Pactos (Políticos) de Sangre

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LURO VERUM

Por Rafael Navarro Barrón

El analista, José Luis García escribió un extracto de su historia personal que lo ubica como el reportero que se llevó la “exclusiva” (argot periodístico) y logró la proeza de obtener la última entrevista de Manuel Bernardo Aguirre, ‘El Viejo Zorro de la Política’ y su desdibujada personalidad como político, casi autodidacta, que lo llevó a convertirse en gobernador del Estado de Chihuahua.
A los pocos meses de esa entrevista, el político falleció un 4 de abril de 1999. El autor de la auto confesión del priismo en la implementación del llamado “fraude patriótico”, que es un símbolo “sine qua non” para la actividad del Partido Revolucionario Institucional en la entidad chihuahuense.
Popular por su carrera exitosa con la pura primaria terminada (nivel básico trunco), fue cabeza de un grupo político que ya terminó su periodo, todos se hicieron viejos o murieron. Además fue secretario de Agricultura, diputado y un peculiar ser humano que en su desparpajo mental generó infinidad de anécdotas y vivencias que aún se cuentan.

Foto del diario.mx

Don Manuel fue el primer gobernador que entrevisté en mi vida periodística. Aquel anciano político que aún gobernaba Chihuahua en aquel año 1976, me concedió una entrevista en su despacho siendo yo un puberto estudiante del Colegio de Bachilleres de la capital del Estado.
La de Don Manuel, fue la nota principal en mi modesto periódico estudiantil que se llamaba ‘El Estudiante Bachiller’.
Hablar con el gobernador permitió que el ingeniero Raúl Medrano, entonces director del centro escolar, me permitiera seguir ofreciendo mi medio de comunicación que se imprimía en papel revolución, en los ancestrales mimeógrafos, utilizando un esténcil y tinta negra.
En una narrativa fresca, José Luis refiere que fue el último reportero que dialogó con Manuel Bernardo Aguirre. Eso me hace recordar que el periodismo vive entre loas y glorias muy personales; se nutre de recuerdos que quizá no le importen al resto de los reporteros, pero cada quien lleva su propio recuento de esas faenas, de las batallas vividas y de historias obtenidas en el fascinante mundo de la información.
Si supiéramos que una persona va a morir pronto escribiríamos los últimos pensamientos que dieron vida a la historia de su paso por el mundo para que los interesados puedan guardar los sucesos que marcaron sus brillantes caminos.

Estatua de Don Manuel Bernardo Aguirre.

El periodismo, pues, se teje con recuerdos. Son trozos de historias que posiblemente nunca nadie volverá a leer pero que están en nuestras hojas personales -escritas y no escritas- que crean el diagrama de la realidad, a veces apegada a la verdad, a veces sesgada en simples flashazos que, al final, nadie sabe si son reales o no.
‘Don Manuel’, le otorgó a José Luis un pequeño extracto de la interpretación de lo que Rousseau, el polímata Suizo, escribió en su ‘Contrato Social’. La frase del político chihuahuense tiene vigencia y sentido en cualquier época de la vida.
¿Qué dijo Don Manuel? Refirió: “En política no hay que hacer pactos de sangre, porque a veces la lealtad es muy convenciera”.
La entrevista fue realizada por José Luis hace más de 20 años; la información aún está fresca en la mente del periodista, porque la base informativa de los auténticos reporteros trabaja como un disco duro cuyos datos se quedan grabados por largo tiempo y se utilizan cuando la ocasión lo amerita.


No ocurre lo mismo con los ‘comunicadores’ advenedizos, que se montaron en un periodismo actualmente escaso de periodistas. Esto sucede porque los dueños de los medios de comunicación permiten que auténticos lefios se incluyan como escritores hechizos que no tienen una base de dominio de los géneros que se utilizan para transmitir una noticia. Son patito, son pafos de la pluma.
Quise retomar la historia del autor de la columna, publicada en El Diario de Chihuahua, para hacer alusión a un tema actual que tiene que ver con las lealtades y deslealtades que se cocinan en el presente Siglo XXI.
De allí proviene la explicación de lo que está ocurriendo en la casta política chihuahuense que, en su estupidez, siguen la ruta del pragmatismo asumiendo cualquier ideología a cambio de un puesto público.
En mi vida periodística he sido corrido de varios medios informativos. Sí, corrido. No he sido despedido por suspensión de un programa de radio o televisión o porque ya no son útiles mis servicios periodísticos en medios escritos. Corrido, así como se oye.
El poder es el que ha actuado, pero estoy muy consciente de que ese poder está respondiendo a la crítica y es válido que emitan el veredicto de ‘culpable’ porque el poder, lo dijo un gánster de la política, es “para poder”.
Entender las reglas del juego nos permite caminar erguidos en este compendio de vanidades y ejercicios músculo político y económico. Sé quiénes actuaron contra el ejercicio de mi comunicación periodística y sé también los motivos, hasta cuánto pagaron en algunos casos, por eso no me abruma ni me molesta haber perdido esos espacios. Las cosas suceden por una voluntad divina que opera como un boomerang que, tarde o temprano, se estrella contra los villanos.


El asunto toral de la relación política, de los fallidos pactos de sangre, se debilitan por un factor ampliamente influyente en el tema de la complicidad.
Ser cómplice no implica un acto de lealtad, como los pactos de sangre, porque en un acto de corrupción, en el quehacer fraudulento de la política, se pasa de ser comparsa a ser socios y las sociedades se rompen cuando no funcionan o cuando se concluyen los tratos. Todas esas sociedades fenecen en alguna época.
Por ejemplo, la complicidad es la burda y nauseabunda sociedad que une a un medio de comunicación o a un periodista con el poder político y económico, incluso con el crimen organizado.
El callar una noticia que pudiera cambiar el rumbo del poder, convierte al medio o al periodista en un ente igual de deleznable que el poder corruptor. De esos está lleno el Estado de Chihuahua.
El asesinato de los periodistas chihuahuenses, iconográficos, como son Armando Rodríguez y Miroslava Breach, son el resultado de esa complicidad entre los empresarios de los medios de comunicación, poder político, poder económico y los narcotraficantes.
No sé si ambos periodistas debieran o no haber muerto, yo creo que no. Como personas jóvenes merecían ver crecer a sus hijos y seguir esa carrera ascendente en los medios de comunicación. Murieron por la estupidez de quienes dirigían los medios de comunicación en los que laboraban.
No entender que el poder del narcotráfico, en un país corrompido como México, es altamente dañino y vengativo, es ser imbéciles, es exponer por la simple y miserable excusa de que “somos un medio que no callamos la verdad”, a un reportero indefenso, carente de garantías institucionales y oficiales para defenderse.
A lo anterior hay que agregar el carácter cobarde del narcotráfico que mata a inocentes, que dispara contra personas desarmadas, que ataca por la espalda, que actúa en comando, que son protegidos por las fuerzas policiales y castrenses, que están en una simbiótica relación con el poder que gobierna…
La simple frase de Don Manuel explica a cabalidad el espantoso chapulineo que se da el ámbito político; da vida a los ‘testigos protegidos’ que son capaces de traicionar a sus cómplices, socios y ex jefes a cambio de su libertad o de ayudar al poder que los mueve; refiere el putrefacto tránsito de personas de un partido político a otro como un acto de conversión similar al que opera en las sectas religiosas.
Los ‘pactos de sangre’ que observamos en los diferentes episodios políticos que se dan en la entidad, pincharon los dedos con palillos de madera, por eso se rompen con tanta facilidad.
Resultan absurdas las réplicas de los discursos políticos que hablan de honorabilidad y legitimidad; honradez, sabiduría, mesianismo y redención social. No son más que basura.
No es por osmosis como se absorben las líneas doctrinales de la política, la llamada visión ideológica. Por eso frases como “el que hoy te besa la mano, mañana te clavará un puñal en la espalda”, es la que define el prototipo de la sociedad política actual que se está reproduciendo como búlgaros en un frasco con agua y piloncillo.
Judas Iscariote tenía una razón profética para traicionar a Jesucristo. Cuando volvió en sí y descubrió que las 30 monedas de plata no alcanzaban a pagar la traición a su maestro y amigo, concluyó que merecía una pena similar al dolor que tenía en su alma. Encontró en el suicidio, narrado con cierta crueldad literaria en las páginas de la Biblia, una muerte que aún lacera la mente de la humanidad.
Pedí permiso al autor de la columna ‘Cuando la Lealtad es por Conveniencia’ porque el recuerdo de aquella entrevista con el ‘Viejo Zorro de la Política’ no tiene desperdicio alguno. Agradecido estoy con José Luis García, quien anunció la inminente presentación de un libro analítico de los acontecimientos periodísticos actuales narrados con la destreza de un verdadero reportero, no como los patitos que abundan por todos lados.