El caso de Arnaldo, el SOS del gobierno

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Crónica/LURO VERUM

Por: Rafael Navarro Barrón

Arnaldo Aguirre, es su nombre real, no es ficticio ni forma parte de un entramado periodístico-literario. Es un joven alto, de una avanzada calvicie. Los pelitos frontales están perdiendo la batalla al prematuro ataque de alopecia que llegó antes de los 35 años.
Y a la penosa caída del cabello, que desmitificó el poder del Tío Nacho, hay que agregarle el estrés del desempleo y la numerosa familia que dice tener. Él dice que son muchos, pero en realidad son dos hijos y su esposa.
Detrás del cubrebocas, el seguidor de Maru Campos se quedó sin oportunidad de entrar en la primera camada de servidores públicos porque no supo con quién ir, a quién dirigirse. Creyó que el WhastsApp era la lámpara de Aladino y que un día sonaría el ‘clic’ del sonido que le tiene puesto para indicarle en qué área gubernamental tenía que presentarse.

Los políticos cuando llegan al poder ya no atienden a los ciudadanos, así son todos.

Los activistas que condujeron la elección en Juárez ya no le contestan el teléfono. Cuando lo ven en las oficinas públicas lo miran como un apestado. Le dan los buenos días, las buenas tardes…un ‘hola’ fingido; las secretarias están incómodas con el joven panista que se presenta a todas horas, se sientan en las antesalas y mueve insistentemente la pierna. No es un tic, es la ansiedad de no tener empleo.
Las garrochas que tiene como piernas a veces estorban el paso de los que sí están citados a las oficinas que hace unos días estrenaron jefes.
Arnaldo ocupa un lugar desde las 8:30 de la mañana en espera del funcionario. La secretaria ya le dijo que “el licenciado posiblemente se tarde” y la pregunta incómoda, que taladra la mente: “¿tiene cita?”. La explicación quiere salir de la boca del joven desempleado, pero no sale.
Más bien expresa una explicación tan reburujada que la secretaria termina por perder la paciencia y pedirle que regrese otro día, que le deje su número de teléfono o que regrese más tarde.
“Pinche suerte”, dice entre dientes el desempleado.
Los muy culeros funcionarios reciben el mensaje de Arnaldo en su celular y lo dejan en ‘visto’. Uno tras otro se acumulan en la cajita del funcionario, “lic buenos días”, “lic buenas tardes”, “lic alguna noticia?” y ninguno es respondido.
El joven es torpe al caminar, por la altura. 1.80, la medida de un jugador de basquetbol, pero Arnaldo confiesa que nunca jugó ningún deporte. Los zapatos están raspados de las puntas; los que lleva el viernes son muy puntiagudos de un color café con leche que apenas combinan con el pantalón gris que lleva puesto.
“Espero todos los días a que el WhatsApp suene y nada”, comenta Arnaldo cargando en su mano derecha una carpeta forrada de vinil negro donde lleva un puñado de solicitudes de empleo, otros tantos currículos, tarjetitas que tienen sus datos resumidos, su teléfono y un email.
Yo estoy de pie, frente a él. Iniciamos la conversación porque pregunté que estaba ocurriendo en el auditorio. “Es una reunión de Educación. Adentro está el secretario”, responde Arnaldo que ya se sabe el teje y maneje de las oficinas de gobierno por los días de antesala.


Efectivamente, Javier González Mocken encabeza la reunión de Seech y escucha con mucha paciencia a un viejo maestro que habla como todo un erudito de la educación. Su mensaje se puede oír hasta el exterior, pero nadie le aplaude porque es subversivo, aunque al final termina con la frase: “independientemente de mis comentarios, estoy con ustedes al 100 por ciento”.
Arnaldo trabajó de mesero en la Nueva Central, pero se dio cuenta que los Yepo son una familia explotadora, abusona, enriquecida con el éxito de sus restaurantes y están llenos de demandas laborales porque el descendiente del dueño es un tirano abusón que hace ver su suerte a los jóvenes que contrata.
Desearía Arnaldo estar en la línea de clientes que se agolpa a todas horas afuera de la Nueva Central, sucursal Tecnológico. Está hambriento, pero gracias a la vestimenta que lleva puesta logró colarse al coffee breake que está al servicio de los empleados de Educación y se botaneó unas galletas sándwich y un cafecito.
Confiesa con mucha soltura que le quedan 80 pesos en la bolsa, pero no los puede gastar porque es su boleto de regreso a casa. En un Didi.
Recuerda la epopeya de la Nueva Central. El hijo del dueño “me decía que me veía muy grande para ser mesero”. Hasta con mi calva se metió el infeliz, dice el desempleado que probó también suerte en los Smart, como resurtidor nocturno. De allí no tiene queja, pero el sueldo mata hasta el más hambriento de los juarenses y menos cuando se tiene una familia que alimentar.
Es viernes 22 de octubre. Arnaldo llegó a las oficinas de gobierno para hablar con un ‘licenciado’ que trabaja en Gobernación. Me dijo que era muy amigo del diputado Mario Vázquez.

Se comprometió a hablar con el ex líder del PAN estatal de su caso. Le pedí que le ensañara las fotografías que le entregué en el USB. Con Maru en una colonia; con Maru en otra colonia; con Maru en una plaza pública; con Maru en un crucero; con Maru en una reunión con activistas del PAN; con Maru comiendo en la colonia Campesina; con Maru entregando enseres en Praderas del Sur; con Maru en un recorrido por el fraccionamiento las Acequias.
No hay duda de su activismo, de su casi religiosa entrega a las causas de la política. Además el joven no es cualquier improvisado. Tiene una ingeniería trunca en la Uacj. Alguien le dijo que Mario Vázquez es ingeniero, quizá eso valga; quizá tomen en cuenta las madrizas que se puso en campo cuidando los colores del PAN el día de la elección.
Antes de la debacle panista en la frontera, muchos meses antes, la esposa de Arnaldo era empleada de Desarrollo Social del Municipio hasta que Laura Domínguez se dio cuenta que la mujer era panista.
Por lo que respecta a Arnaldo, trabajaba con un ex compañero de la universidad en un negocio de impresión de lonas, pero tuvo que cerrar sus puertas a causa de la pandemia y ya no se abrió.

Laura Domínguez, ex titular de Desarrollo Social.

La mujer de Arnaldo aún recuerda a Laura Domínguez, una mujer sobrada, prepotente, mamona, que confabuló con unos familiares de los Cabada y, literalmente, dirigían a su antojo la dirección de Desarrollo Social. Tiranía pura. Nepotismo.
Allí todo era transa, revela el joven desempleado; las despensas se echaban a perder, las compraban a sobre precio y las ofrecían solo a los grupos que apoyaban al alcalde.
Eso lo supo la mujer de Arnaldo y por eso la corrieron. Luego se vino como en cascada, el problema social del país, la pandemia, el cierre de negocios y las campañas políticas.
“Ya casi duermo aquí”, me dice en la antesala del auditorio de las oficinas estatales. El ‘lic’ de Gobernación lo trae a vueltas y vueltas. Cuando ve a Arnaldo le dice “dame unos minutos” y, prácticamente huye, se esconde, no da la cara. “Es culito”, dice el desempleado.
Yo lo estoy cazando. Un día me dijo “voy a subir a firmar unos papeles y luego te marco por teléfono para decirte a qué oficina te acerques”. Entonces lo empecé a seguir. Cuando iba saliendo en su coche del estacionamiento me le puse al frente y no tuvo otro remedio que bajar el vidrio.
Iba fumando un cigarro electrónico. El muy mamón echaba el humo por un lado de la boca. Entonces le dijo a Arnaldo que por qué le mentía. Y el fulano se enojó.
Para arreglar las cosas, le dijo al joven que no se fuera, que iba a regresar rápido de una reunión urgente pero la historia ya se conoce. No regresó nunca.
Este día parece que la suerte le ha cambiado. Una persona que acompaña al ingeniero Maurilio Fuentes, el nuevo subsecretario de Educación, lo ha identificado. Le preguntó inmediatamente ¿ya te acomodaste?
Arnaldo inmediatamente le dijo que no, que lo traen a vueltas y vueltas. El acompañante del ingeniero Fuentes movió la cabeza y dijo: “así son estos cabrones”.
Le dijo que no se moviera de allí, por eso Arnaldo se acomodó en un sillón que se ubica en la entrada de auditorio. Adentro aún está a toda máquina la reunión de los Servicios Educativos del Estado de Chihuahua.
Su nueva esperanza ha regresado por él. Es el mismo joven que lo abordó hace unos pocos minutos. ¿Cómo te llamas? Arnaldo, respondió inmediatamente. “vente, vamos a hablar con la persona indicada”.
Arnaldo y sus 80 pesos caminan por los pasillos del pueblito mexicano; Arnaldo y sus pelitos en la cabeza van a un nuevo destino; Arnaldo y sus paseados currículos por fin tendrán un destinatario agradecido con el activista de Maru.
Cree que ahora si tienen sentido los días asoleados con Maru y sin Maru. Es viernes y llegará a casa con una razón que con gusto dará a su esposa que ya tiene días faltándole al respeto, diciéndole que “tiene miedo hablar con los jefes”, “que nada más se hace tonto en las oficinas, que no exige, que no se hace valer”…y, cuando está enojada, que es muy pendejo.
Total, cosas de la vida. Asuntos de la política.