El Juárez de Maru y el Juárez real

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Luro Verum

 

Por Rafael Navarro Barrón

Maru Campos se dio vuelo en un nuevo despliegue espectacular con seis enormes luces leds y seis pantallas gigantes; frente a la gobernadora, un apuntador tamaño king size es el responsable de la fluidez del discurso que preparó para los juarenses la jefa del poder ejecutivo del Estado.
El despliegue faraónico inunda el gimnasio de Bachilleres, ubicado en un costado del Parque Central. Unos enormes copos de nieve rocían a los invitados que ese día son testigos de cómo se gasta 1.5 millones de pesos del erario en dos horas de parafernalia gubernamental.
Y la erogación cala cuando en los baños de las oficinas públicas no hay ni papel sanitario. La vergüenza ronda en oficinas clave, como Recaudación de Rentas donde expiden placas de cartón para los carros recién registrados porque no han llegado las placas metálicas, que están previstas para el mes de mayo; las licencias de manejar están suspendidas, a cambio se entrega un vale mientras llegan las micas, que también están agotadas.
No hay plazas nuevas y los que fueron contratados en octubre apenas están recibiendo sus primeros pagos en modalidad de abonos, como si fueran cobradores de la tienda de Elektra.


Pero el Plan fronterizo de Maru establece dos mil millones de pesos adicionales para Ciudad Juárez con la novedad de que los habitantes de la metrópoli serán los que elijan en qué se gastan. Efecto de la demagogia participativa que solo en el discurso se escucha bien.
Luego nos anunció el regreso de las guarderías que fueron desaparecidas por la terquedad del presidente Andrés Manuel López Obrador. Muy pocos aplausos recorren el auditorio porque cuando nos hablan de esos programas, pensamos en los negocios de los ‘gandayas’ juarenses ligados con el poder, nos viene a la mente los excesos del pasado.
En esa escalada de anuncios, la gobernadora revela su decisión de quitarle el nombre al sistema de Transporte, que su antecesor, por quedar bien con la familia De la Vega, le puso el nombre de ‘Bravo Bus’. Ahora se llamará ‘Juárez Bus’ y los camiones que circularán por la ciudad están en Manzanillo, Colima a unos días de ser trasladados a Ciudad Juárez, los están rotulando.
La mañana grita con fuerza que todavía los ciudadanos tienen frío. Nieve y agua nieve en la fiesta de Maru. La alternativa primaria es calentarse con leña o como decían los campesinos, a puras mentadas de madre, porque la Comisión Federal de Electricidad nos aplicó un mortal gancho al hígado con recibos que exceden los límites de la lógica comercial.
En la versión fronteriza de la presentación del Plan Estatal de Desarrollo, reinó la mesura y se limitó la parafernalia a la que nos va a acostumbrar el equipo de Maru Campos. La premisa es muy sencilla, cuando las crisis rondan las estructuras de gobierno, no hay nada como envolverlas con filigrana, como ocurrió ayer.
La única presentadora del proyecto fronterizo fue Maru Campos. Ahora no subió al Fiscal General del Estado, Roberto Fierro Duarte, porque aparte de que no sabe leer, el futuro que ofrece para la justicia es una falacia; también nos negaron el derecho de escuchar hablar con fluidez y gallardía al ingeniero Gilberto Loya que dentro de pocos meses estará permanente en Ciudad Juárez para demostrar lo que todos sospechamos: que de seguridad no sabe nada.
Ahora sí, se limitó la intervención de Luis Serrato, el coordinador de gabinete y se le dio el lugar al secretario General de Gobierno, al mismísimo Cesar Jáuregui que escoltó a Pérez Cuéllar durante el evento y que dedicó buen tiempo a dialogar con el presidente municipal del tema que los apasiona a ambos: de la grilla.
En la cúspide de la fiesta de Maru, lo mismo que en Chihuahua, el desfile de los pobres; la pasarela de las fuerzas del orden público y la marcha de los trabajadores, para que el pueblo los vea y crean que detrás de Maru está el pueblo bueno y sabio.
Y para rematar, otra vez el confeti, pero con menos intensidad que el que se utilizó en la capital del Estado.


La fiesta comenzó con la presencia del mismísimo alcalde de Ciudad Juárez quien adjudicó el marranero de la ciudad a Javier Corral y no al cínico ex presidente municipal, Armando Cabada, presente en el evento como un auténtico apestado. Su figura se pavonea entre los presentes con la suficiente pena ajena por la acusación de corrupción que pesa sobre su caótica administración municipal.
Y por allí alguien dijo: “o este guey es muy cínico o es muy pendejo”, porque el juicio de nuestra ciudad, emitido a medias por Pérez Cuéllar y abiertamente por Maru Campos, cayó sobre el ahora flamante diputado pluri que se sentía más incómodo que un gato en una asamblea de perros.
Durante su intervención, una risa nerviosa campea por en el rostro del alcalde morenista, Cruz Pérez Cuéllar. En el ala poniente de un gimnasio de Bachilleres casi a oscuras, tres chicharos con consigna le pretenden aguadar la fiesta al presidente que, en más de cinco ocasiones, ha recibido el epíteto de “mentiroso” e “hipócrita”.
El pueblo bueno y sabio acudió escuchar el mensaje de la gobernadora Maru Campos que nos presenta la versión Ciudad Juárez del Plan Estatal de Desarrollo.
Antes, en un mensaje grabado, la tal Maru nos sacó el aire cuando dijo que Chihuahua “no es de izquierda ni de derecha sino del norte”. Y cuando el alcalde se subió al podio para darle la bienvenida a la gobernadora, los tres chicharos de la colonia ‘Juanita Luna’ estaban listos, con la consigna asignada, para mortificar al alcalde llamándolo ¡hipócrita y mentiroso! y acusarlo de tirar sus casas.
Una mujer, de voz chillona, de pronto sube el tono de sus gritos olvidando el protocolo, el glamour y las buenas costumbres. Porque en ese momento había de todo: políticos, empresarios, funcionarios, legisladores, líderes religiosos…hasta un proxeneta descubrimos entre el respetable.
Es entonces que el alcalde, como si fuera un gas bucal, lanza una risotada nerviosa y se tiene que detener en su discurso, cuando acaba de empezar a tejer una idea motivante que genera en Maru Campos una abierta de ojos y una sonrisa de oreja a oreja.
Palabras más o palabras menos, el alcalde hizo justicia a los chihuahuenses al establecer que al huevón de Javier Corral le pagamos 5 años para que jugara golf y “tengo entendido que no aprendió”, refirió Pérez Cuellar frente a un imponente auditorio cercano a los 8 mil invitados.
La referencia a detalle llevó a Cruz a referir el desmadre que el que “encontramos la ciudad, especialmente sus calles “hechas un desastre” y acusó al exgobernante Corral de quien dijo, tiene un problema de sordera y de desorganización, que en términos coloquiales se puede catalogar como un auténtico caso de “importapoquismo, por no decirlo de otra manera”, mencionó el alcalde.
Y como Cruz no es tonto, no se comió la idea de que las cartulinas mal hechas, con falta de ortografía pidiendo justicia para la ‘Juanita Luna’, sea un acto fortuito.
Los colaboradores del alcalde tienen varias hipótesis:
Primera: están seguros que la gobernadora no tiene nada que ver en el asunto de la Juanita Luna; Segundo: el acto fue orquestado por un tercero porque en el clima de cooperación no cabe la traición de Maru; Tercero: los tres chicharos de la Juanita Luna entraron por la puerta de los plebeyos y salieron por la de los cortesanos. ¿Quién los dejó salir?; Cuarto: El que los llevó es un resentido panista que odia la idea de que el alcalde Pérez Cuéllar haya dejado el partido que fundó Gómez Morín; y Quinto: el ‘compló’ se circunscribe en una mezcla de zanahoria y garrote para dejar en claro que el que se mueve, no sale en la foto.
Y cómo no dudar de una de las hipótesis, si los tres chicharos se plantaron afuera de la puerta por la que salió el mismísimo Pérez Cuellar y luego Maru Campos y su equipo.
Y cómo no dudar si a Pérez Cuéllar lo ofenden y a Maru le dicen “¡te queremos güera!”.
Cuando el sol empezaba a pintar de nuevo el cielo, el evento llegó a su fin. Concluyó con un sabor en la boca que convence, pero no genera certidumbre.
Bien lo dijo la gobernadora, “sé que hay muchos motivos para no creer” en lo que estamos proponiendo. El punto final nos lleva a una realidad lacerante: el Juárez que María Eugenia Campos Galván observa en este momento que “empieza a cambiar”, los juarenses no lo vemos. ¿Será un caso de astigmatismo político?