Por: Gerardo Hernández Ibarra
Resulta común desde tiempos inmemoriales, que quienes detentan el poder político en diferentes latitudes, se hayan sentido atraídos y seducidos por la tentación de intentar que los antagonistas políticos -aun los de su mismo partido- reculen o inhiban sus pretensiones de abordar el poder; para lograr este fin, recurren al uso de los aparatos de procuración e impartición de justicia. Pareciera que la lógica, la modernidad política, el avance de los medios masivos de comunicación y de las redes sociales, nos indicarían que, ante estos pasos agigantados de la civilización, deberían estas prácticas, estar cada vez más ausentes en los gobernantes y sus allegados, pero no, en pleno siglo XXI siguen vigentes.
En México a través de su historia pululan los ejemplos de esta mala praxis del poder público, exacerbadas durante los siglos XIX y XX; el XXI claro que no está exento de ellas; durante el inestable siglo decimonónico, nuestro país después de una larga lucha por lograr la independencia de la corona española, cayó en la inestabilidad política interna, no había acuerdos en la forma de gobierno a adoptar; luego vino la guerra, invasión y perdida de la mitad de nuestro territorio nacional en manos de los estadounidenses; posteriormente la guerra de reforma, aderezada por la invasión de los franceses y la persecución del gobierno del Lic. Benito Juárez García; este muy difícil siglo para el naciente país independiente, finalizo con la llegada de la dictadura porfirista; ninguno de estos acontecimientos estuvo libre de excesos y abusos del poder para doblegar a los no afines, en una descarnada lucha por lograr ser los principales actores, decisores y ejecutores del gobierno mexicano.
En los últimos años hemos visto con cierta perplejidad, que estos usos se siguen dando a pesar de la creación de órganos autónomos y organizaciones de la sociedad civil, nacionales e internacionales que tienen que ver con: los derechos humanos, la equidad de género, la protección a víctimas del delito, el voto libre y secreto, los observatorios del delito, etc. con singular asombro la sociedad mexicana tiene el aroma y el sabor de que en este tema, pareciera que no hemos podido o querido evolucionar y los detentadores de los gobiernos de todos niveles, siguen cayendo en la seducción del uso del poder, para iniciar y armar investigaciones a modo, -esto a pesar de la creación de las llamadas fiscalías autónomas- lo hacen para lograr que los adversarios políticos propios y/o extraños lleguen ante un impartidor de justicia.
En esta colaboracion no abordaremos en específico los casos ya muy conocidos de los últimos gobiernos; federal y estatal; en el ambiente político se ha propiciado una alta expectativa positiva para la sociedad mexicana en los temas de procuración e impartición de justicia, sin embargo a los lectores estoy cierto les vendrán varios temas de personas, que están en procesos judiciales y que afirman muchos juristas, no deberían estar en esa condición jurídica, otros también como se dice andan a salto de mata defendiéndose a la distancia, argumentando y tratando de demostrar que son perseguidos políticos, vale también decir que de forma reiterada, cuando así lo deciden desde los gobiernos, en cuanto se inicia una investigación o deciden que es el momento político-partidista preciso, se hacen juicios sumarios mediáticos o en redes sociales, violando flagrantemente la presunción de inocencia.
En la ambiente queda evidente que hay casos donde opera totalmente lo contrario, es decir algunos imputados son protegidos y gozan de múltiples canonjías políticas y jurídicas, desde las altas tribunas. En estas ancestrales y nocivas practicas del poder público, no queda más, que, como sociedad y/o de forma individual; ¡hacer uso de cualquier foro o trinchera y exigir en este, y todos los temas de la vida pública, el cabal apego a la Constitución General de la República, a las leyes secundarias y a sus reglamentos!
Frase para reflexionar
“Ningún vencido tiene Justicia si lo a de juzgar su vencedor”
Francisco de Quevedo, escritor español del Siglo de Oro, (1580-1645)