Luro Verum
Por Rafael Navarro Barrón
El frío cala en la humanidad de los oaxaquitas vestidos de café táctico. El reclamo a la madre naturaleza, que surge de la boca de estos diminutos soldados, es más que razonable. Estamos en pleno invierno y a los nativos de las tierras cálidas del sur del país les tiembla hasta el alma.
El corte de pelo, casi en su totalidad rasurado, no ayuda mucho para que estos bajitos servidores del país se puedan guarecer de las temperaturas gélidas, por eso la madrugada se va entre mentadas de madre.
Una densa nube gris cubre Ciudad Juárez. Así ocurre cada vez que el frío arrecia. La explicación está en el aumento desmesurado al precio del gas LP y Natural. La ciudadanía friolenta ha recurrido a la leña que se consume en calentones y chimeneas.
En realidad, es el resultado de la jodidez, de truhanería que cometen con los fronterizos los dueños de las compañías de gas. Perdón por el término, pero no tienen madre; roban y roban, sacrifican el bolsillo juarense; tanques que deberían de acabarse en una semana, consumen su contenido en tres días.
Y no se hable del gas natural. Un robo en despoblado, pero con la garantía de que si pagamos a tiempo, para que la pobre familia que administra la concesión no se quede sin comer, podemos ganar un boleto al Mundial de Futbol de Qatar. Qué poca madre.
La nube negra no es culpa de Profepa, ni de la dirección de Ecología del Municipio. Es responsabilidad de los concesionarios del gas LP y Natural que están hinchados de robar, de aprovecharse de la necesidad del pueblo. Y todavía los tenemos que aguantar en la política dándonos recetas económicas, anclados a una insensibilidad que raya en lo criminal.
Por eso, la única forma de que el gobierno federal entienda lo que es Juárez, es pasear por las calles de la ciudad, a las 4 de la mañana, aguantando los menos cuadro grados centígrados.
Es necesario que el señor presidente observe a las miles de amas de casa que dejan solos a sus hijos para ir a trabajar a la industria maquiladora transnacional, que son sinónimo de explotación y abuso.
Que observe el mismísimo AMLO a los miles de hombres al caminar por las calles fronterizas, en plena ruta hacia la sobrevivencia con una chamarra gastada, oliendo a leña, temblando de hambre y frío.
Lo pobreza extrema, según Maru Campos, se cuenta por miles. Algo así como 350 mil para ser exactos, según datos de la gobernadora. Y a las cifras alarmantes hay que agregar la rapiña de los últimos gobiernos municipales. La incapacidad del gobierno corralista que dejó el Estado y la ciudad donde vivió toda su niñez en el abandono total.
Mientras la ciudad despierta la mañana del viernes, en el 35 Batallón de Infantería se teje otra historia. Doctos, en eso de mentar madres y maldecir, un cabo que porta con gallardía el traje militar se queja por lo que experimenta su humanidad a las 4:00 de la mañana: ¡Qué pinche frío!, dice entre las penumbras, montado en el asiento principal de una camioneta de la SEDENA que está lista para trasladar a los reporteros que participaran en la reunión con el presidente.
Ni más ni menos, cuatro grados centígrados a unos minutos de las 5 de la mañana. Y para colmo, en la radio portátil, se anuncia que está a punto de llegar el presidente de la república a las instalaciones militares. Eso implica moverse, estar alertas, sortear la crudeza del frío a la intemperie.
El presidente, primero desayunará con el gabinete de seguridad y la gobernadora Maru Campos y luego estará frente a una veintena de reporteros en la tradicional rueda de prensa mañanera.
Los inquilinos de la ciudad militar se prepararon para la ocasión. Durante una semana limpiaron el muladar que circunda el 35 Batallón, en la calle Barranco Azul y el icónico Eje Juan Gabriel. De sol a sol, con lluvia, con cielos nublados, con aires de 60 kilómetros por hora, los soldados realizaron la faena de limpieza entre mentadas de madre a los mandos superiores.
Un convoy de unidades blindadas, guiadas por agentes de todas las corporaciones y, obviamente, por el glorioso Ejército Mexicano, llegan a las instalaciones militares a la junta de trabajo. Allí están nuestras insignes autoridades de los tres niveles de gobierno intentando arreglar nuestro universo, poniendo sal al guisado social que clama respuestas.
El gabinete de seguridad reparte estadísticas a diestra y siniestra. Bajaron los crímenes, bajaron los secuestros, bajaron los robos de autos. Todo a la baja. De 100 homicidios dolosos que había ya nada más tenemos 75. ¡Qué alivio!, se respira gloria y triunfo.
Minutos antes, el señor presidente, su geriátrica comitiva y los gobernantes chihuahuenses, transitaron por las calles de una ciudad que se cae a pedazos. Sucia, con las calles agujeradas, inservibles, oscuras. El mal aspecto es la carta de presentación aún y en las mejores zonas. La nube de smog es más densa que otros días. Da la impresión de que estamos en los terrenos de Jack el Destripador, en el barrio londinense de Whitechapel.
Pero no, es el humo de los calentones de leña. Tres costales de leña por 100 pesos; o pedacería de pallets de pino desecho de Estados Unidos, a un precio más módico. Si se trata de quemar, sobran troncos.
La mesa donde se celebra la reunión del gabinete de seguridad, es amplia. El presidente lleva una chamarra verde y no se sabe cuántos suéteres porque una bufanda gris esconde su vestimenta.
Maru porta un abrigo pluma de ganso, color crema; con una bufanda roja envuelve su cuello; su mano derecha nos remonta a su última visita a Ciudad Juárez, cuando cayó inexplicablemente y se hizo un esguince en el dedo pulgar derecho.
Ese día hay optimismo porque bajaron los índices delictivos. Los juarenses estuvieron tentados a salir a las calles a festejar la disminución. Nada más nos robaron 700 carros en enero. ¡Qué bendición!, vamos bien; todos sabemos que el éxito del programa de seguridad se centra en los miles y miles de efectivos que andan tirando rostro por las calles de Juárez, gastando litros y litros de gasolina, empuñando rifles de alto poder y pistolas reglamentarias.
Es el viernes 11 de febrero. Con el frío en ciernes de menos cuatro centígrados, los varones recienten el efecto anatómico en su parte viril. No sé qué teoría sustente el principio del encogimiento del que cariñosamente llamamos pirrín, pero es una realidad que todos comentan.
Es tan desafiante y vergonzoso que los hombres del presidente que rebasan los 70 años se quejan de esa conmovedora molestia.
Cuando intentan ‘hacer del uno’, es una verdadera odisea que cala hondo en la honorabilidad de los varones que alguna vez fueron productivos, que sentían el poder del chorro sobre el mingitorio y que ahora, viven la vida como los senectos franceses que, por ley, se sientan en la taza del baño para hacer pis.
Porque aquel asunto, todos lo saben, se va haciendo chiquito chiquito, como que se mete, se vuelve como la cabecita de una tortuga asustada y finalmente el caso se tiene que analizar dentro de la urología geriátrica.
Los reporteros han llegado a la ciudad militar. Antes de que el gallo cante, Carla Espinoza, vocera de Bienestar en el Estado de Chihuahua, ha tomado dos veces lista a los presentes.
Minutos antes, los periodistas, fueron interceptados en la entrada del 35 Batallón de Infantería y llevados, como se traslada a los criminales, en la parte trasera de una de las camionetas pick up que utiliza el ejército.
Los arrimaron a una zona donde los miembros de la SEDENA prepararon el ‘desayuno’ que se sirve en unas mesas altas, provistas de bancos. Nada especial en el menú militar. Café, agua, refrescos, galletas, pan, sándwich.
A los pocos minutos, apenas con el café a medias, el traslado a la zona de la Mañanera. Otra vez, el viaje, en la parte trasera de las pick ups militares. El frío está en el rango popular conocido como ‘congela mocos’, que pone a temblar a los oaxaquitas vestidos de café táctico; en esa sola madrugada agotaron todas las mentadas de madre que tenían previstas para el viernes peleándose, inútilmente, contra la madre naturaleza.
En la mente de algunos reporteros va la recomendación cordial del jefe de comunicación social del Gobierno del Estado, Carlos Barranco.
El otrora guerrero de la pluma sublima la petición para que sean respetuosos con la figura presidencial. Para nada se dicta línea, ni se censuran temas. Es cuidar las expresiones, las alusiones, la energía en las preguntas…que entiendan, chingao, que es el presidente y no lo hagan enojar.
Entonces empieza la mañanera y todos nos ponemos a escuchar al Tlatoani, al jefe comunal de este país, al patriarca, al responsable de guiar al México contemporáneo.
Frente a los periodistas, la figura siempre sonriente de Maru Campos, porque es mejor sonreír, que pelear, ella misma lo dice. Lo razonable es no dejar de poner buena cara al mal tiempo de Chihuahua. Disentir, moverse de la rayita donde AMLO quiere que todos estemos, es afrontar la vara de la justicia, el reclamo que nos ubica en la fila de los Conservadores, en la mafia del poder.
Por eso el arma de Maru es sonreír, aunque el Tlatoani se meta con la derecha, en la que milita nuestra gobernadora, aunque el señor presidente recicle sus fobias personales sin resolver los problemas torales de Chihuahua, de Ciudad Juárez, la tierra donde gobierna uno de sus distinguidos correligionarios, el señor Cruz Pérez Cuellar, Cruz, le dice el presidente.
¿Los dos hospitales pendientes y prometidos por el presidente?; dará instrucciones; ¿la regularización de autos?, a modificar los criterios y echar a patadas a Nora Yu, la ambiciosa Agente Aduanal que ya se estaba chupando los bigotes para hacer negocio; ¿la reducción del precio del gas y las gasolinas?; el ciudadano presidente finge demencia, seguirá como promesa de campaña…y así, puras mermas.
Pero ese día, hay que aguantar vara, en silencio. Debemos ser como Juan Carlos Loera. Ese día #Todos somos Loera. Silenciosos, obsequiosos. Mirando con recelo a Maru Campos porque le ganó la elección y celando a Pérez Cuéllar porque el sí llegó y el delegado de Bienestar se quedó en el camino.
Lo mejor pues es escuchar el monólogo interminable hasta que fenezca el sexenio y levantemos a otro emperador.