Las andadas del jefe Brincos Dieras y el Capitán Centinela

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Luro Verum

Por Rafael Navarro Barrón

Cuando el comediante ‘Brincos Dieras’, el payaso más irreverente de México, entra a un escenario, el vulgo, el pueblo, la plebe, la chusma…pues, se enciende y es, justamente, cuando el cómico, que lleva pintada la cara y viste con traje de bufón, profiere insultos, mentadas de madre, chistes e infinidad de alusiones sexuales, especialmente contra los ‘putitos’, por putitos.
Si encuentra un varón en el camino, el payaso le agarra el trasero o lanza el tirón de mano a la parte viril del improvisado patiño. No hay restricción para Brincos Dieras, por eso es tan popular y llena los escenarios de México y Estados Unidos.

Los actos de misoginia son comunes, así como la discriminación de género, haciendo referencia a los ‘raritos’ y las ‘machorras’, como él les llama.
Burlarse de las personas morenas, chaparras, porque parece indio, por gordos o gordas…es común durante el show donde el público ríe y se divierte.
“Mira nomás este cabrón…se imaginan las cacotas que hace…si le pones bigotes va a parecer que de la cola le salió un bagre”, dice Brincos Dieras, mientras el hombre excedido de peso se ríe de él mismo y luego baila al ritmo del DJ le toca, porque de eso se trata, de divertirse, de sacar los complejos y ser uno junto con Brincos Dieras.
Los que llevan a su pareja son exhibidos y el oriundo de Monterrey les grita ¡culos! ¡culos! ¡culos!, porque no se atreven a elogiar o mirar a una mujer ajena que está en el escenario realizando actos sensuales.
Brincos Dieras ha venido a Ciudad Juárez en varias ocasiones, la última fue casi al concluir el mes de agosto. Se presentó en el Evolution, ubicado en el Paseo de la Victoria.

La exitosa carrera del payaso Brincos Dieras pasaría desapercibida en Ciudad Juárez, sin la distinguida presencia de un actor político, digno de mención. Sí, en un discreto lugar del auditorio, replegado y custodiado, se ubicó el Secretario de Seguridad Pública Municipal, César Omar Muñoz, esa noche convertido en parte del público marrullero y grotesco que aplaudió al irreverente y se divirtió a lo lindo.
El jefe policiaco no está solo, un grupo de agentes encubiertos del equipo táctico-preventivo, le brinda seguridad personal. Así quisiéramos todos los juarenses, estar seguros. Con la tranquilidad en casa, donde se meten los ladrones a sus anchas; o en las pizas Little Cesar; o en los Del Río, o en los Oxxos; o en el restaurante Deny’s; o en los camiones urbanos que son quemados a las anchas de los delincuentes cada vez que se enojan.


Ese día, el jueves 25 de Agosto, ya se había rebasado el número de delitos registrados en Mayo, que fueron 111 y que convirtieron el ‘mes de las madres’ en el más violento del 2022, hasta llegar Agosto, que cerró con 121 crímenes; 121 personas que no pudieron reírse con las pendejadas de Brincos Dieras, como lo hizo el flamante secretario.
Lo mejor de la anécdota, es que el irreverente payaso gozó de la tranquilidad de Ciudad Juárez, repito: algo que no podemos decir la mayoría. Ese día, decenas de agentes policiacos, provistos de armas largas y patrullas, custodiaron gratuitamente el Evolution y a su máximo jefe policiaco. La seguridad ante todo, para el que se juega el pellejo dándole seguridad a Ciudad Juárez.
El operativo era algo que llamó la atención aquel jueves por la noche, no como el ‘jueves negro’ (quince días antes), sino como el que enarbola el día de farra, la algarabía y el festejo ¿por qué no? cuando la ciudad es la número uno en el Estado y una de las más distinguidas en la ‘violencia intrafamiliar’, porque existen muchos pendejetes como Brincos Dieras que denigran el valor del matrimonio y muchos otros, igual que él, que le aplauden sus chistes estúpidos y llenos de sarcasmo.
Y sí algo podemos expresar a favor de la diversión de los ‘mandos superiores’ de las corporaciones policiacas, es que a muchos de los ciudadanos de esta frontera les importa un soberano cacahuate lo que hagan en sus horas libres.
El problema no es que los policías se diviertan, sino cómo se divierten. De allí las dudas, como en el 2009, cuando el Ejército Mexicano, por órdenes de la Procuradora de Justicia de aquella época, Patricia González, procedió la detención y desarme de todos los agentes de la Policía Judicial del Estado. En fila y denigrados, pasaron al dominio siempre cruel de las fuerzas castrenses y recibieron el perfecto trato de perros. Fueron humillados y hasta torturados sicológicamente; a algunos los golpearon.
Muñoz era entonces un joven policía al servicio del Estado, ahora es el secretario y goza de una maestría universitaria otorgada por la Uacj.
El día que la procuradora lo determinó, el flamante seguidor de Brincos Dieras, fue arrestado por siete días junto con decenas de agentes policiacos, incluyendo dos mujeres; el comandante Muñoz fue investigado, porque el Ejército y la Procuradora tenían la sospecha de que muchos de ellos servían al crimen organizado o eran sus halcones.
Vencido el plazo, Muñoz fue liberado y regresó a las filas de la institución. Los alcances de los castrenses son de sobra conocidos por el actual jefe policiaco, que por azares del destino ahora le toca laborar para una administración Morenista, cuya representación federal decidió entregarles todo el poder.
El día del ‘arresto’, el maestro Muñoz observó cómo la protección constitucional, sobre todo los derechos humanos de él y de sus compañeros policías, los guachos se los pasaron por el arco del triunfo como lo hacen en la actualidad, pues un sexenio de ‘abrazos y no balazos’ y la predicación farisaica de su comandante en jefe, no ha podido y no podrá modificar una conducta arrabalera, corrupta y abusona como la que ejercen los militares.
Pero estaba en otro asunto. Tengo que decir que en esa caja de cristal en la que viven los jefes policiacos, las evidencias muestran los gustos, los lujos personales de los encargados de la seguridad pública y la investigación.
Es absurdo lo que ocurre en las corporaciones: los narcotraficantes mandan asesinar, secuestrar, herir a agentes policiacos y, en muchas ocasiones, a inocentes que son víctimas colaterales…y los que dirigen las agencias policiacas y sus subalternos inmediatos, se alegran y hasta cantan los narcocorridos en las ruidosas fiestas donde participan bandas, conjuntos rancheros y mariachis.
Son apoteóticas las reuniones en las ‘granjas’ alejadas de la mancha urbana, casi siempre propiedad de alguno de los altos mandos o de un ‘amigo’ del comandante equis. Allí es donde desfogan catárticamente sus miedos y excesos pensando que el Filósofo de San Guillermo tenía razón cuando dijo: “el poder es para poder.”
Cuando apenas, el maestro Muñoz, pletórico de alegría, bajo la guianza profunda de su sensei Omar Ramírez, mejor conocido como Brincos Dieras, platicaba las babosadas del payaso irreverente, la jefa Comunicación Social del gobierno de Maru Campos, preparaba la lista de medios y periodistas ‘amigos’ para que atendieran una reunión con el Capitán Centinela, el mismísimo Gilberto Loya Chávez.


Peleada con la mayoría de los reporteros de Ciudad Juárez, Adriana Ruiz estableció con mucha precisión la lista de comensales ‘favoritos’ que, de acuerdo a su estándar ético, cumplen con los requisitos de adaptabilidad y domestizaje para estar sentados a la mesa del Capitán Centinela. Y para no andar con pichicaterías, total si se pueden pagar 200 millones de dólares por la réplica de la torre de Ciudad Gótica, por qué no invitar a Los Arcos y recetarse unos chiles güeritos, montados en las tostadas planas; por qué negarse el derecho de una lonja de pescado a las brasas…
Los sorprendidos periodistas de ‘casa’ divagaron unos minutos junto con el jefe policiaco y la co-anfitriona Adriana Ruiz. Pasaban los segundos y no llegaban las estadísticas de seguridad, ni los secretos detrás de la crónica del motín en el Cereso estatal; ni los programas que garanticen la paz en la atribulada frontera.
No, por el contrario, el jefe policiaco se solazaba platicando de su niñez, de su paso por la Chaveña donde vivió algunos años de su vida, de su incursión académica por el Tecnológico de Ciudad Juárez, donde estudió ingeniería electromecánica.
¿Y la seguridad? Nada. Capitán Centinela ampliaba el repertorio biográfico, su filosofía de vida que se centra en la ‘cultura del esfuerzo’, como la llamó Luis Donaldo Colosio Murrieta; el jefe policiaco narraba sus experiencias carenciales y el Juárez de antaño, mientras Adriana Ruiz suspiraba al recordar que por esas antañas épocas, ella apenas estaba atenta a las telenovelas de moda: ‘Carrusel’, ‘Chispita’ y ‘El Diario de Daniela’.
Fue entonces que la sospecha llegó a los oídos de los agudos periodistas presentes, que están dispuestos a no domesticarse y que, por cortesía, acudieron al llamado de Adriana Ruiz. El secretario, digámoslo con todas las letras, estaba siendo vulgarmente placeado por la estructura de comunicación social del gobierno del Estado, para un inminente futuro político.
En la mente y posiblemente en la estrategia de algún monosabio de Palacio, existe la idea de que el Capitán Centinela podría ser candidato a algún puestos de elección popular.
Fue entonces que el catedrático Ramón Ortiz, adherido circunstancialmente a los medios de comunicación, ponderó el valor de ser comunicador y empezó a cuestionar al jefe policiaco que, en actitud nerviosa, miró a Adriana Ruiz con ojos suplicantes, pero la encargada de la difusión de las actividades de gobierno, no tenía respuesta.
Luego, la voz siempre modulada y caballerosa de Pepe Acosta hizo lo propio. Refirió el aspecto de seguridad en el mismo tono del director de El Heraldo de Ciudad Juárez y los ojos de espanto se hacían cada vez más grandes en la vocera de Maru, que se auto aplicó el principio de ‘trágame tierra’.
Desesperada y con el ticket de la cuenta en la mesa, Capitán Centinela decidió concluir la reunión reclamando a la jefa de Comunicación Social la nada insignificante circunstancia de que la comida con los que creían incondicionales y cercanos, se había salido de control.

cops with antiriot uniform while patroling the ity

Y allí en el cruce de Américas y Triunfo de la República, la misma panorámica de Evolution, decenas de agentes hambrientos y sedientos, aspirando los aromáticos humos de la cocina de los Arcos, cuidaban al Secretario de Seguridad Pública que está caliente por ser candidato y aprovecha el tiempo de trabajo de él y sus subalternos para platicar sus aventuras infantiles y sus sueños de un Chihuahua seguro.
El corolario que se ajusta a las acciones absurdas de nuestros secretarios de Seguridad estatal y municipal, lo dio el payaso Brincos Dieras en una de sus tantas presentaciones. Ese día entró al escenario y en su vocablo irreverente, alzó la voz y dijo: “se me hacía mucho jamón para tan pocos huevos”.