Mi carta a César Duarte Jáquez

7714

Luro Verum

Por Rafael Navarro Barrón

Y tú que te creías/ El rey de todo el mundo/ Y tú que nunca fuiste/ Capaz de perdonar… ¿A dónde está tu orgullo?/ ¿A dónde está el coraje?/ ¿Por qué hoy que estás vencido?/ Mendigas caridad.

Pues sí, don César Duarte… La inmortal pieza cantada por muchos, pero popularizada por el gran Cuco Sánchez, ahora la podemos recordar, sin más ánimo que darle sentido a lo que te ocurre en este momento.
Tu carrera política siempre estuvo llena de recovecos, de acuerdos extralegales, de compra de silencios. Te diré algo, ex gobernador, tienes a muchos con el alma en un hilo.
Reconozco que eres el dueño de muchas mentiras, pero también el propietario de muchas verdades. Es difícil de digerir que un error jurídico, que una indiscreción, que un testigo protegido que se sostenga, te puede llevar a prisión por los próximos 30 años.
Al salir de la cárcel serías un anciano, seguramente aturdido por tantos días de encierro. Por eso es que muchos tiemblan. En el escenario de tu llegada a Chihuahua, muchos se preguntan si dirás la verdad, si harás un trato judicial, si pactarás con López Obrador y Morena.


Porque una de tus verdades llevaría a la cárcel a Luis Videgaray, a Manlio Fabio Beltrones y rasparía, aún más, al ex presidente Enrique Peña Nieto.
Tu dicho es importante para comprobar si lo de la nómina secreta fue un invento del gobierno de Javier Corral o la expresión más burda del control que lograste cuando gobernaste Chihuahua. Suponemos que parte del listado era el reflejo de una verdad esgrimida por la Fiscalía del pasado gobierno.
Pero un punto es real, porque al llamado de la Fiscalía de Javier Corral, los beneficiaros de la dichosa nómina, regresaron el capital ilegal que les adjudicó tu gobierno.
El regreso de los recursos fue el evento más obvio del plan que hurgaste como gobernador; tenías a los que quisiste en una nómina secreta, te diste ese lujo; aunque después nos enteramos que existían otros listados en donde beneficiabas a personas de poca monta, por eso el silencio en tu gobierno; por eso los excesos fueron parte de tu gobierno.

La vida es la ruleta/ En que apostamos todos/ Y a ti te había tocado/ Nomás la de ganar/ Pero hoy tu buena suerte/ La espalda te ha volteado…fallaste César Duarte, fallaste…apostaste mal.

Era de noche cuando bajaste de la aeronave; una igual a las que usabas sin rienda, cuando eras gobernador del Estado. Desde ese mismo cielo miraste, quizá por última vez, la tierra pequeña y sin fronteras. Ahora, el avión grumman 4, de la Fiscalía General de la República, te traía a casa; llegaste sin camisa, apenas con una playera interior, mostrando tus senos de ex gordo, tu abdomen caído de tanto atole, de tanto alimento indigno que comiste en la prisión de Miami.
He visitado esas prisiones y he comido los potajes que sirven a los reos. La seudo cocina mexicana, que no es otra cosa que revoltijos de tortillas malhechas cubiertas con salsa de tomate y queso de imitación. Nada qué ver con las comilonas en tu rancho favorito; en el Shangrila; en la Casona; en el Distrito Uno al que convertiste en tu palacio; nada que ver con lo que te hartabas tú y tus colaboradores en los comedores del gobierno del Estado; en los privados del 21 de Marzo.
Ahora estás solo, no hay quién te reciba en el aeropuerto de Chihuahua, donde descendían los aviones del gobierno estatal, sintiéndote el ‘César de los gobernadores’, como te nombró tu gay de cabecera.
Esta vez, ni Berthita ni tus hijos estaban en el hangar para recibirte, después de tu larga estancia por los Estados Unidos; ni tus hermanos-socios, ni los que te adulaban; ni siquiera recibiste la bendición de uno de los obispos que gustosos aceptaron embarrarse en tu nómina secreta cobrando el diezmo del silencio.
Y luego, volviste a recordar cómo fueron tus días de gloria, al ver cómo te transportaban en la Suburban negra, blindada; como a ti te gusta, en el asiento delantero. Ese desfile de unidades blancas y negras, como piezas de ajedrez, que cuidaron el recorrido hasta el penal de San Guillermo.
¿Te acuerdas de tus viajes espectaculares por las calles del Estado de Chihuahua? ¿Te acuerdas cuando llegabas a ciudad Juárez y te encabronabas porque no había agentes de Tránsito que cubrieran tu recorrido?
Si no hubiera sido por esas molestas esposas metálicas que llevabas en tus manos y el silencio de los agentes ministeriales que te custodiaban, seguramente habrías vivido recuerdos gloriosos, en tu trayecto a tu nueva casa, la cárcel, la que tú administraste un día, cuando te creías el dueño de Chihuahua.
Viste de nuevo las calles de la capital, la colonia Concordia, el bulevar Juan Pablo Segundo, viste de nuevo -¡gran cosa!- Ranchería Juárez y Ávalos; la Feria de Santa Rita donde tantas veces cantaste con los artistas que casi eran de tu propiedad y que cada noche de palenque te adulaban, como el gran gobernante.
Y tú, en silencio, con ese dolor estomacal que te provoca la hernia inguinal y la presión alta que se ha convertido en un malestar continúo. Mira cómo saliste del juzgado penal que lleva tu causa, en una silla de ruedas, a tus 59 años.
Gracias a tu ambición ahora estás solo. Te abandonaron tus amigos, te abandonaron tus socios, tu partido político te dio la espalda. Tu familia está huyendo. Tu esposa y tus hijos están escondidos, asustados, sintiéndose acorralados, pensando en el oscuro futuro inmediato. Odiando a Javier Corral, lamentando la mala suerte de tu candidato, Enrique Serrano, que por el yugo que los unía, no pudo ganar la elección.


Tú eras el gran César, el que pisoteabas a todos. Eras un político mamón, vulgar y ladrón. ¿Te acuerdas de aquella noche, cuando Luis Videgaray te requería y tú le dijiste a tu secretario particular…¡qué se chingue¡, dile que no me localizas? Porque ya los tenías en tus manos, los habías hinchado de dinero estatal y ellos seguían pidiendo y pidiendo; decían que era para el presidente, que el partido lo requería, que era para el senador fulano; que tenían que untarle la mano a un periodista.
¿Te acuerdas cómo tratabas a tus subalternos, a tus primos, a tus mismos hermanos? ¿Te acuerdas cuando tu primo Nacho te hablaba día y noche y tú no le respondías las llamadas…? Tu pariente se cansó de buscarte y declinó al intento y luego dijiste que te había traicionado.
¡A qué César! Ahora te veo comparecer en el enorme edificio, en el palacete de justicia, por el que te enojaste con tu socio, Everardo Medina y a quien le dijiste que era un pendejo. ¿Te acuerdas?
Como sé que lo que menos quieres es leer columnas y notas periodísticas, te platico que los chats de WhatsApp no han dejado de hablar de ti, de tu caso; las caricaturas, los memes, los artículos periodísticos abundan. Los que antes esperaban el pago mensual de tu nómina, ahora se mofan de tu destino. Nunca les importó tu carrera política ni tu futuro, lo hacían por dinero.
En tu nueva cárcel te sientes más seguro, más libre. Ya tu abogado arregló con los de ‘arriba’ que tendrías ciertos privilegios; que no te preocuparas por tu salud y por tu alimentación. Qué bueno, no tienes por qué ser un prisionero tercermundista; no eres un pandillero de los Maras Salvatrucha para que te quiten los privilegios de VIP.
Te informo que muchos de tus antiguos aduladores ahora se refieren a ti como ‘vulgar ladrón’, como ‘estafador’ y ‘delincuente’. Porque así es la vida: “Muerto el rey, viva el rey”.
Ahora dicen de ti que “un tirano nunca da más de lo que roba” y que fuiste un miserable.
Como un favor para todo el pueblo de Chihuahua, no nos coartes el derecho de saber la verdad. Si ya estás decidido a cantar sobre la nómina secreta, acláranos bien sí repartiste dinero a los que hoy nos gobiernan, confirmaremos la teoría de Javier Corral y seguramente nada pasará en el entorno político; pero si dices que nunca les diste un cinco, nos darás la tranquilidad al saber que son personas honestas las que están guiando el destino de Chihuahua.
Pero ya no mientas, ni te vayas a entregar a Morena. No tenemos nada contra ese partido político pero ya hay muchos ladrones en sus filas que están protegidos bajo el manto del que se cree mesías y sus apóstoles.


Aparte ni te quieren. Ya ves que en cuento asomaste la cabeza en el avión que te trasladó a la Ciudad de México, inmediatamente el súperdelegado en Chihuahua, el mismísimo Juan Carlos Loera, despotricó contra ti y exigió justicia porque cree que el gobierno que encabeza Maru Campos te va a defender.
Ese mismo día, las ladies del lobby gay legislativo se levantaron contra ti aduciendo que el duartismo regresaba a Chihuahua. Además en esas filas de tanto odio ya hay muchos duartistas, políticas y políticos que comían de tu mano y ahora te repudian.
Don César ten dignidad. Ya no te sigas embarrando, hazlo por tu familia, por lo que te queda de honorabilidad; ya estás hasta el cuello, acepta la realidad…ya no te hagas más daño.

La vida es la ruleta/ En que apostamos todos/ Y a ti te había tocado/ Nomás la de ganar/ Pero hoy tu buena suerte/ La espalda te ha volteado/ Fallaste ex gobernador/ No vuelvas apostar.