Luro Verum
Por Rafael Navarro Barrón
Estimados imbéciles: es muy difícil explicarles el papel de los reporteros en la vida pública de un país. Observo con preocupación esa catarsis de odio contra los periodistas que también somos ciudadanos mexicanos y seres humanos.
Ustedes, como deficientes mentales, como estúpidos que son, han sostenido una campaña que intenta desprestigiar tomando como punto de partida lo que no somos, adjudicándonos adjetivos vergonzosos como corruptos y ‘chayoteros’.
Ni nos entienden ni los vamos a cambiar de opinión, porque ya lo dije: ¡son unos imbéciles!
¿A poco no entienden las reglas del juego? El país está mal en su concepción del poder y la política, pero no es nuestra culpa. Es innegable el deterioro. Es un país corrupto porque la teoría del Estado mexicano nos dice que es mejor la corrupción que entrar a las normas de legalidad. ¿A poco ustedes son muy honestos? ¿A poco ustedes no han robado? ¿A poco son muy justos?
Estoy seguro que a ustedes, mastuerzos de quinta, los abochorna- ¡como a todos!- el exceso de leyes regulatorias de los Estados Unidos, pero se sienten soñados en un país en donde todo está sobre regulado y mantiene en la esclavitud económica a millones de ciudadanos.
Pero ustedes adoran el país de Micky Mouse. Se solazan en sus progresistas ciudades, inclusive odiando a México porque hasta los hermanos indígenas les estorban ya.
¿Ya pensaron bien su tesis absurda contra la prensa mexicana? ¿Qué sería de México sin el periodismo (se vea como se vea)?
Si lo quieren pensar así, somos un mal necesario aunque yo creo que somos un bien muy necesario en medio de esta crisis de valores políticos. Ustedes, bobos e imbéciles, deberían de ser nuestros aliados y se están constituyendo en nuestros opositores. Están creyéndole al poder que los aplasta y denostando a quienes frenamos los excesos y ponemos a la luz de todos lo que es realmente la perversidad de los gobernantes.
El gobierno -no importa su color- siempre tendrá, entre sus malévolos deseos, frenar legalmente y callar a los reporteros y cuando no lo logra, los mata.
Sí, el gobierno mata periodistas. Es el principal causante de los asesinatos de comunicadores: porque permite la impunidad, porque alienta a los narcotraficantes y se colude con ellos, porque da poder a enfermos mentales, porque permite la descarada corrupción.
Los gobernantes, son estúpidos igual que ustedes, que día y noche están preparando leyes que terminarán limitando la libertad de prensa y expresión. Ese es el anhelado propósito de todo gobierno.
Son tan imbéciles, están tan acostumbrados a los pasquines baratos, insidiosos y llenos de basura como TVyNovelas y otras revistas del corazón, que no alcanzan a discernir lo que ocurre en sus narices.
Nos hemos sobrepuesto a los intentos del poder que se acostumbró a ‘comprar silencios’. Aquí en el Estado de Chihuahua, los medios de comunicación son frenados con contratos publicitarios, como sucedió en los gobiernos estatales priistas y en los municipales de Ciudad Juárez.
En contraparte, la aversión contra Javier Corral tuvo mucho que ver con la negativa del entonces gobernador de otorgar contratos de publicidad. De allí la rabia de muchos colegas que advirtieron una intención gubernamental para acabar con los medios de comunicación que lo acusaban de huevón e incapaz.
¿A poco no entienden, queridos estimados imbéciles que los dueños de los medios de comunicación son una cosa y los periodistas otra?
Los voraces y enfermizos ‘empresarios’, impuestos a ganar, ganar, ganar, son los responsables de las acciones rapaces.
Los periodistas, a veces por hambre, a veces por no perder un espacio, nos condicionan la estancia en los medios de comunicación, aprovechando la pluma y el prestigio.
Ustedes creen que en el tiempo de César Duarte ¿no sabíamos lo que estaba ocurriendo en su gobierno? Nos enteramos desde un principio de todos los actos de corrupción que se estaban gestando.
Supimos a viva cuenta que en el primer trienio de Murguía Lardizabal fue beneficiado con obra pública y que, por motivos de calidad, se le suspendió como contratista por un fraude cometido, el cual tuvo que ser subsanado por la presidencia municipal para evitar escándalos.
El tal Duarte respiraba corrupción y tejió muchas complicidades, nadie chistó cuando habló de hacer un banco y mover dinero del gobierno a la institución crediticia; nadie se inmutó cuando compraba y compraba ranchos y aplastaba a los propietarios, intimidándolos, presionándoles y finalmente, despojándolos de sus bienes.
Les repito, a todos los imbéciles de pacotilla: ¡todos, todos, todos sabíamos lo que ocurría en el gobierno de Duarte! A algunos nos callaron, bajo la presión de corrernos de nuestros trabajos. Les advertimos que no era correcto, que se estaba cometiendo una injusticia y todos aducían que el viejo sucio de Duarte era muy poderoso, que mejor nos calláramos.
En ese entonces, la Nómina Secreta no era tan secreta. Sabíamos perfectamente quién le estaba agarrando dinero al mugroso gobernador. Era más que evidente la prosperidad que mostraron algunos comunicadores que se enorgullecían de ser amigos del gobernador.
Tuvimos siempre a la mano infinidad de información, la relación de prestanombres (familiares, socios y hasta periodistas). Se contaba con grabaciones de llamadas telefónicas y decenas de mensajes de texto que hundían a los cómplices y al propio gobernador.
Mucha de esa información se encuentra en los archivos de la Fiscalía General del Estado y alguna no se ha utilizado por no ser vinculante. Hasta al más calvo le arrastraba el pelo en esa época gris. El más chimuelo mascaba clavos, en esos días aciagos y llenos de podredumbre.
Entre los periodistas se corría la voz de los ‘acuerdos’ extralegales que se podían hacer con el gobernador y su equipo. Bastaba acercarse al gobernante, pedirle una cita, sincerarse.
En esa enorme caja de cristal, todos veíamos y estábamos enterados de lo que ocurría en la relación prensa-gobierno, pero no había medio que quisiera publicar y quien lo hacía era asediado por los ‘amigos’ periodistas del gobernador.
No intento aparecer como mártir de la historia periodística, porque desde que inicié en la actividad reporteril tenía muy claro los riesgos de ser periodista. Tomo la vida como es, sin sobresaltos ni abanicar el escenario político. Así son las cosas y no las podemos cambiar.
Lo que sí ocurrió es que me convertí en uno de los pocos perseguidos de la administración duartista. Era evidente cómo desde la cúpula del poder se ejercía una presión fuerte, perceptible desde cualquier óptica.
En una ocasión, César Duarte, reunió a un grupo de reporteros y les ofreció el cargo de dirección que yo ocupaba en el periódico El Mexicano. Luego de votar eligieron a uno de ellos y la propuesta se llevó a la ciudad de México con el extinto Mario Vázquez Raña, pero la solicitud no prosperó.
Sucedió lo mismo con Armando Cabada y su acción perversa de solicitar mi puesto en la ciudad de Chihuahua. Y aquí es donde se ponen difíciles las cosas, porque al poder no les importa afectar la vida económica y social de los seres humanos. Son ellos, luego ellos y al último ellos.
Ahora como diputado federal, lo veo tan desprendido de sus actos malévolos, de su cinismo como político de pacotilla, como el heredero de una pésima administración municipal, una ciudad casi en ruinas, y me pregunto si vivirá y dormirá en paz. No lo creo.
La lista sería enorme de aquellos compañeros que fueron corridos por publicar una nota periodística o divulgar una información que afectó a un poderoso, amigo del propietario del medio.
Muchas veces vi rostros desencajados, enfurecidos de alcaldes, presidentes de la república, gobernadores, diputados, senadores, en fin, del poder mismo, que exigían la salida de un reportero por una nota que no les había gustado.
El periodista recogía sus pertenencias y salía a la calle sintiendo que su dignidad había sido pisoteada, pero nadie se inmutaba. Algunos hasta lo festejaban, a pesar del acto humillante de quitarle el sustento a un hombre honesto.
Fuimos el muladar de muchos políticos que defendían más sus perversiones íntimas que a su propia familia. Ejemplos abundan.
Cuando un periodista va a ser corrido, nadie suplica por ellos. Los imbéciles y estúpidos que se mantienen criticándonos se esconden siempre como cobardes que son. Dirían los colombianos, la ‘huevera’ les falla a la hora de dar la cara.
Así es el poder y ni modo de ponernos a llorar. Cuando no pueden con la verdad periodística es cuando surge la tentación de asesinar a los reporteros. Esa cobarde idea siempre está en la mente de muchos.
La muerte es la compañera permanente de los que intentan sacar a la luz pública la verdad. Y para ser francos, esa verdad no siempre está en boca de todos.
Bien lo decían los viejos periodistas: “si quieres vivir muchos años, platica y escribe el 10 por ciento de la información que escuchas y te consta.”
Mis queridos imbéciles: lo que si les puedo explicar hoy es cómo funciona la relación prensa-poder y por qué hemos llegado hasta el punto donde nos encontramos, en esta lucha nacional de periodistas contra el poder morenista y su presidente de la República.
La hipótesis presidencial se sostiene con suficiente realismo. El presidente tiene razón en muchos de sus planteamientos contra la prensa, pero lo plantea de una forma errónea.
Critica a los reporteros críticos, pero practica un onanismo mental con quienes lo elogian y adulan en la mañanera. Qué absurdo. Ama y defiende lo que critica.
Muchos sectores, actores políticos y sociales se chupan las babas cuando hablan de los reporteros corruptos. ¿Qué quieren descubrir? ¿Qué la prensa es corrupta? Sí lo es, pero no toda ¿Qué hacemos con ella? ¿al paredón? ¿pena de muerte por lapidación? ¿cárcel perpetua?
La prensa es la más obsequiosa en el reparto del poder. Pero en los gobiernos la situación es más delicada porque, como los gatos, quieren tapar su caca echándole tierra encima y que nadie los descubra.
Lo que no alcanzamos a ver es lo penoso y desvergonzado que son los funcionarios públicos, los políticos electos en los procesos electorales. Utilizan a los medios, a los reporteros, prometen y hasta se cortan las venas para hacer pactos de sangre con las personas que utilizan para llegar al poder.
En campaña, reparten el beso de Judas y cuando llegan al poder, crucifican a quienes les escribieron historias vehementes que los hicieron quedar bien ante el electorado.
El problema es cuando llega el reparto del poder, hacen exactamente lo contrario de lo que predican. Son como los fariseos de la Biblia. Ellos y sus allegados (familias y amigos) se reparten el botín impunemente… y luego la prensa les estorba. Mezquinos.
Como ustedes son tan estúpidos, no visualizan lo que ocurre en su alrededor. Vean cómo llegan al poder estos individuos y en lo que se convierten a los pocos días. Su actividad política es un nido de impunidad y todos lo sabemos.
Los vemos subirse a esas camionetas suburban, compradas con dinero del pueblo; disfrutan del servicio de escort de policías que los llevan y los traen de un lado a otro. Que los cuidan en sus borracheras y les abren paso en los embotellamientos. Ahhhh ¡qué delicia!
Y ellos, soñados, viajando a todo lujo, hablando desde sus IPhone idiotez tras idiotez, salvando al mundo. Pensando que el poder es eterno. Los feos se sienten hermosos; los gordos seductivos y galanes; los estúpidos se creen inteligentes.
¿Y los periodistas? Siguen en lo suyo. Observándoles y mentándoles la madre por tanta soberbia, tanta ingratitud, tanta corrupción, pensando que no merecían la ayuda que se les brindó y que no son más que parte de una camarilla apestosa que solo reparte el poder a los de su partido y no a los más capaces.
La gente que es estúpida, también es fanática, por eso se vuelve peligrosa. Para ellos no llega al poder un ser humano, sino un dios.
Es cuando se van al caño los discursos excelsos de ‘puertas abiertas’; es cuando se vienen abajo los castillos de arena que erigieron con el discurso de honestidad y transparencia; increíble cómo nos endulzan el oído.
Y allí están los reporteros, creyendo que México va a cambiar y no cambia. Lo único que vemos es como germina la semilla de la soberbia y cómo se enloquecen con el canto de las sirenas.
Ahora aquellos humanistas candidatos, con tintes de luchadores sociales, son auténticos patanes, incapaces de cumplir sus promesas y sostener su misión. Olvidan la mano que se les dio y cambian el trato, como si fuéramos apestados, leprosos.
Ahora están molestos con los medios de comunicación que los censuran, acusan y exigen que cumplan sus promesas de campaña. Nada más eso, que cumplan.
Qué Loret de Mola, López-Dóriga, Brozo, Ciro Gómez Leyva, Carmen Ariztegi, Ferriz de Con, Adela Micha, Emilio Azcárraga y hasta los Cabada…y todos los nombres que usted quiera agregar, vivan bien o les vaya bien, qué bueno.
¿Defenderlos? Ellos se defienden solos. Ellos preparan su propia trampa de arena que los llevará a los pantanos de su conciencia, aunque he de reconocer el talento de muchos de ellos.
Los reporteros enfrentamos los mismos problemas sociales que cualquier gente. No somos puros, pero si somos seres humanos.
No merecemos que nos pongan adjetivos sin conocernos. Muchos de nosotros escalamos puestos, quizá cometimos errores, los remendamos en su momento, y en la actualidad, vivimos una vida de modestia.
Me tocó iniciar y realizarme en un momento en el que el periodismo experimentaba cambios muy notables.
No lo voy a negar, hay muchos reporteros y personajes, que colaboran en los medios de comunicación, con los que no coincido, con los que nunca establecería una relación profesional y estoy seguro que ellos opinan lo mismo de mi persona.
Cada quien es lo que es en el ejercicio periodístico. De qué sirve echarnos tantas porras en un universo tan transparente como el ámbito profesional en el que nos desarrollamos.
Qué los periodistas son corruptos…sí, igual que la mayoría de los seres humanos que pisan esta tierra. No hay purismo, ni en las religiones.
Qué el gobierno es corrupto…sí, porque está dirigido por seres humanos que difícilmente podrán alcanzar el estándar moral para dejar de mentir, de desviar recursos y de tergiversar la verdad.
La corrupción no es únicamente robar dinero, sino mentir, acosar, perseguir con los instrumentos de poder a gente igual de poderosa o más débiles, es desviar los recursos materiales y económicos a actividades que solo benefician a unos cuantos.
Corrupción es el acendrado perjurio en el que viven cientos de personajes de la política: mentir a sabiendas de que están engañando al pueblo, manipulando la verdad.