El caso de Javier Alvarado Zamora en el ITCJ

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En un giro sorprendente de los acontecimientos, el veterano del Tecnológico de Ciudad Juárez, Javier Alvarado Zamora, ha emergido como el más destacado exponente del arte de nunca-jamás trabajar. Con tres décadas en la institución, Alvarado Zamora desde sus inicios decidió que el trabajo no es para él, optando únicamente cobrar y en su lugar dedicarse a la intriga, disputas y manipulación.

Fuentes cercanas al individuo han revelado que Alvarado Zamora tiene una filosofía peculiar: mientras más golpea a los trabajadores de base, más apoyo parece ganar. Sin embargo, a estas alturas parece desvanecerse, pues ha encontrado muchos obstáculos en su camino: empezando por sus más cercanos colaboradores, excolaboradores, trabajadores que si trabajan, entre ellos el director Mario Macario Ruiz quien ha demostrado tener más espinas que una planta de nopal.

Anteriormente, Alvarado Zamora había hecho de la intimidación su modus operandi, logrando que algunos directores cedieran a sus caprichos con tal de no ser desalojados de sus cómodas sillas. Sin embargo, su racha de buenos tiempos ha llegado a su fin. Los sindicalistas, que una vez fueron fieles a su causa, ahora están retirando su apoyo y arrojándole escupitajos de acusaciones de nepotismo, cobardía y corrupción.

Se dice que Javier Alvarado Zamora será recordado no como un líder sindical, sino como un lastre, corrrrupto hasta la putrefacción que retrasó el avance de la institución por muchos años. Sus hijos, -quienes se ve que aprendieron muy rápido sus andanzas en el Tec- al parecer, heredarán más que su apellido: cargarán con el sobrado peso del legado indigno que les deja su padre que lo mejor sería que se retiraran por dignidad.

El caso de Javier Alvarado Zamora es de triste memoria para la Casa de las Liebres que ya no se debe repetir.