El clan y la inquisición morenista

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Luro Verum

Por Rafael Navarro Barrón

Son como un clan que se mueve con la misma estrategia, perversidad y astucia del ex hacedor de estrellas, Sergio Andrade. Pero aquí no es el mánager veracruzano, son los que se constituyen como luchadores sociales o emisarios de la izquierda.
¿En turno?, este hombre de apellido Estrada, que hasta nombre artístico tiene el fulano. Señoras y señores con ustedes… ‘Edin Cuauhtémoc… y sus muchachas’, ahora representantes del poder legislativo con las siglas de Morrena, que fueron reclutadas diciéndoles que podrían cumplir sus sueños políticos y volverlas famosas. Así como lo hizo el clan Trevi-Andrade, con puras menores de edad. Qué coincidencia.
De allí la historia de las muchachas del jefe en turno del clan, Edin Cuauhtémoc, brincaron de su antiguo partido a Morena. Los ojetes dirigentes de los otros organismos políticos, por más que las distinguidas damas levantaban la mano y se apuntaban en las listas imaginarias, eran ignoradas, vituperadas y cuando venían las oportunidades era para cargos de suplencia; o las ponían a recorrer las calles, donde sudaban la gota gorda.
No se diga en los recorridos del candidato, casa por casa, plaza por plaza, calle por calle, levantaban peticiones que nadie leía después y que carecían de sentido porque ni dinero ni ganas de resolver la problemática juarense.
Tenían los méritos, la experiencia, las conexiones para participar en política, pero los líderes estaban cegados por sus ambiciones personales y familiares, primero los de casa, antes que los advenedizos; no daban cuenta de nada, pero sí promovían demoniazos, por consigna, en las columnas políticas, donde especuladores profesionales interpretaban las indicaciones de sus mecenas, haciendo escarnio de estas pobres infelices que querían brillar a como diera lugar.


Y ellas, agraviadas, despechadas, cabizbajas, deprimidas…jodidas, pues, caminaron por la senda del coqueteo hasta lograr su objetivo. Allá, en lontananza, observaron en Morena un sol más brillante que el del PRD que, por ser de la dinastía Azteca, a los dioses Huitzilopochtli y Quetzalcóatl, se les caía el penacho de vergüenza al observar cómo el perredismo perdía su registro elección tras elección; descubrieron que el movimiento naranja, no era más que agua pintada con colores artificiales, casi como un Frutsi con un 1% de pulpa; al PRI, honestamente, ni lo voltearon ni tocaron ya su puerta y menos con el culero de Alito que salió más gandalla que los Duarte (gobernadores); el PAN estaba en la plena revuelta, la mayoría a favor de Maru y un pequeño rebaño, entre ellos el songo de Barrio, que apoyaba a Javier Corral.
Fue entonces que las reclutadas por el clan de los adoradores del dios AMLO, empezaron a llegar al partido de la ‘esperanza de México’. El primer día ingresaron al edificio morenista con cubre bocas, careta, cachucha, peluca, extensiones…la discreción era fundamental y la pandemia una excelente cubierta.
Pero la vida da sorpresas. Allí, intramuros, en el castillo de la pureza morenista, en la fábrica de purificación de políticos corruptos, Tal Cual estación del tren al estilo de Harry Potter, decenas de políticos, en camino a purgar sus años de corrupción, miraron a las nuevas reclutas que estaban dispuestas a todo. Allí llevaban con ellas su alma, su corazón, su cuerpo para obtener una membresía de la patente purificadora de AMLO. ¿Y las ideas y los ideales?, no en el casillo de la pureza eso no importa mucho…
De un lado a otro del enorme salón, las damas saludaban a sus nuevas compañeras y compañeros de partido; un corrupto por allá, otro por acá, un proxeneta por aquí, un saqueador de arcas municipales y estatales en el pasillo central; otro en la oficina del jefe; un experto en fraudes electorales tomando café, otro por allá…y así, la nueva aventura.
Y allí estaban las muchachas, las nuevas reclutas, saludando a las amigas nuevas y viejas: “licenciada, ¿cómo te va…?”; “bien, pues aquí ya sabes, buscando alternativas…” ¿en serio?; “¡mira quién está allá!, amigaaaaa, qué gusto verte por acá”; “pues a ver cómo nos va, porque aquellos ojetes cerraron los canales democráticos y de participación política…pinche Alito”; “qué padrísimo que andes por acá, migisssss (ya ve como son de mamertas)”; “oye y qué ondas, ¿ya te pidieron algo?, nada más las nalg…” “¡Nooooo, de papelería”; “ahhh, perdón, es que lo primero que me pidió el amigo de ya sabes quién fue eso…”
Llegaron del PRI, del PAN, de Movimiento Ciudadano, del PT, del PVEM, de las filas lésbicogay, de la televisión y de organismos patito que defendían las causas de las mujeres y los desamparados. Tan jodida estaba la cosa, que hasta llegó María Antonieta Pérez, el ajonjolí de todos los moles. En esa clonación política-artística, era fácil observar a la réplica de la Trevi, del mero Ciudad Juárez, protagonista a más no poder.

Fue entonces que el pueblo bueno y los líderes de Morena las hicieron diputadas, bajo la mano siempre cálida de los jefes del clan. No hubo actos de iniciación ni protocolos parecidos. Ya estaban en casa, donde nadie refería los pasados turbios, ni las advertencias de que este es “rata”, “este es un pendejo”, “este es un adulador”. Para nada, la respuesta siempre era la misma: “ya están en el paraíso”.


Hace unos días, como clan, les tocó acudir a las oficinas de la Secretaría de la Función Pública, porque sospechan que el despedido ex jefe del Cobach, Marco Licón Barraza, estuvo haciendo negocio con las concesiones de las cafeterías y que el apoderado legal de la prestigiosa cadena de centros de bachillerato del Estado, Jesús Fernández Zamora no ha comprobado su apego al no contar con una fecha específica que establezca desde cuándo fue nombrado para representar a la institución.
Y es aquí donde empieza la embarradera de funcionarios de primer nivel del gobierno del Estado. El clan, constituido como una turba de maleantes, de caníbales políticos, lanzó su artillería pesada a través de los mecanismos de divulgación a su servicio (periodistas que practican la genuflexión a cualquier precio), en contra de sus detractores.
En la fila se ubicaba perfectamente, ¿quién?, el Secretario de Educación Pública de Maru Campos, el ex priista y ex morenista Javier González Mocken, porque el ex candidato a la presidencia municipal de Juárez, en representación del partido de AMLO, rompió el cordón y se fue al PAN y ya no posee los poderes mágicos de la redención que otorga el partido de los puros e impolutos, valga la redundancia.
Ahora, González Mocken ya no era ‘súper Mocken’ y fue colocado en la mira de los sicarios informativos al servicio de Morena. Habría que adjudicarle acuerdos económicos en los ‘negocios’ que, se presume, se realizaron en el Cobach y particularmente Marco Licón Barraza y sus compinches.
Frente a la Función Pública, el enfoque de don ‘Sergio Cuauhtémoc’ y ‘sus muchachas’, está centrada en la cafeterías de los Colegios de Bachilleres, cuya estructura depende de González Mocken y, evidentemente, de Maru Campos.
Aquí la gran duda: con esa misma ira morenista ya checaron lo que ocurre en las cafeterías de los CBTIS, CETIS, secundarias federales, en las universidades que están ampliamente ligadas al gobierno federal. No, allí no llega la mano flamígera.
El asunto son los nombres que aparecen en los contratos y particularmente uno, el de Abraham García Ruiz, hermano de un panista que opera en la administración estatal de nombre Raúl.
El punto álgido del Clan no es la defensa de los estudiantes pobres que comen en esos restaurantes escolares, sino en los nombres, en la fatigosa idea de que hay cochupos que pudieran estar llegando más arriba.
Aquí se olvidan de los abusos de esos mini restaurantes. Es increíble cómo los negocios de comida que operan alrededor de los centros educativos tienen más sensibilidad en los precios y en la calidad. Refrescos populares en más de 20 pesos; un popular burrito, hasta en 35 pesos, iniciando desde los 20 pesos, como es el caso de los que llevan frijoles y un gramo de queso corriente.


Por eso, debemos de destacar que en la demanda de don ‘Sergio y seguidores diputados” ante la Función Pública contra el Cobach, es desproporcional si tomamos en cuenta la lista de sus protegidos, a los que el clan, la mafia, la Cosa Nostra, como le queramos llamar, le dan protección a cambio de avanzar políticamente.
No tuvieron la misma medida hacia Armando Cabada, el ex alcalde de Ciudad Juárez, que ha sido un verdadero dolor de cabeza para el actual presidente municipal, de extracción morenista. La vergüenza de una ciudad sucia, llena de baches, sumida en una delincuencia que dejó números históricos, con un enorme rezago social y de obra pública, que concluyó con las arcas con puros recursos económicos etiquetados, plagada de saqueos en la mayoría de las dependencias que manejan recursos económicos.
No, ese personaje recibió la transfiguración, fue purificado al llegar a Morena. Y ahora como cuando la actual diputada y ex sindica, Leticia Ortega, tuvo la oportunidad de auditarlo y no emitió una sola advertencia contra el corrupto gobierno. Extrañamente, estando en la función municipal, después de varias ‘negociaciones’ con Cabada, guardó un silencio sepulcral.
Cabada no puede ser tocado por el alcalde Pérez Cuéllar porque tendría contra él la mano flamígera de los protectores del ahora diputado y ¿cómo echarse encima al Canal 44 que ahora sí ve todos los defectos de Ciudad Juárez?
Increíble pero la activa ‘muchacha’ del clan morenista, Leticia Ortega, está más ocupada en las iniciativas para sexualizar a los niños chihuahuenses, por matar niños a través del aborto y por todos esos entuertos que se tejen en las mentes retorcidas de quienes se apodran de los derechos humanos para justificar las bajezas de sus jefes políticos que no sabemos por qué están tan interesados en promover, subrepticiamente, la pedofilia.
Y es que así son y actúan los clanes, las mafias: son sectarios, defienden a ultranza verdades absolutas, son proclives a perseguir, hostigar y derribar a los que piensan que los traicionan.
Los ‘Sergio Andrade’ del Congreso, en las filas morenistas, los varones de la política al servicio de ese partido, se turnan para guiar a las ‘muchachas’, que finalmente son la cara visible de la represión y las que suben al estrado a presentar tanta estupidez legislativa que se les ocurre.
En este momento, es visible el coraje y la molestia contra la también morenista Adriana Terrazas. Hay diputadas que no le dirigen la palabra que, a pesar de su cercanía física en la torre del Congreso, le sacan la vuelta y, a veces, hasta la lengua.
Preocupa que a la ex priista y ahora presidenta del Congreso del Estado, a Adriana Terrazas Porras le estén tejiendo toda una telenovela en torno a su vida personal y carrera política para hacerla pública en cualquier momento. La diputada ya dejó de tener la pureza que otorga la absolución de los pecados de los beatos morenistas. De acuerdo a los que se siente traicionados, la juarense ya no tiene la pureza para estar en las filas de ese organismo…ahora si tiene pasado.
Los detractores de Adriana no son los priistas que se siente agraviados por el desprecio, son los mismos seguidores de AMLO y particularmente el dolido Benjamín Carrera. Como dijera el prolífico y siempre bien ponderado filósofo michoacano-juarense, Juan Gabriel, “lo que se ve no se pregunta”. Daba risa el legislador morenista, ¡A su edad…todo un verdolagón!, haciendo pucheros. Allá, ubicado en la tercera o cuarta fila del salón de sesiones del Congreso, allá en galloppa, durante el minuto (casi un siglo) de silencio por los muertos y heridos de Villa Ahumada.
El rostro retador, con los ojos bien abiertos, que no observaban más que a un objetivo humano presente en el salón de sesiones. Desde su curul lanzaban dardos incendiarios contra la humanidad de Adriana Terrazas, sus ojos se posaban sobre aquel rostro adusto, barbón, que hacía juego con la camisa que lleva el color oficial de Morena. Su expresión era de molestia, de ira, de desprecio a la decisión de su compañera de partido que decidió asumir la presidencia del Congreso en lugar del propio diputado Carrera.
La historia está para contarse, recordemos a personajes como Yeidckol Polevnsky Gurwitz, la expresidenta nacional de Morena, que hasta le advirtieron que iría a la cárcel por no sujetarse a los interesas de las mafias y clanes partidistas.
Recordemos al profesor Martin Chaparro Payán a quien el secretario de Bienestar, el máximo líder político del gobierno federal y muy cercano a López Obrador, le dedicó la siguiente frase:
“En el grupo político, Martín Chaparro tiene sus preferencias por algunos actores políticos. Yo no soy santo de su devoción, desde luego que es mi compañero, yo no tengo nada en contra del profesor Chaparro. Le reconozco que ya lleva tiempo en la dirigencia del partido, no es tarea fácil. Creo que ya le llegó su tiempo en el Comité, ya tiene un desgaste natural”.


Más que una declaración, era una clara advertencia en donde señalaba, sutilmente, que su tiempo había acabado. Y ¿cómo pelear contra alguien de la dimensión de Loera de la Rosa?, porque el punto está perfectamente aclarado, no se puede dar patadas al pesebre aunque el pesebre esté podrido.
En aquella ocasión, la respuesta de Chaparro Payán fue sensata y marcada por la inteligencia natural de un político que no es hechizo, sino un genuino personaje de la izquierda, auténtico:
“El delegado dice que no es santo de mi devoción, yo le recuerdo que en Morena no hay santos ni liderazgos consagrados. En Morena hay bases y en ese sentido todos somos necesarios, nadie somos imprescindibles”.
Eso deberían de entender los miembros de los clanes perversos que operan para Morena. Deben de dejar de perseguir lo que les estorba o no les conviene a sus intereses. Sería prudente dejar de estar purificando a los personajes y acciones que ellos consideran ‘santificados’ por una estructura partidista que está llena de podredumbre.
Desde nuestra trinchera, observamos que existe un vasto número de militantes de izquierda que son muy honestos y que siguen luchando por los ideales legítimos que han enarbolado desde hace años.
Una de esas voces es la del profesor Chaparro a quien deberían de escuchar de vez en cuando, no solo madrear como lo hicieron a diario, mientras estuvo en la dirigencia. Este sabio personaje esgrimió una frase que ayuda mucha en la conclusión de este artículo:
“…yo le recuerdo que en Morena no hay santos ni liderazgos consagrados. En Morena hay bases y en ese sentido todos somos necesarios, nadie somos imprescindibles”.