El cuento de los 21 redentores

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LURO VERUM

Por Rafael Navarro Barrón

La aseveración se convirtió en una reflexión que a todos nos cimbra y a ninguno nos deja fuera del engranaje de la culpa: ¿En qué momento permitimos que esto (la violencia desbordada) se saliera de control? Era la referencia del grupo de los 21 empresarios juarenses que, literalmente, explotaron ante la ineptitud, la negligencia, la cobardía y la complacencia oficial.
Los empresarios unidos, algunos con mucha cola para pisarles, porque son parte de esa permisiva casta de rufianes, posaban para la foto, para la cámara, para el momento de valor, para exigir a los tres niveles de gobierno que se pongan las pilas y dejen de simular que combaten a los delincuentes.


En la ciudad, desde hace años, opera –a sus anchas- un ‘crimen organizado’ y ‘desorganizado’ que hace lo que le da la gana cuando el jefe de la plaza lo ordena; sin ningún temor ni respeto, queman camiones, vehículos particulares, tiendas de conveniencia y luego rematan con la calcinación pública de hombres y mujeres que no son de su grupo delictivo o que se ‘bañaron’ (se robaron o perdieron) una parte de la droga.
Veintiún empresarios, de organizaciones ‘patito’ y otras bien posicionadas, levantaron la voz, uno a uno, como un desfile de modas; como una poesía coral ensayada con puntos y comas. Era la pasarela del dinero, de la nobleza de la diezmada metrópoli juarense.
Allí, frente a la realidad de los micrófonos, se quedaron sin gónadas masculinas que pudieran sugerir una molestia con indignación, un coraje a nombre de todos los juarenses. Los dueños del pueblo intentaron dejar claro que, ahora sí, están unidos para pedirles a los gobiernos que ya se dejen de tanta declaración inútil, de tanta telenovela de narcos, de detenciones inventadas y de gastar gasolina paseando a los oaxaquitas de la Sedena y de la Guardia Nacional que mandó el gobierno federal para reforzar la seguridad fronteriza.

Los operativos que disuaden a los criminales, son solo paseos interminables de los seudo robocops montados en las pick ups de ocho cilindros, cuya tripulación siempre llega a hacer bola o a acordonar el área después de un crimen.
Increíble. Cualquier niño de primaria sabe que “el cholo”, que “el perro”, que “el lucas”, que “el piter” venden droga en las esquinas; en casas, en pequeños comercios, en tortillerias; en vehículos; a través de Uber o Didis. Pero los tres niveles de gobierno se pasean, felices de chulear a las muchachas juarenses, mientras los traficantes, de ¡todo!, se dan vuelo en el face, en los WhatsApp inundando la ciudad de vino y licor clandestinos, de ofrecer los servicios prohibidos, pasando como invisibles.
Entonces la pregunta reflexiva: ¿para qué tanto rollo? ¿para qué tanta reunión de seguridad? No sabrá el gobierno lo que ocurre en el Cereso local donde todo se vende y todo se compra.
El razonamiento es como una mentada de madre: en Juárez hay que ponerse a trabajar ¡ya!, no solo por la violencia, sino por el remedo de ciudad que nos dejaron los alcaldes y gobernantes ineptos, voraces y ladrones que ha tenido la frontera.
Para decirlo con todas las letras, los empresarios están faltos de gónadas, están escasos de calidad moral y sus propuestas mediocres fenecen a los tres días de expresadas.
No los escuchan los ‘tres niveles’ de gobierno porque están listos para bajarse el ‘chon’ en cuanto les aprietan las tuercas.


No les creen porque se han quedado mudos ante las obras mal hechas, ante el saqueo impune de los ex alcaldes, ex funcionarios y ex gobernadores. En las pláticas de café abundan los detalles de la robadera, de la ratería, pero esa información solo es para matar el tiempo, no para detener corruptos.
Los labios de los empresarios se han paralizado ante la inocultable realidad de los jefes policiacos corruptos que son más peligrosos que muchos de los delincuentes contra los que luchan las fuerzas operativas -con todo y el helicóptero que nos mandó Maru Campos.
Correcto sería mirar el pasado y observar como la ciudad se desploma entre tanto bache heredado, entre la suciedad de las calles, banquetas, camellones, terrenos baldíos, plazas públicas. No se diga el centro de la ciudad y todos esos lugares que no se barren desde hace varias administraciones; miles de árboles y plantas que no se riegan y parece que a nadie le importa. Literalmente se nos está muriendo la ciudad, pero es más importante que Don Boletón, del pillo de Armando Cabada, siga ingresando recursos y vulnerando el reglamento de Comercio.
Mención aparte merecen las obras estatales, las de Javier Corral, que son un atentado a las reglas urbanísticas básicas. Otra vez la historia de mudez de los empresarios, salvo la reacción viril de Manuel Sotelo, el líder de los transportistas, una de las voces más conscientes y representativas de la frontera.
Su oposición a las obras viales del gobierno de Corral Jurado ocasionó una persecución en el nivel de terrorismo fiscal. La administración estatal no tuvo límite para perseguir al empresario transportista, ícono de la disensión inteligente. Cuatro auditorías estuvieron a punto de descarrilar la paciencia del empresario que sufrió las reglas no escritas de la disidencia social.
En la visión gubernamental, así como un malandro nunca hará caso a los llamados de cordura, de entregar las armas; así como los malandros no tienen ganas de dejar de asesinar a sangre fría y de abandonar su carrera de muerte, acabando con la vida de inocentes a quienes les venden droga…así, en el mismo sentido, los gobernantes no están en condiciones de hacer caso de que ya no roben; de que ya no mientan; de que no sean huevones y corruptos y se pongan a trabajar.
Es indignante e insultante observar las riquezas de los ex alcaldes de Juárez y el poderío de los ex gobernadores de la entidad. Con sus muy notables excepciones, ninguno de ellos vive condición de extrema pobreza. No trabajan, ni tienen un modo honesto de devengar un salario, como sucede con los pensionados del Issste o del Seguro Social.


No me digan que el huevón y rajado de Reyes Baeza tenga la necesidad, como abogado, de sacar borrachos de la cárcel a través de su bufete legal para sobrevivir. Entonces, ¿de qué vive actualmente? ¿Cómo justifica la hueva que se carga, las horas nalga en los restaurantes de Delicias, de Chihuahua, de la Ciudad de México, donde pasa sus días?
La misma hueva, como forma de vida, opera con su tío, Fernando, que presume de ser agricultor. ¿Imaginan cuánto dinero tienen ambos en sus inversiones y cuentas bancarias? Sería como una mentada de madre a quienes se esfuerzan por años aportando al Seguro Social, al Issste, o las pensiones estatales o municipales.
Pregúntese de qué vive Francisco Barrio, de qué vive Patricio Martínez. ¿Cómo viven? ¿Dónde trabajan? ¿A qué dedican el tiempo libre?
Observemos los negocios, las fortunas de los políticos que fueron electos como alcaldes de las grandes ciudades del Estado. Todos viven en la jauja. Sus negocios crecen, impecables. Construyen, compran inmuebles, se dan la gran vida. Tienen restaurantes, negocios de todos los giros, inversiones por doquier. Lo presumen como un logro empresarial, pero todos sabemos de dónde proceden esas fortunas. Algunas están manchadas por la sangre que se derramó en las calles de Ciudad Juárez y Chihuahua.
Pero ellos, los ex alcaldes, ni se inmutan. No sé si puedan dormir por las noches. No sé qué opinan cuando viajan por las calles sucias y deterioradas de la ciudad y caen en el bache que no taparon por robarse lo que le tocaba al pueblo. Miserables.
Pero ya tenemos quién nos defienda. Los feroces empresarios juarenses exigieron que la ciudad de ponga en paz para que ellos puedan seguir ganando, creciendo, trabajando sin la monserga de los delincuentes comunes y organizados que han convertido la ciudad en un cementerio público.
Quemaron un santuario bendito de la cerveza y la comida chatarra; del buen café que nadie niega su calidad; de las recargas telefónicas y los envíos de dinero en todo México y el extranjero. De las 17 mil 440 sucursales de Oxxo solo quedan 17 mil 439, quitando la que los malandros quemaron en ciudad Juárez.
Siendo justos, ninguna tienda de conveniencia sobra ni en la ciudad ni en ninguna parte del país. El estado debe de garantizar la libertad empresarial, aunque López Obrador sostenga los Oxxos son negocios que evaden el SAT, que son abusadorcitos, que pagan muy poca electricidad no obstante la gran misión que tienen de enfriar las ‘chelas’ que se consumen en cada rincón de México.
Por la violencia y por los riesgos a sus negocios, los empresarios están molestos. Molestitos, pues. Consideran que los hechos violentos que se viven diariamente en Juárez, las quemazones, los calcinados y calcinadas en la vía pública, las agresiones a balazos, los desmembrados y decapitados, es un “franco reto a las autoridades”.
En la pasarela empresarial, como modelos de Gucci y Carolina Herrera, después del ‘rozoncito ramplero’ a los ‘tres niveles’ de gobierno, la sinceridad de los inversionistas brota por los poros. Los hechos delictivos “son muy preocupantes para todos los que nos dedicamos a manejar una empresa”, dice uno de ellos.


La pasarela continúa: uno a uno, los dueños del dinero, exigen, pelean, denuncian, lloran, ironizan, se quejan, se pitorrean de los gobierno, echan cacayacas a los huevones diputados chihuahuenses que no dicen ni pío cuando se trata de violencia. Alguno de las plañideras adineradas recuerda un dato ocioso: “No queremos que esta ola se desborde y llegue a los niveles que sufrimos en el 2008 y años posteriores, cuando los delincuentes se apoderaron de nuestra ciudad”.
Pero los empresarios se equivocan. Los delincuentes tienen la ciudad a sus pies. Co-gobiernan teniendo como brazo armado a un ejército de policías, de los tres niveles. Juguetean con los gobernantes en turno y los ayudan en sus campañas políticas.
Es tan subjetivo señalar a la delincuencia de Ciudad Juárez como a los malandros que integran los grupos delictivos. La realidad es que delincuencia son también los jueces corruptos, los tránsitos corruptos, los inspectores de Gobernación y Comercio Municipal corruptos es la triste realidad de la frontera hablando de delincuentes, porque si nos vamos a los hechos, muchos políticos que ya gobernaron deberían de estar en prisión en lugar de vivir en la comodidad de sus ganancias, haciendo gala de sus aventuras galanescas y llenas de corrupción.
Los dueños del pueblo, confiesan que, juntos, representan a varias miles de empresas formales de Juárez y le dan empleo a una gran parte de los trabajadores formales que existen en la ciudad.
Y se quejan de que “sólo una parte muy exclusiva de liderazgos empresariales juarenses participan con el gobierno en las decisiones de salud, de desarrollo económico y de inseguridad”.
Esta última verdad taladra la conciencia social, porque los ‘empresarios’ que se doblegaron ante el gobierno, los ‘exclusivos’, no se hartaron de robar y lo siguen haciendo y nadie tiene intenciones de romper esa cadena de impunidad. Organismos como Ficosec y Fechac centran sus operaciones en la simulación a cambio del silencio, de mover la cola y rascarse la cabeza con un bote en la mano, para recoger el dinero con el que han entrado a la monarquía empresarial.

En ese escenario de denuncia, el líder de Ciudadanos Unidos, Francisco Aguirre deleito a los presentes refiriendo la penosa realidad legislativa. Diputados inútiles, que dan pena ajena y que carecen de responsabilidad social. Lo único que les importa es loar a sus compañeros gobernantes. Defienden a ultranza sus tesis partidistas.
La reflexión no deja duda alguna: ¿En qué momento dejamos crecer la inseguridad, si somos más los buenos? Somos más los que nos levantamos cada día a trabajar, a generar riqueza y empleo para Chihuahua y los chihuahuenses.
La respuesta todos las conocemos. Dejamos crecer la violencia y los violentos, porque los gobernantes son parte de esa estructura. Solapan, encubren, se hacen tontos, miran a otro lado para garantizar la inacción que es más redituable que la acción.
Para que esta condición de violencia cambie, debe de existir una voluntad férrea que surja desde la estructura administrativa que esté decidida a actuar para frenar la espantosa impunidad. La violencia acabará cuando los políticos que han robado sin misericordia las arcas públicas empiecen, en fila, a entrar a las cárceles y purguen por el daño patrimonial cometido.
César Duarte no es el único ladrón y para muestra admiremos los grandes imperios que se levantan en la ciudad. Imperios que han perdido todo el Decoro.