El Juglar de la Red
Por Rafael Cano Franco
El gremio periodístico todavía lamenta el asesinato del reportero Luis Enrique Ramírez, acaecido hace cinco días en Culiacán Sinaloa, siendo la víctima nueve en lo que va del año, cuando nos volvemos a vestir de luto por el artero crimen en contra de las reportera Yesenia Mollinedo Falconi y Johana García Olvera, en Cosoleacaque, Veracruz.
Yesenia y Johana son las víctimas diez y once en lo que va del año, mientras que son las víctimas dos y tres de mayo. Con el asesinato de estas dos colegas ya llegamos a 58 asesinatos de periodistas en todo lo que va del sexenio del presidente López Obrador y con esto estamos dentro del sexenio donde mayor violencia se ejerce en contra del medio periodístico.
Esta escalada de violencia en contra del gremio periodística va más allá de considerarlo como una consecuencia de la violencia que desatan los cárteles de las drogas; tanto Luis Enrique Ramírez, como Yesenia Mollinedo y Johana García no trabajaban líneas editoriales policiacas, su trabajo se fundamentaba en los asuntos de índole político.
Con estas escenas de colegas asesinadas, queda claro porque el Parlamento Europeo señaló a México como el país más peligroso para ejercer el periodismo, está claro que el gobierno no solamente fue rebasado, sino que con su incapacidad para brindar justicia a las familias de las víctimas se vuelve un cómplice tácito y genera impunidad, esta impunidad alienta a que los crímenes continúen pues los delincuentes saben que sus actos no les generarán consecuencias de ningún tipo.
El 57 por ciento de las agresiones contra periodistas se concentra en seis entidades: Veracruz, Estado de México, Guerrero, Michoacán, Sonora y Oaxaca. El 98 por ciento de los casos de asesinatos no se han resuelto y las Fiscalías Estatales o la Fiscalía General de la República tampoco tienen mucha atingencia para atender estos crímenes.
Se ha vuelto tan común el asesinato de periodistas, que el titular de Comunicación Social de la Presidencia de la República, Jesús Cuevas, ya ni se molesta en ser original en sus expresiones de pésame, tiene un “machote” digital el cual contiene frases comunes y expresiones generalizadas que no dan un viso de esperanza de que se hará justicia.
Esta situación, también ya se ha repetido con insistencia, tiene su origen en ese discurso de odio y polarización que el presidente López Obrador promueve contra periodistas; no es que el incite en contra de los periodistas asesinados, pero sí fomenta ese clima de violencia cuando con la mayor impunidad ataca a periodistas y los vuelve vulnerables al mostrar datos personales que los ponen en situación de riesgo.
Esa actitud del Presidente López Obrador se vuelve el ejemplo a seguir para muchos, ese ejemplo cunde y ya se sabe que no faltan los “aprontados” que sin escrúpulos y sin el menor respeto a la vida no dudan en asesinar a los periodistas que consideran incómodos.
En México los políticos aseguran que se respeta la libertad de expresión, pero tanto crimen y asesinato en contra de periodistas, es una prueba de que esa narrativa es falsa y solamente existe en la mente de los gobernantes. En los hechos todos los días se atenta contra ese derecho de las personas y que es la parte fundamental del ejercicio informativo.
También se ha vuelto común la simulación respecto a la mejora de los mecanismos de protección, las autoridades encargadas convocan a mesas a donde no son invitados los periodistas y ahí toman decisiones sobre protocolos de seguridad que inventan en las rodillas o que consideran “pueden” servir.
El resultada de esa impunidad, de ese discurso de odio que como ejemplo cunde, de esa falta de interés por atender las demandas de los periodistas y de la simulación con la cual pretenden justificar trabajo las autoridades estatales y federales, es esta ola de asesinatos que no tiene fin y donde todos los que ejercemos el periodismo somos potenciales víctimas.
Enero pasado se convirtió en el mes más violento en la historia del periodismo en México con seis asesinatos, con estos tres en mayo vamos en camino a imponer una nueva marca, y por más negativo que esto resulta para la imagen de México, al gobierno no solamente no le importa, hasta parece que lo disfruta, así el grado de indolencia y la falta de respaldo para un gremio que vive entre el rojo de la sangre de los colegas asesinados y el luto por sus crímenes que siguen en la impunidad.