Marco Bonilla y la Ciudad Esmeralda

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CRÓNICA

Por Rafael Navarro

Cuando a Marco Bonilla -el alcalde de Chihuahua- le pega el sol en el rostro, cierra los ojos y parece un oriental de piel blanca; mide 1.80 metros de estatura, a veces se ve medio encorvado, pese a sus 41 años recién cumplidos en agosto.
Ahora que es precandidato al gobierno del Estado, por el PAN y posiblemente por el PRI, tiene que subir los bonos políticos en las ciudades donde no lo conocen, Ciudad Juárez es una de esas urbes, la más importante de la entidad, porque aquí nos encontramos el 40% de los votantes.
Los mismos panistas dicen que no hay otro en el camino: Jesús Valenciano, el edil de Delicias, no prendió, dejó de verse; César Jáuregui, el fiscal general del Estado, buscará la alcaldía de Chihuahua…
Por eso bonilla ha dejado de usar gafas, para verse más jovial y llegar a los futuros votantes. Ha creado el programa ‘Alcalde en tu Universidad’ y vino a Juárez a presumir la capital del Estado.


En su visión ‘chihuahuita’, presume, presume, presume la urbe que gobierna, pero nunca aclara que la capital esta hermosa, limpia y ordenada; llena de vialidades y lugares de ensueño, por la forma vil y perversa en que los gobernantes en turno tratan a la frontera, negándole recursos y desarrollo.
Los dos únicos gobernadores emanados de Ciudad Juárez en el tiempo presente, Francisco Barrio y Javier Corral, dieron la espalda a la ciudad que los abrazó como políticos; Patricio Martínez, José Reyes Baeza y Maru Campos, primero fueron alcaldes de Chihuahua y luego titulares del poder ejecutivo.
Los dos primeros ignoraron a Ciudad Juárez, la gober Maru está muy ausente, pero puede enderesar el camino. Le han negado el derecho de crecer…eso no lo sabe el alcalde de Chihuahua, como tampoco sabe, la enorme corrupción que ha habido en las diferentes administraciones municipales.
Bonilla habla y domina el tema de lo que es una ciudad de más de un millón de habitantes, como es la capital del Estado. El evento con autoridades estatales y educativas, registrado el viernes en la Universidad Tecnológica de Ciudad Juárez, se prolongó sustantivamente, porque el alcalde estaba encanchado, motivado e inspirado.


Pero el mismo sentimiento, no era el de su vocero y principal sensey, Nacho Dávila, que sufrió las consecuencias del tiempo que se alargaba y se alargaba y ponía en crisis una agenda prevista hasta la noche del viernes. El sábado, por la mañana, el alcalde de Chihuahua sería testigo de la carretera a la capital, llena de baches, de gente molesta, irritada por las ponchaduras que causan los hoyancos.
Los ciudadanos pasan por la mal llamada súper carretera mentándole la madre a los gobiernos inútiles, que ponen en riesgo a la ciudadanía que gobiernan.
La caravana de la capital, compuesta por dos pickups, una Suburban dorada blindada del alcalde, recorrieron las calles juarenses y se dieron cuenta de la jodidez, de la realidad de nuestro entorno, de lo que es el suroriente de la ciudad, pura jodidez.
Por eso Bonilla tiene mucho que decir, mientras el angustiado Nacho Dávila, dos veces reconvino al alcalde, “señor, ya no tenemos tiempo”, dijo al oído de Marco Bonilla. Pero el edil de Chihuahua no había llegado a su momento estelar.
El rostro de Dávila era como el de un hombre urgido de una botella Pepto-Bismol, una Tums, un buche de bicarbonato de sodio; Nacho el angustiada busca entre el nutrido público los ojos de alguien que lo comprenda; y los encuentra en el jefe de seguridad del ‘señor’. Notoriamente levanta los ojos, descomponiendo aún más su rostro, parece decirle al guarura “es tarde y Marco no me hace caso”.
Y Dávila rumiaba por aquí, rumiaba por allá. En un intervalo de tiempo que se volvía eterno. Fue entonces que se le ocurrió enviar a otro del equipo, a sugerirle al alcalde que ya terminara la exposición. No dio resultado. No funcionó la indicación indirecta del sensey Dávila.
Su rostro se arrugó desmesuradamente, como cuando una indigestión está a flor de piel. Y no había Pepto-Bismol ni ningún otro antiácido que ayudara al funcionario.
Pero allí estaba Marco Bonilla Mendoza, en su momento. Sin lentes luce más joven frente a un auditorio de estudiantes de la UTCJ que descubre que los políticos también dicen malas palabras.
En el acto protocolario, el alcalde, las autoridades universitarias y los testigos de honor, firmaron un convenio para que los egresados de esa institución puedan realizar su servicio social en la urbe mágica de la Esmeralda, como concibe el político a la ciudad de Chihuahua.

Ni siquiera hay que dudar que el joven alcalde de Chihuahua es el ungido, el que luchará en la futura elección por mantener al PAN en el poder estatal, el que seguramente tendrá que competir contra la poderosa estructura morenista y uno de sus tres posibles candidatos: Cruz Pérez Cuéllar, Andrea Chávez y Ariadna Montiel.
Para convalidar el mensaje y el preso del precandidato, en la mesa de honor, junto a Bonilla Mendoza, está sentada la plana mayor del gobierno estatal y la diputada Xóchitl Contreras, la única candidata ganadora en la pasada elección.
De izquierda a derecha, los convidados son: el aliado de la UTCJ, el empresario Gerardo Iván Lara Rendón; luego el subsecretario de Educación Media Superior y Superior, el ex diputado Guillermo Márquez Lizalde; le sigue el doctor Oscar Ibáñez, representante de Maru Campos en Ciudad Juárez; el anfitrión del evento, el rector de la UTCJ, Carlos Ortiz; Xóchitl Contreras, la única dama en el presídium y el ingeniero Maurilio Fuentes, subsecretario de Educación en la zona norte.


Es el acto de Bonilla, que ese día llegó con la espada desenvainada. Tiene el dato de que el alcalde de Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, ha estado en ese mismo gimnasio de la UTCJ, en tres o cuatro ocasiones; una de ellas invitado para inaugurar los juegos y eventos culturales de los sindicalizados; las otras tres para firmar convenios.
Frente a un Instituto Nacional Electoral deshuevado, en un país donde se vale de todo, aunque se viole la ley electoral, no hay consecuencia alguna frente a los actos anticipados de campaña.
Los alcaldes están en lo suyo. A casi tres años de distancia, compiten desde ya por la gubernatura estatal; el de Chihuahua tapiza Ciudad Juárez de espectaculares utilizando una supuesta entrevista en una de las tantas revistas ‘patito’ que hay en el Estado de Chihuahua, Pro-Chihuahua, se llama el mamotreto.
El alcalde de Juárez hace lo mismo en Chihuahua, va y tapiza de espectaculares, igual, con el contenido de otra revista ‘temporalera’, que nadie lee, pero que sirve para los fines políticos.


Los dos se pican el ombligo, por eso, los partidos que los representan no pueden protestar, porque “a puñaladas iguales, llorar es de cobardes”.
Pero la visita de Bonilla, su diálogo frente a los estudiantes no tiene censura alguna:
Literalmente, el alcalde de Chihuahua vino a la metrópoli juarense a ‘comer pan delante de los hambrientos’. Mostró a la capital del Estado como la ciudad Esmeralda -del libro el Mago de Oz- y reflexionó en torno a esta frontera. Textualmente dijo que si una urbe, como la nuestra, tiene “llantas tiradas en las calles, suciedad y montones de tierra en los camellones es porque el administrador no está funcionando”.
Evidentemente el que no funciona es Cruz Pérez Cuéllar, su adversario político, que es el centro de atención de propios y extraños; que está en la cima numérica en cuanto los alcaldes mejor evaluados de México y que es el enemigo a vencer, dentro de Morena y fuera del partido gobernante.
Bonilla no se quedó en ese simple comentario: presentó el video de la icónica ancianita, gritando en contra de la 4T y sus mentiras y otro más, el de René Bejarano, ‘el señor de las ligas’, recibiendo dinero del empresario Carlos Ahumada, cuando el político morenista era miembro de la Asamblea Legislativa en el 2003.


Después de 2.5 horas de estar sentados en el auditorio, la inquietud llegó a propios y extraños. El carismático acalde de Chihuahua está a punto de ocasionarle un infarto al miocardio a su jefe de Comunicación Social, Nacho Dávila que gustoso estaría de empinarse urgentemente la botella de Pepto-Bismol, porque nadie le obedece.
“Ya levanta tus cosas porque nos vamos…”, le pide a una mujer del área de comunicación social que está pegada a una laptop desde que empezó el evento. Lo mira, baja nuevamente la cabeza y sigue en su lugar, porque el alcalde sigue hablando.
El rostro de Nacho se descompone aún más. Lleva un traje gris, el seño fruncido, la barba crecida y como que regurgita el desayuno tempranero; su estómago no resiste un minuto más…y Bonilla sigue hablando.
Ya para ese entonces la gente se distrae con el teléfono celular. Maurilio Fuentes y Xóchitl Contreras, uno a un lado de la otra, están metidos en sus redes sociales, pero se levantan como empujados con resorte cuando escuchan el aplauso final y… ¡otra vez!, por cuarta ocasión, el presídium, de pie, le da un abrazo a Bonilla, porque ha terminado su discurso. Marco está en campaña y con la espada desenvainada…
Es la cuarta o quinta ocasión que el alcalde chihuahuita visita Ciudad Juárez. Lo hace en calidad de precandidato al gobierno de Chihuahua. Es la carta más fuerte del PAN y del PRI y promete que regresará para mantenerse en la competencia política.
Los invitados de honor salen del lugar, sonrientes, animados por la presencia del alcalde Bonilla, mientras una nube de comunicadores, de periodistas y de curiosos, rodean a Marco Bonilla que lleva puesto un chaleco negro que le regalaron en el territorio de los Toros Bravos de la UTCJ…
Y fue así, como el joven político, que era un bebé de tres años cuando el Verano Caliente de 1986; un niño de dos años cuando el Sismo de 1985 y la caída de Oscar Ornelas, ese mismo año, habló de la Ciudad Esmeralda y sus planes de reingeniería política y administrativa cuando sea gobernador.