Maru va al IMSS; Loera al Issste…

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Luro Verum
Por Rafael Navarro Barrón

¿Cuál es el lugar donde la gobernadora María Eugenia Campos y el delegado de Bienestar, Juan Carlos Loera tienen que acudir a atenderse medicamente? ¿Issste, IMSS, Ichisal, Pensiones Civiles del Estado…? ¿En los consultorios donde se ubica la famosa escudería de galenos, al servicio del Doctor Simi?

Pensar en la respuesta nos causa morbo y risa. Visualizar (en la mente, claro está) a las principales autoridades de la entidad pidiendo una cita médica en el Issste, en el Seguro Social o en el hospital general de Juárez o Chihuahua, es un chiste de mal gusto. Impensable en los niveles de ego en los que se mueve la vida pública en México.

Las instituciones de salud gubernamentales funcionan para los jodidos, para el pueblo maltratado y agonizante, que acude convencido de que va a enfrentar a una estructura anquilosada, llena de vicios y carente de ética. Son los sitios idóneos para que actúen los asesinos de bata blanca, que se ensañan con los condenados a muerte y que deben varios decesos, que seguramente están escritos en el libro de la vida, que un día de estos será leído por Dios.

Por eso el reo César Duarte y su hernia no recurrieron al hospital General o al hospital Central de Chihuahua, sino a la antigua Clínica del Parque, hoy Christus Muguerza; en enero del 2001, el entonces gobernador Patricio Martínez García fue objeto de un atentado con arma de fuego. La bala alcanzó a penetrar el cráneo sin dañar partes vitales del cerebro.

Horas más tarde, el estado de salud del mandatario fue reportado estable ¿en dónde se encontraba el mandatario? Sí, en la Clínica del Parque.

Para beneplácito de los políticos chihuahuenses, los grandes capitales del país han inundado de hospitales privados las principales ciudades de la entidad. La llegada de Star Médica y el Hospital Ángeles, son una clara muestra de esta actividad.

No se recuerda a un solo político en el poder público, por lo menos en las últimas cuatro décadas que ellos, o sus familias, hayan sido enviados de emergencia a una clínica gubernamental.

Lo doloroso en esta temática de la salud, es observar otro fenómeno cultura que es destacable. En los últimos meses hemos sido testigos del surgimiento de clínicas y centros de atención para perros y gatos. La llegada de Petco a Ciudad Juárez es la clara muestra de esa inversión en la atención de mascotas.

Damos testimonio del cuidado que priva en los centros de atención de animales domésticos. Los animales reciben el cuidado de personal debidamente uniformado que complementan las consultas con tecnología de vanguardia.

La pregunta obliga ¿por qué las instancias de salud del gobierno dan ese trato indigno que ni siquiera los animales reciben en las modernas clínicas veterinarias?

Por eso cuando enferma un político, un empresario o algún personaje de la vida pública chihuahuense, estamos seguros de que van a ignorar las instancias públicas de atención a la salud.

El ISSSTE y el Seguro Social, así como el Hospital General de Chihuahua y Juárez, cuentan con el sistema de atención privada a la salud. Hasta hoy, no hay reporte alguno de que algún político o empresario haya acudido a esos centros hospitalarios para gestionar algún asunto relacionado con la salud.

No, Maru y el delegado, por sus cargos y responsabilidades, requieren del primer nivel, ser tratados en los centros hospitalarios donde acude la estirpe económica y política.

Ya lo dijo el vulgar ladrón: “el poder es para poder”. Qué ojete sería llegar al Issste o al Seguro Social en las camionetas blindadas del Estado, rodeada de guaruras y de glamour y tener que enfrentar a un guardia culero y a una asistente histérica y mamona pidiéndole el tarjetón a la Maru.

Y, de refilón, preguntándole en medio de una nue de enfermos y familiares de pacientes, los síntomas a la mujer más poderosa de la entidad.

¿Cuál es el motivo de su presencia en urgencias? “Hernia Hiatal con reflujo gastroesofágico”. ¿Cuánto hace que no evacúa? Y allí la gobernadora teniendo que dar santo y seña de las cosas íntimas, como lo hacemos todos los afiliados al Seguro Social y al Issste.

Allí, frente a un guardia mugroso, con un penetrante olor a sudor y cigarro, teniendo que dar cuenta de las intimidades médicas. Así somos sometidos los jodidos. Nos convertimos en víctimas de penosos interrogatorios por parte de asistentes y guardias de seguridad.

En contraparte, imaginemos al representante del presidente de la República en el Estado de Chihuahua, Juan Carlos Loera, al mismísimo prócer de la 4T en la entidad ingresar a la clínica ‘Lázaro Cárdenas’ del Issste, enfrentando a guardias ‘privados’ del nosocomio, a los que solo les falta rebuznar para ser considerados asnos en la cadena científica de Carlos Roberto Darwin, el Padre de la Teoría de la Evolución.

Imagino como el súperdelegado se mueve lastimosamente hasta llegar a la puerta principal, mientras su mente repite con alegría la frase del morenismo “¡Es un honor, estar con Obrador!” y aquel hombre entrando a un nosocomio que debería ya ser como un hospital Irlandés pero en apariencia y atención no deja de ser una mala copia de las instituciones médicas, revolucionarias, libres y democráticas de la hermana república de Cuba.

El súperdelegado ignora que los equipos de seguridad al servicio del IMSS y del ISSSTE fueron creados con hombres y mujeres que apenas concluyeron una instrucción básica; qué antes de portar ese ojete uniforme azul o verde mayate, dedicaban su vida al subempleo, pero un ‘compadre del compadre’ les dijo que estaban contratando y se fueron en bola a tramitar el ‘acta de no antecedentes penales’, el Curp que se los imprimieron en un Cibercafé; la credencial para votar, un examen antidoping del doctor Simi y, de la noche a la mañana, se convirtieron en representantes de la ley, con especialidad en medicina general y relaciones públicas.

Los uniformados están tan empoderados que imponen su ley; ofenden a los pacientes y a sus familias; realizan consultas médicas ilegales, pues son los que deciden si un enfermo está enfermo por sus síntomas y características físicas.

Mientras los uniformados hacen de las suyas, el súper intenta sentarse en una silla de recepción, pero están todas ocupadas. A algunos pacientes ya les están saliendo telarañas de las horas fatídicas de espera; una parturienta grita desesperada porque la criatura ya quiere conocer el mundo, y el mondrego guardia no ha hecho la auscultación básica para ingresar a la futura mamá.

Luego, está el segundo bloque, el de la recepción de pacientes. Detrás de un cristal, para evitar contagios y agresiones, se ubican los empleados filtro del hospital. Esos sí sin cabroncitos. Más la mujer con las cejas de Gordolfo Gelatino, “¡Ahí Madre!”, que se afana en hacerla la vida imposible a los futuros inquilinos de las funerarias chihuahuenses.

En esa hipótesis no está el súper, que ese día intentó creer en las instituciones de la 4T, que se levantó eufórico pensando en Hugo López-Gatell y arribó al Issste para que le chequen una lesión que le saca las de cocodrilo que cada vez que se levanta o se sienta.

Pero el prócer de la 4T se ha enfrentado al binomio maldito, carente de sentido común, de humanismo; con un criterio molecular que competiría fácilmente con un pinacate.

La mente nos ha llevado a pensar en todo ese entuerto burocrático y nefasto al que se tendría que enfrentar el súperdelegado Loera. Y peor aún que el consentido de AMLO decidiera entrar a los baños del hospital que le darían un caluroso recibimiento con colección primavera-verano de meadas multicolores que ese día tapizan los mingitorios. Ni el Ajax y ni el Maestro Limpio han podido borrar la huella urinaria que dejaron algunos seres humanos que ya partieron a la otra vida.

Y más allá de la especulación, pidamos al cielo que al súperdelegado no se le presente la necesidad de ‘hacer del dos’, tendría que jugársela en una taza sin asiento, más contaminada que Chernóbil después del accidente nuclear; tendría que sortear los residuos fecales que dejó como recuerdo el parquero que ese día le dio un torzón y decidió acudir al Issste a hacer su salpicadera.

Otra agravante, sería la lucha a muerte por colocar el cerrojo de la puerta del sanitario, que un mentecato rayó con un marcador negro la clásica frase, popular en los sanitarios: “puto el que lea esto”.

Ante todas esas vicisitudes y complejidades del sector salud mexicano, mejor dejemos que la medicina privada hago lo propio. Finalmente qué de malo tiene que Maru y Loera recurran a sus seguros personales o que las instituciones de gobierno se encarguen de seguir sosteniendo a todos esos zánganos de la medicina privada.

Por eso, desde aquí, deseamos a esos dos insignes personajes chihuahuenses, salud y larga vida.