Dice Duarte que lo van a matar

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Luro Verum

Por Rafael Navarro Barrón

Sobre él pesa la amenaza de una sentencia judicial devastadora. Por eso, desde el banquillo de los acusados, César Duarte Jáquez implora clemencia. ¡Soy la víctima!, ¿qué no se dan cuenta? No me entregué en el 2017 cuando gobernaba Javier Corral “porque tenía información de que me iban a matar en el Cereso de Chihuahua”. Estoy enfermo, acaso ¿me tengo que morir para que me crean?
Su señoría, la juez de control, Delia Valentina Meléndez Olivas se mantiene inmóvil, como una estatua. El discurso duartista no la conmueve. En el fondo sabe que el poder judicial es un ente de consigna, un adorno en la geografía política. Lo que la jueza piense jurídicamente, es tan vago como soñar una noche que se sacó la Lotería.
César Duarte enarbola su propia causa. El discurso-defensa, con motivo de su primer año de prisión en Chihuahua, el cuarto desde que lo detuvieron en Miami, Florida, es enérgico, sublime, conmovedor. Cualquier juez emotivo le hubiera concedido la prisión preventiva de oficio y el arraigo domiciliario, ¡de un plumazo! Cualquier jueza cachonda correría a los brazos del ex gobernante y, frenética, se arrebataría la toga, para luego sentarse en las piernas del interno Duarte.
Pero no, su señoría Delia Valentina se sostiene dura, impoluta, como la virgen María, “llena de gracia”. Tres o cuatro parpadeos durante el discurso de 5 minutos, no más. No hay consigna, pero la juzgadora tiene claro el pecado duartista.
El histrionismo, el drama es fundamental en esos momentos. El señor Duarte lo sabe por eso, tras las rejas, ‘La Rosa de Guadalupe’, ‘Mujer, Casos de la Vida Real’, ‘la señorita Laura Bozzo’, las series de Netflix son fundamentales para la actuación frente a su señoría.
Allí, en el banquillo de los acusados, se levanta la voz del hombre que estuvo muy cerca del presidente Felipe Calderón; todos recordamos a ese Duarte que tocó las puertas del cielo chilango en el balcón presidencial, en un día patriótico para los mexicanos: la celebración del grito de Independencia.
Él, con sus cachetes rosados, reía, sonreía, vivía lo que pocos mortales en nuestro país pueden experimentar desde el Palacio Nacional, desde el balcón de los presidentes. Y allí estuvo Duarte, platicando al oído con el titular del poder ejecutivo que, antes de ‘dar el grito’, tomó unos jaiboles en el interior de lo que ahora es el despacho y la casa presidencial.


Ambos llegaron a ese balcón con aliento alcohólico, pero los millones de mexicanos que observamos esas escenas, en vivo y a través de la televisión, solo vimos a dos personajes alentándose mutuamente. De allí surgió la candidatura duartista, por eso muchos políticos mexicanos llegaron a insinuar que el César de los gobernadores, fue palomeado por Calderón.
Del recuerdo de su gloria saca los huevos para asegurar en el presente que es inocente. “El arraigo lo tengo en todos los municipios del Estado, no en una casa”, señala el interno Duarte, presuntuoso, como siempre.
Es el mismo César que tuvo la ocurrencia de enfermar a su Berthita, cuando era legislador federal (la primera vez), para cobrar un abultado seguro de gastos médicos mayores; él es él…el que firmó, sin darse cuenta, inocentemente, un fideicomiso por 65 millones de pesos para salvar las finanzas del que pretendía ser Banco Unión Progreso, su propia institución bancaria.
Soñaba ser cabrón como Francisco Villa y adinerado como ‘Rico McPato’, subirse a los montones de dinero, dormir en una cama de dólares. Casi lo logra o posiblemente lo haya logrado…lástima que por esa causa esté en prisión.
El conmovedor discurso es una oda a la oratoria de cualquier juicio oral. Lo juzgan en el moderno edificio del Poder Judicial del Estado, construido por el mismo. Es el inmueble que no aguantó la primera llovida. El agua se trasminó por la azotea y ensució los plafones. Corría a raudales, igual que las mentadas de madre a Everardo Medina, el real constructor, el amigo, el socio del interno Duarte.
Entonces Duarte, en su oficina, recibió las imputaciones verbales, las querellas groseras de los jueces y magistrados que le reclamaban la pendejada de edificio que habían construido los ingenieros Javier Garfio y Eduardo Esperón, ambos sujetos a investigación por peculado durante el gobierno de Javier Corral. Presos en alguna ocasión por la sociedad con Duarte.
La realidad del inmueble era otra, el edificio quedó en manos del mago Everardo Medina, un ingeniero radicado en Ciudad Juárez, prófugo de la justicia y uno de los principales operadores económicos del ex gobernador Duarte.
Ante la ineficiencia de los secretarios de Obras Públicas, solicitó a Everardo que se hiciera cargo. Y de allí el cagadero gigante, la robadera. La inversión inicial de mil 298 millones de pesos, se disparó a niveles inimaginables. Y entregaron un cochinero.
En el mismo edificio construido por César Duarte, ahora se le juzga. Cuando puso la primera piedra, emotivo, pletórico de orgullo, dijo que el edificio judicial “será un monumento de las instituciones que dará nueva imagen a Chihuahua”.
Sin saber el futuro, el 26 de septiembre del 2012, se colocaba la primera piedra del edificio del Poder Judicial de Estado de Chihuahua y esa misma piedra sería la que sentaría las bases de su desgracia.
“Quiero compartir con ustedes una de las mayores satisfacciones que he sentido en el tiempo que tengo en el Gobierno, y se debe a la relación profesional, institucional, solidaria que ha tenido el Poder Judicial en los tiempos que vive Chihuahua”, dijo el soberbio Gobernador.


Ahora, el reclamo se hace presente. Todo se derrumbó, principalmente la solidaridad. El discurso triunfalista y derrotista, valga la dualidad, expresado hace unos días frente a, su señoría, Delia Valentina es otro:
“Por una parte (en el poder judicial) no reconocen que estoy enfermo; por otra parte no quieren llevarme a juicio y por otra parte piden un año más de prisión. ¿Cuál es la conclusión?”, se pregunta el ex zar de los políticos chihuahuenses.
Ahora, como interno del Cereso estatal, logra ver el marranero que representa el Ministerio Público del fuero común. “Veo como el ministerio público trata con desdén la libertad”. Su último fiscal, Jorge González Nicolás, había sido jefe de los abogados de oficio en la frontera; humilde y honesto en ese entonces. Después el diablo entró a su cuerpo y se convirtió en un pequeño Duarte. Lo cegó el poder y dejó que la justicia fuera un saco de estiércol, al servicio de poderosos y rufianes. De lo ocurrido los últimos meses de su gobierno, en procuración de justicia, Duarte lo ha olvidado. No está en sus recuerdos, los reclamos de Marisela Escobedo Ortiz, asesinada frente a palacio de gobierno el 16 de diciembre de 2010, es un cadáver que no está en el panteón, sino en el armario del ex gobernante que seguramente debe de tener pesadillas cuando alguien le recuerda a la enfermera, madre de Rubí.

PORTADA DE LA REVISTA TAL CUAL EN 2010 ANTES DEL ASESINATO DE MARISELA.

Marisela había pedido protección, justicia para su hija Rubí Frayre, asesinada por su pareja sentimental (un sicario del crimen organizado) y puesto en libertad.
Los jueces Catalina Ochoa, Rafael Boudib y Netzahualcóyotl Zúñiga, quienes absolvieron al asesino de Rubí Marisol Frayre Escobedo, el sicario Sergio Rafael Barraza Bocanegra, presentaron su renuncia con carácter de irrevocable ante el Supremo Tribunal de Justicia del Estado, lo cual anula el amparo promovido para proteger sus derechos laborales.
Era el 2011, los años de gloria del ex gobernador, que se ha olvidado de lo que fue su periodo de justicia, donde prevalecieron los excesos y las mentiras del poder judicial. Ahora la exige como merecedor de lo que no pudo dar como gobernante.
“¡Fugarme es una locura!” El gobernante sostiene que si no se presentó con Javier Corral, es que entregó su administración a la delincuencia organizada, a los secuestradores, a los distribuidores de drogas, al narcomenudeo; según la teoría duartista, el ex gobernador panista regresó el poder a esos grupos malvados.
Como un mensajero en el desierto, grita que “son los intereses que afecté los que lo tienen en la cárcel”. Corral es narco, según lo establecido por el Interno Duarte.
“La misma Ministerio Público, que es capaz de fincarme mentiras en el juicio, sabe que son insostenibles las acusaciones”, sentencia el César de los gobernadores como lo llamó el divo de Juárez, Juan Gabriel, durante una comida en el Shangrila.
La treta que armó Corral estuvo muy bien orquestada. Como candidato y como gobierno acreditó a la gente “que yo era un corrupto” y eso es lo que creen los chihuahuenses.
Y su grito persiste, desde el estrado de los acusados, Corral Jurado entregó a los intereses oscuros a los que yo combatí. Otra vez, Corral es narco, es el ‘caputi capo’ del quinquenio pasado.
César Duarte reta: “No son capaces de enfrentarme en juicio porque saben que lo pierden. Dilatan el juicio porque no traen nada. Los caprichos que encubren los intereses son los que me tienen aquí”, grita el ex gobernante, todavía en el desierto, donde nadie escucha.
“Esos intereses tienen tentáculos para poder afectarme y he recibido amenazas”. El hombre parece palidecer, está absorto y cansado.
Su último grito en el juicio fue hacer patente un escenario futurista.
“Hago responsable al tribunal si me pasa algo. Mi familia tomará cartas en el asunto. Yo, porque no soy panista, no me dejan salir y recuerda a los miembros de Acción Nacional que participaron con Javier Corral, que han sido detenidos y puestos inmediatamente en libertad. Esa es mi pregunta y necesito que sea respondida”.
A Duarte, que un día se encargó de enfermar a su Berthita, ahora es él que dice estar afectado por muchas enfermedades.
Sesenta años en el morral de su existencia terrenal y dice estar mal del corazón y de las afectaciones que originaron un accidente en el helicóptero, propiedad del gobierno. Ese día iba en compañía de la periodista Lolita Ayala, quien también resultó lesionada.
En ese accidente, el entonces gobernador, resultó ser un héroe al liberar de la aeronave a los otros heridos. Luego vinieron las afectaciones en su espalda. La queja constante, añadida al problema de hipertensión arterial y a los problemas depresivos, a causa de las prisiones en las que ha estado.

PORTADA DE LA REVISTA TAL CUAL EN 2015.

En Miami comía puro alimento enlatado; frijoles con un extraño sabor; tortillas de maíz y de harina infestados de conservadores, papas, muchas papas, atoles extraños, sin leche. Fue cuando comprendió lo culera que es la cárcel.
En el tribunal de justicia, el interno Duarte, reclama la mofa que se hizo del trabajo extraordinario que realiza el personal de salud del Cereso. La gente es responsable, pero no tienen mecanismos…no tienen apoyo, no tienen instrumental médico y eso hace la diferencia entre la vida y la muerte de un interno.
El ojete ex gobernador ignora que así son las prisiones. Así fue su administración, con carencias notables. Allí es donde murió la Foca, donde murió Sharif, ambos acusados de feminicidas. En esa misma prisión donde está como interna Victoria Loya, es donde entraba el ex gobernador Patricio Martínez a golpear a su victimaria.
Y refiere el día en que se le subió la presión al grado casi del desmayo. Gracias a Dios no murió como Tarín y Lázaro, sus antiguos compañeros presidiarios.
“He estado con paciencia esperando la justicia, pero he visto como se pondera el capricho del ministerio público”.
Ingenuo o incauto. Metido en sus complicaciones emocionales, el ex gobernante ignora que la desgracia lo ha desnudado al tamaño exacto de su condición humana. Así fue siempre, pero hasta hoy, quienes no lo conocían, están observando al verdadero personaje de la vida política.
Mentiroso, histriónico, megalómano, hipocondriaco, manipulador, un gran gesticulador…y todos los adjetivos que existan el complejo compendio de la Real Academia Española, se pueden aplicar al gobernante.
Todo lo que haga Duarte se cierra, se hunde en el lodo creado por el informe extraoficial del gobierno. El ex gobernador, no tiene una sola rendija abierta para obtener la exoneración, posiblemente una libertad condicionada a una pulsera en la pierna. Ni la gobernadora ni el Fiscal General han querido hablar con él, a pesar de los intentos del político por tener un encuentro con ellos.
El ex gobernador ha pedido el dialogo, pero el informe dice “que no es conveniente. No hay razón para dialogar con él. No se lograría nada excepcional”.
La investidura de la gobernadora ha sido respetada por César Duarte. Sería innecesario ese diálogo. El único diálogo es a través de los abogados, no hay otro diálogo.
La acusación contra César Duarte Jáquez, no es una simple presunción de un delito. Su principal cómplice y beneficiario, Jaime Ramón Herrera Corral, el ex Secretario de Hacienda en el gobierno duartista, lo ha enterrado vivo en la prisión de San Guillermo.
Los miles de documentos presentados ante la Fiscalía General del Estado en el quinquenio de Javier Corral; las largas horas de grabaciones que se han convertido en la tumba de César Duarte y sus secuaces, imposibilitan la libertad del zar priista.
Herrera aseguró que no pudo salirse del sexenio de Duarte porque en septiembre del 2014 se dieron algunas circunstancias que lo llevaron a quedar atado al entonces gobernador. “Salirme (del gobierno) significaba perder mi libertad y muchas cosas más”, dijo sin especificar ese tipo de hechos.
“Bendito Dios el gobernador y la Fiscalía me han apoyado. Viví una terrible realidad entre 2012 y 2016, pero quiero agradecer la confianza del gobernador (Corral) y de la Fiscalía hacia mi persona, que tenía la responsabilidad más no el control de los recursos públicos del estado”, sentenció Herrera Corral que ha dicho repetidamente que tiene las manos sucias en el batidero del Interno del Cereso, el reo César Duarte.