La última visita del presidente

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LURO VERUM

Por Rafael Navarro Barrón

La tarde cae en sobre la frontera. Un hombre joven, vestido de ‘santa’, montado en un traje azul, baila en el camellón para promocionar un negocio de Telcel que está a un costado de Tecnológico de Ciudad Juárez. Lleva una flecha enorme en sus manos apuntando hacia la negociación del hombre más rico de México.
Decenas de agentes de seguridad, custodiados por policías viales del municipio, vigilan al presidente López Obrador y a la gobernadora Maru Campos; la bendición de la seguridad y la movilidad, en una ciudad secuestrada por tanto embotellamiento, cae también sobre el séquito de funcionarios públicos que los acompañan en las modernas camionetas blindadas.
Unos minutos antes, en el salón de usos múltiples del Tec de Juárez, el presidente anunció la regularización de 119 mil vehículos chocolate en Chihuahua; mientras, el joven de traje azul que baila para Telcel, se desvive por los clientes. Lleva unos zapatos de vestir debajo del traje.

FOTO TOMADO DE LA OPCIÓN

El tiempo de aquel joven concluye como ‘anuncio humano’ poco después de que el presidente habló, habló y habló en el inmueble del Tec de Chihuahua, allí donde estudió su superdelegado, Juan Carlos Loera ahora loado por su patrón porque “tiene civilidad política” al permitirse convivir con Maru Campos, a quien atacó y desdibujó durante la campaña a gobernador que fue ganada por la panista.
El presidente también tuvo palabras para el alcalde de la ciudad: “Aprovecho también para dejarle un saludo a Cruz Pérez Cuéllar, presidente municipal, que lo estimamos mucho”. Antes había catalogado al ex panista como “un buen presidente municipal”.


Luego refirió a su alfil más preciado, al súper delegado “Juan Carlos Loera, que está aquí también con nosotros. Ven. Miren lo que es la verdadera civilidad política, la verdadera urbanidad política, la madurez. Ven. La responsabilidad.
Fueron adversarios y miren, por Chihuahua”.
Ese día las sonrisas no son cubiertas por los escudos contra el Covid, por eso Maru y Juan Carlos sonríen hasta con los ojos, están como apenados y contentos. Y como muestra de buena voluntad, a petición del ‘abuelito’, se dan puñito.
Concluido el evento, el joven vestido de santa azul se retira bailando, camino a su vehículo, que se ubica en el estacionamiento del negocio de Telcel.
Es un joven ordinario. Es más que obvio que no está contento con su empleo, pero no hay más. Qué poca madre de país. A este hombre que pasaría perfectamente por un ejecutivo de los grandes negocios financieros, le falta vida en su alma.
En el fondo, el milagro de ‘santa’ para su vida, es llevar puesto su disfraz para que nadie lo distinga. Creo que sería vergonzoso que los amigos, la familia, los adversarios naturales que todos tenemos, los vecinos que son muy hojaldres, se fijaran en él y después lo denigraran en el face.
Es la realidad de nuestra tierra, de nuestro México. Ese joven no se siente motivado para llegar a casa y platicarle a su madre o quizá a su esposa y a sus hijos los altibajos de su empleo. No. Está molesto con lo que hace, con la vida, con su suerte.
Imaginen llegar a casa y decirle a sus hijos: “hoy bailé vestido de santa frente a López Obrador; moví las nalgas para motivar al presidente a comprar un celular Telcel de cuarta generación, con cámaras traseras con más megapíxeles que polución sobre los cielos de Juárez”.
Y este desconocido no puede participar en Jóvenes Construyendo el Futuro, ni en Sembrando Vidas porque seguramente en su casa hay más cemento que tierra que producir. No encaja en ningún programa de ayuda social que tiene el gobierno.


La sexta gira de López Obrador por Chihuahua es genial, porque ya no tiene que estar aguantando al bipolar huevón de Javier Corral y ahora disfruta de una gobernadora que sonríe a cada momento, que disfruta de la política y que rompió la atadura partidista para establecer el principio de la gobernabilidad, que no tiene partido.
La inteligencia política de la maestra Campos espetó a los oídos del presidente un discurso que fue elogiado en los medios nacionales.
En breves minutos, la ex alcaldesa de Chihuahua secuestró el ideario de López Obrador y en una mezcla entre política, historia, geografía y actualidad económica, logró emocionar al presidente con su discurso. El presidente se vio obligado a utilizar las frases de la gobernadora panista en los consiguientes piezas oratorias.
Por la mañana, en Chihuahua, en los terrenos de la Quinta Zona Militar, el presidente organizo un despliegue informativo para mostrarle a México los indicadores delictivos del Estado de Chihuahua. Maru Campos obtuvo una estrellita en la frente. Todo a la baja.
Pero el presidente es el presidente. Como la famosísima fábula del sapo y el alacrán. La historia termina con una frase lastimosa, que deja una enorme moraleja en la mente de quien la explica y quien la recibe.
“Discúlpame, amigo sapo, no quise, pero no pude evitarlo, esa es mi naturaleza; no puedo controlarlo…”.
Y allí estaba López Obrador y su naturaleza, convencido de las palabras de María Eugenia Campos Galván, que minutos antes había referido que “se acabó la corrupción, se acabó la discrecionalidad y hoy la transparencia vive en Chihuahua, pero lo más importante es que hoy con esta nueva relación se van a atender las prioridades de la gente”.
La acometida del gobernante mexicano, llegó cuando debía de llegar. Ya no habló de Juárez y su estancia de dos años en el Estado de Chihuahua, tema abordado en la rueda de prensa; se olvidó del cura Hidalgo cuya relatoría de su muerte y la crueldad de la decapitación del padre de la patria y su posterior exhibición de la extremidad cráneo encefálica del sacerdote rebelde.
Ahora era el turno de César Duarte, a quien pasó de lado porque es un corrupto acreditado; en el discurso, sin nombrarlo refirió la corrupción de José Reyes Baeza Terrazas, a quien trae de encargo.


Un mensaje perfectamente bien cifrado del presidente a través de la Secretaría de la Función Pública, de la Unidad de Inteligencia Financiera y de la Fiscalía General de la República, obstaculizaron los afanes políticos del priista, sobrino de Fernando Baeza, las ‘orgullosas glorias de Delicias’, pero un par de lacras, según la visión del presidente AMLO.
El desastroso paso de Reyes Baeza por el Fovissste y luego por el Issste, desde donde se gestara la estafa maestra; su tránsito por el estado de Chihuahua, como gobernador, en los peores tiempos de la narcopolítica, callaron al ex gobernador y le recordaron que el “poder no tiene contrapeso”.
AMLO y el tiempo acabaron con el grupo Baeza que en estos momentos se levanta como un mito que intentó revivir, por conveniencia, Javier Corral en aquel consejo de ex gobernadores que parecía, más que otra cosa, una reunión convictos.
La pieza de oratoria del presidente de la república fue contundente: “Aquí en Chihuahua celebro que la gobernadora esté hablando del combate a la corrupción, porque eso ha afectado mucho a Chihuahua, mucha corrupción en este estado, se han dedicado a saquear el estado de Chihuahua, no en tiempos recientes, ya lleva décadas el saqueo en Chihuahua.
Entonces, ya basta de la corrupción en todo el país”.
Los datos de López Obrador contra los corruptos del pasado chihuahuense están en uno de los tantos archivos de Palacio Nacional donde se guardan también las estacas con las que se clavan a los muertos que se intentan levantar como zombis y presentarse socialmente como políticos impolutos.
Obviamente, la patética carrera de Patricio Martínez no queda impune en la mente de López Obrador que conoce a detalle, no solo los rumores, no solo los comentarios vertidos en las cientos de páginas escritas por el activista político de izquierda Jaime García Chávez, sino la realidad de lo ocurrido en aquel sexenio de saqueo.
Muchas historias se entretejieron en la sexta y última visita del 2021 del gobernante mexicano que, en un acto de exageración, señaló que conoce los 67 municipios del Estado. Una mentira pequeña, pero que se permite en una vida de exageración que va a quedar para la historia de la presidencia de la república.

FOTO DE TIEMPO

Al final, los burritos de Villa Ahumada. Ni más ni menos que en el mejor restaurante de la ciudad, ‘El Paisano’. Allí, frente a las cámaras, Maru degustando la variedad de frijoles con asadero y el presidente recetándose uno de carne asada.
Porque así somos en Chihuahua, la tierra de nobleza, la entidad de los valientes, el estado grande de los leales…sin contar a los malnacidos corruptos que no faltan a ninguna elección y que, a veces, llegan a ser gobernadores, como los citados por el presidente.