gabo”, ha reaparecido en los medios con nuevos proyectos políticos. Sin embargo, su regreso está marcado por la sombra de un fracaso reciente y la difícil tarea de reconstruir su imagen en un panorama cada vez más competitivo.
El Gabo, como prefieren llamarlo sus allegados, se quedó sin “Juan y sin la gallina”. En pocas palabras, perdió las dos principales batallas políticas en las que estaba involucrado. Primero, le fue negada la reelección como presidente del PAN en Chihuahua, un revés significativo que puso en entredicho su liderazgo dentro del partido. Y segundo, no alcanzó el porcentaje necesario para una diputación federal plurinominal, lo que lo dejó fuera de la próxima legislatura y sin un cargo que lo mantuviera en la escena pública.
El principal error de Gabriel Díaz Negrete fue haberle prometido a la gobernadora, Maru Campos, que en las elecciones recientes Acción Nacional lograría un “carro completo”, es decir, una victoria en todas las alcaldías y diputaciones, con excepción quizás de alguna “abolladura” en Ciudad Juárez. Sin embargo, la noche de las elecciones la realidad fue otra. Mientras el Gabo proclamaba una victoria arrasadora para el PAN, horas después los resultados demostraron lo contrario: el partido sufrió una derrota estrepitosa, especialmente en los municipios clave y, sobre todo, en Ciudad Juárez, donde la “aplanadora guinda” del Morena pasó por encima de la estructura panista.
El desgaste fue evidente. Al principio, Díaz Negrete se mostró confiado, pero la rápida caída en los resultados lo dejó sin palabras. El hecho de que no haya salido a reconocer la derrota, ni a dar explicaciones claras, dejó una impresión negativa. Los “pequeños pecados” en la política, como los errores de cálculo o las promesas incumplidas, no se perdonan fácilmente, y el Gabo ahora se enfrenta a la difícil tarea de reconstruir su imagen.
Ahora, después de su paso por la dirigencia estatal, Gabriel Díaz Negrete vuelve a la palestra con declaraciones optimistas sobre el futuro de Acción Nacional. Asegura que el partido tiene grandes posibilidades de recuperar terreno y que está listo para una victoria contundente. Sin embargo, el principal problema que enfrenta es la falta de credibilidad. En política, la confianza se construye con hechos, no con promesas vacías, y en este momento, su discurso no tiene el mismo impacto que antes.
La pregunta que queda en el aire es si Díaz Negrete podrá, o no, reinventarse y recuperar la confianza de su partido y de los ciudadanos. Los proyectos que ahora anuncia tendrán que ser acompañados de acciones concretas, porque, por lo pronto, sus palabras no son suficientes para borrar el descalabro electoral que sufrió bajo su liderazgo.
Así las cosas, el exdirigente panista se encuentra en una encrucijada: o logra recuperar su imagen mediante un trabajo serio y efectivo, o será otro político que quedó atrapado por sus propios errores y promesas incumplidas. El tiempo, como siempre en política, será el juez más severo.
La Tensión Diplomática por las Afirmaciones de Ken Salazar
Vaya que el mensaje del presidente Donald Trump, o mejor dicho, de su embajador en México, Ken Salazar, llegó rápidamente al país. Y no precisamente en términos diplomáticos amables. En una reciente declaración, Salazar expuso, con tono firme y contundente, que el expresidente Andrés Manuel López Obrador no aceptó la ayuda económica, la información ni la inteligencia de los Estados Unidos para combatir el crimen organizado. Pero lo que realmente llamó la atención fue su juicio sobre la estrategia del “abrazos no balazos”, a la que calificó como un “total fracaso”.
Además, en una clara alusión a López Obrador, el embajador de Estados Unidos dejó entrever que el anterior presidente “protecciónó” a los carteles mexicanos, algo que no solo resalta las tensiones entre ambas naciones, sino que pone en entredicho el manejo que la administración de la Cuarta Transformación ha tenido sobre la seguridad en el país.
El golpe fue duro, pero lo fue aún más la respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien intentó desligarse del asunto apelando a la independencia y soberanía de México, buscando desactivar lo que ya se había convertido en una bomba diplomática. Sin embargo, las declaraciones de Salazar, y especialmente el respaldo explícito del Departamento de Estado estadounidense, han hecho que el mensaje no se diluya. No bastó la defensa de la soberanía nacional para contrarrestar la gravedad de lo expuesto.
Este incidente pone en evidencia una tensión que va más allá de la política interna de México. El gobierno de Estados Unidos ya había manifestado preocupaciones previas, como su rechazo al debilitamiento del Poder Judicial en México, señalando que tal rumbo no solo era peligroso para la democracia, sino también para las inversiones extranjeras. Las autoridades mexicanas no prestaron mucha atención a esas advertencias, pero hoy el tono del reclamo ha escalado a algo mucho más serio: una acusación directa sobre la protección a los carteles de la droga.
¿Qué sigue ahora? Pues, lamentablemente, poco parece apuntar a un desenlace rápido o fácil. Las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos, dos naciones interdependientes, atraviesan un momento de alta tensión, y los errores de la administración de la Cuarta Transformación no solo tendrán repercusiones en términos de política interna, sino que los mexicanos, como siempre, terminaremos pagando las consecuencias.
Lo que resulta particularmente preocupante es el paralelismo que, aunque en direcciones opuestas, existe entre el radicalismo de Trump y el de la administración de López Obrador. Ambos, en su afán por imponer visiones unilaterales y polarizantes, han hecho que el terreno de la diplomacia se vuelva un campo de batalla. En Estados Unidos, Trump representa la retórica agresiva y nacionalista; en México, el presidente López Obrador ha basado su política en confrontar a los poderes establecidos, sin mostrar una gran disposición al diálogo.
Así que, en medio de esta confrontación, la pregunta es: ¿realmente hay espacio para la diplomacia, o estamos ante una nueva era de tensiones entre dos de los países más cercanos, pero a la vez más distantes, de todo el continente?
De momento, lo único cierto es que la acusación de los Estados Unidos ha puesto a México en una situación incómoda, y el desgaste que traerá consigo esta escalada, sin duda, afectará el futuro político y económico de la nación. Como siempre en política, los errores de uno repercuten en todos, y esta es una crisis que los mexicanos, querámoslo o no, tendremos que enfrentar.