LURO VERUM
Por Rafael Navarro Barrón
Teto Murguía decía que el ex alcalde José Reyes Ferriz se parecía mucho a Pablo Mármol, el de los Picapiedra, por eso cuando estaba en la confianza de su equipo político, se refería al entonces alcalde como ‘Cuchi Cuchi’, como le decía de cariño Bety, la esposa del personaje.
Cuchi Cuchi llegó aquella mañana, eufórico, con un rostro colorado, encendido, también por eso le decían el ‘tomatito’. “Tengo una noticia chingona”, me dijo. Nos habíamos encontrado en la sala de regidores. Yo era uno de los dieciocho concejales que había elegido el Congreso en el 2001 y aquella mañana esperaba una reunión tempranera que ya tenía minutos de retraso y, como siempre, nadie había llegado.
Reyes Ferriz iba presuroso a su oficina. Salió del elevador exclusivo para el alcalde en turno. Apenas me vio, me dijo: “vente ca…”. Así, simplificado el ‘cabrón’, porque nunca terminaba la frase.
Entramos juntos a su oficina y así, presuroso, se dirigió a una máquina eléctrica, lustradora de calzado, que estaba provista de un cepillo circular con la que el Cuchi Cuchi se limpiaba los zapatos.
“Está chingona, ca…úsala”, me dijo mientras me daba espacio para que metiera el pie. “Estas maquinitas las vi por primera vez en Washington, todos los congresistas tienen una en su oficina…es una chingonada, te evitas el bolero…ca”, refirió el también licenciado en derecho, que ya para esos momentos había llegado a su escritorio y me estaba extendiendo la hoja de la “chingonada” que traía entre manos.
La información provista en el documento oficial, era la compra-venta de una jirafa macho, de un año de edad, de padres africanos, que en este momento se encontraba en una ciudad de Nuevo México, lista para ser traída a Ciudad Juárez.
El municipio tenía la capacidad económica de adquirir el animal -¡claro!- con la ayuda del gobernador Patricio Martínez que en ese entonces hacía hasta lo imposible para ganar Ciudad Juárez, en una segunda elección.
Una jirafa le daría votos al PRI, pensó Cuchi Cuchi y le vendió la idea a Patricio Martínez. Todo estaba a pedir de boca, la única adversidad era el pésimo candidato al que se aferró el gobernador, se trataba del ingeniero Roberto Barraza Jordán, una nulidad en todos los sentidos: desconocido, pésimo orador, ambicioso y que había perdido por más de 2 mil votos en la primera elección.
Reyes Ferriz Había sido nominado por el Congreso estatal como presidente del Concejo Municipal de Gobierno. Encabezó la administración interina que asumió las riendas de Ciudad Juárez, luego de que un Tribunal Electoral nulificó la elección que le había dado el triunfo al panista Jesús Alfredo Delgado.
Yo era un concejal independiente. Independiente real, no como el pendejete ese que nos gobernó por cinco años, que llegó con la bandera independista y después se entregó en cuerpo y alma a Morena.
Aparte de ‘ca…’ (cabrón a medias), Cuchi Cuchi siempre me decía ‘licenciado’, siempre dudé si sabía exactamente mi nombre o por alguna causa derivada de un especie de autismo en su más bajo nivel, se le olvidaba. Y cada vez que me veía me preguntaba lo mismo… “oye, Lic y ¿qué pensaste de la jirafa?” La euforia con lo que me planteaba el tema me hizo reflexionar sobre la personalidad del ex alcalde de Juárez. Sobre todo en la parte en donde era más que conocido que no vivía en la realidad juarense.
Llegué a creer que esa distorsión de la realidad juarense, lo hacía observar las cosas de forma distintas al millón 300 de ciudadanos (quintando los 200 que están en los manicomios) que viven en esta metrópoli. Estoy seguro que el Monumento a Juárez, lo observaba el Monumento en honor a Abraham Lincoln, situado en uno de los extremos horizontales del National Mall de Washington D. C.
En primer lugar, vivía en El Paso, Texas; tenía la doble ciudadanía; hablaba perfectamente el inglés; había estudiado en la Universidad de Notre Dame, una universidad privada, católica, afiliada a la Congregación de Santa Cruz, ubicada en Notre Dame, Indiana, EU.
Era un hombre de mucho mundo y de muchos huevos como lo probó en su momento. En su segundo periodo de alcalde, se lanzó contra el entonces gobernador José Reyes Baeza Terrazas a quien, literalmente, lo acusó de inacción contra el narcotráfico, de hacerse pendejo y de lo que todo mundo sabíamos, de una total “falta de pantalones” para afrontar los problemas graves de la entidad.
Después de todo el incidente de los zapatos, la hoja de promesa de compra-venta y todos los detalles que antecedieron y precedieron aquel diálogo de la jirafa, el presidente me miró detrás de ese par de gafas que le daba un toque de burócrata de la Casa Blanca. Ataviado, casi siempre, con camisa blanca y corbata, retrataba esa impresión universal que podía pasar por cualquier oficina pública de Estados Unidos, como uno más del despacho, me dijo:
“Oye Lic, quiero que me ayudes a promover la compra de la jirafa, es por el bien de Ciudad Juárez, por el bien de nuestros hijos, de nuestros nietos. ¿Estás conmigo…ca? Allí estaba, otra vez la pregunta, la insinuación.
Y yo neófito, ausente del tema porque ni siquiera había investigado lo que era una jirafa. Lo más que sabía de ellas lo vi en un programa de Animal Planet donde un león, de esos que son bien cabrones, se subía hasta el cuello del pobre animal, que ya es decir mucho, lo derribaba y luego se comía una parte del enorme mamífero artiodáctilo y se iba muy campante a dormir.
Ya en otra ocasión, Cuchi Cuchi, me había pedido que encabezara las comisiones unidas para la creación del transporte semimasivo, algo en lo que estuve cien por ciento de acuerdo, aunque eso me costó la crítica de César Jáuregui Moreno y de Clemente Delgadillo que casi acaban, anticipadamente, con mi mini carrera política que duró apenas 9 meses.
“Esa chingadera no va a funcionar, Rafa…no mames, no estamos en Washington, dile a Pepe que ponga los pies en la tierra”, me dijo César Jáuregui que en ese gobierno provisional dirigía a los concejales panistas.
Yo refutaba la posición de los concejales opuestos a la obra, que no eran pocos; los acusaba de no tener la visión del nuevo mundo ferriziano. Caramba, vivían como huraños chaveñeros y que ni siquiera tenían una máquina para bolear zapatos en su oficina.
El debate se convirtió en una constante en la que tenía que aguantar los embates del también panista Ricardo Martínez, que era rígido en sus argumentos e inquebrantable. Decía que su padre había sido militar y que los militares son bien cabrones a la hora de debatir y él había aprendido de su progenitor a no achicarse.
Para colmo de males, cuando estábamos en ese trance deliberativo, Cuchi Cuchi me propuso que asumiera las funciones de alcalde de Ciudad Juárez por un día. La estruendosa carcajada de Reyes Ferriz estalló cuando le dije que si en ese breve periodo podía despedir al Tesorero y al director de Servicios Públicos; el primero porque era un viejo mamón, que tenía la tesorería convertida en una auténtica maraña burocrática. Además, cada vez que hablaba con él, sacaba la lengua y se la mordía y eso daba la impresión de que se burlaba de mí.
Un día, Sergio Belmonte, quien fungía como coordinador de Comunicación Social, me dijo que el tesorero Aguirre, al que le teníamos que decir “Señor Aguirre”, tenía como tic lo de la lengua, “no mames, wey es un pinche tic, no se está burlando de nadie”, me dijo el también periodista.
El segundo que quería correr en mi breve periodo de alcalde, era el de Servicios Públicos porque sentía que no servía para nada, pero era muy amigo del presidente y después se hizo muy amigo mío, por lo que un día le tuve que confesar mis aviesos deseos de despedirlo.
No, no pude correr a nadie. Ni siquiera me prestaron la oficina del alcalde. Ni siquiera me subí a una Suburban blindada. Era como un alcalde ficticio, despachando desde un cubículo pedorrón, a un lado de don Arnoldo Cabada que, como compañero, era todo un lujo. Me decía Navarrito.
Es más, llegué a pensar que “el niño alcalde por un día” tenía más poder que yo. Por lo menos a él lo traían por todo el edificio municipal, seguido de fotógrafos y camarógrafos, dando declaraciones sobre la paz del mundo y los derechos de la niñez. Al diputado Benjamín Carrera le hubiera encantado ese alcaldito. Además, al poderoso infante, a la hora de la comida le montaron todo un show con pizza y pastel. Y el primero que apareció en la foto con el mini presidente era el Tesorero, mordiéndose la lengua y el niño lo veía y lo veía, creyendo que se estaba acabando el pastel.
Como reserva del caso, el día que me nombraron presidente, ni una coca cola me ofreció la secretaria de Cuchi Cuchi, que era una señora mayor que a todos regañaba.
En esas pocas horas como presidente municipal, pensé mucho en la Jirafa. Llegué a creer que aquella extraña idea se le iba a pasar pronto al alcalde, pero no, Cuchi Cuchi ya estaba con media estocada adentro. El día que regresó para asumir de nueva cuenta la administración me dio las gracias e inmediatamente me preguntó “¿qué pensaste de la jirafa, ca…?”. Le dije que el asunto ya estaba muy complicado, que César Jáuregui me había confiado que era una “pendejada…ese pinche animal se les va a morir en la primera helada”.
“¡Tan pendejos, lo vamos a comprar! Pinches panistas siempre están en contra de todo”, señaló eufórico Cuchi Cuchi.
Para esos entonces se había reunido con las concejales priistas Roxana Espinoza, Margarita Peña, Sara Tinajero, Nancy Moriel, Carlos Riquelme, Miguel Ángel Calderón Rodríguez y con la doctora Margarita Castillo.
La autoridad en la materia era Margarita Peña que dio toda una cátedra de adaptación de animales de ese tipo. En el fondo, era de la idea de traer el animal y adaptarlo poco a poco al clima de Juárez. Y se comprometió a estar al pendiente, asumiendo su responsabilidad como médico veterinaria.
La misión estaba casi concluida. El siguiente paso era ponerle nombre. En el cónclave priista, donde no se nos invitó, se acordó que la comisión de Nomenclatura convocara a un concurso para concluir el proceso. Así fue. La euforia de los juarenses estalló pues todo mundo empezó a hablar de aquel animal que provenía de las estepas africanas, que comía pastura y zanahorias, y que, era incierto, si lograría adaptarse al frío del norte.
Por días fuimos asediados por la prensa ojete que hay en Ciudad Juárez. Ya saben, los sin oficio y talegones del Plan Estratégico de Juárez, empezaron con sus mamadas de sacar estadísticas y encuestas; día y noche el empresario acosador de políticos, Miguel Fernández Iturriza aparecía en el Canal 44, en Televisa, en el Canal 5 y en Univisión con todas esas peroratas pedorras que trae desde aquel día en que se levantó más temprano que de costumbre, porque su familia siempre lo ha tildado de huevón.
Dijo que había soñado que era como un especie de Gandhi y que no estaba seguro si en el sueño, era el Hindú o el sudafricano Nelsol Mandela, pero uno de esos dos vio en el sueño. ¡Bendito!, desde aquel día se cree el redentor de Juárez.
Y allí estaba El Diario de Juárez, entrevistando a otro ojete, a Hernán Ortiz que es todólogo, hasta la fecha caballo de batalla del rotativo, y se ponía a divagar, metido en esos lapsos oníricos, con sus clásicos ejercicios de onanismo, haciendo mancuerna con Héctor Padilla y el otro felón de Hugo Almada; hasta el sacerdote Oscar Enríquez, con todo y tirantes, aparecía dando declaraciones que hablaban de la pobreza extrema en Juárez y el dispendio que sería al comprar una jirafa.
“Creo que Nuestro Señor no estaría de acuerdo en la compra de ese animal”, declaró enfático el clérigo que dedica más tiempo a la grilla que a Jesucristo. Lo que él no sabe es que Jesús tampoco está de acuerdo con lo que ha hecho toda su vida, poniendo a los pobres como excusa para hacer tanta mamada.
Opinaron los líderes de Coparmex, Canaco, Canacintra, Canirac, la Asociación de Maquiladoras, el obispo de Juárez, los líderes evangélicos, la Asociación de Transportistas, el director del Zoológico de El Paso, que estaba muy emocionado; el presidente de la Asociación de Veterinarios…
Cuando ya no faltaba uno solo de los líderes políticos y económicos de la ciudad, vino a Ciudad Juárez el gobernador Patricio Martínez y dijo que la compra del animal era una magnífica idea. Entonces todos se callaron, porque el ex gobernador los tenía a todos agarrados de los huevos con los acuerdos extra legales que se hicieron, incluyendo los catedráticos universitarios que toda la vida han sido parásitos del sistema.
La segunda discusión fue el nombre que llevaría la jirafa. Algún cabroncete concejal de oposición al PRI, sugirió que se llamara “Patricio”, pero inmediatamente la idea fue desechada por unanimidad. No sé por qué, pero todos pensamos lo mismo, ¿qué culpa tenía el animal?, además teníamos miedo que si un día le echaran una compañera jirafa y el tal Patricio macho la agarrara a madrazos, motivado por la personalidad misógina y alevosa que inspira ese nombre. Se desechó.
Y como no faltan los mulas, a alguien se le ocurrió que se llamara “Elizondo” o “Galindo”, que andaban de moda. Otros sugirieron que se le apodara “el güero”, pero se desechó porque un tal caricaturista, llamado Pillo le decía a Delgado “güero Mustang”, en honor a un loco que recorría las calles con el volante de un coche que, aseguraba, conducía el carro que lleva como insignia el caballito Apache.
¿Por qué no ponerle Cuchi Cuchi o Pepe?, sugirió un seguidor de Teto Murguía. Se descartó porque el primero era un nombre repetido y sería difícil para el pueblo estar nombrando a su jirafa con esos dos apelativos. Alguien propuso que se llamara ‘Amado’, porque era “el señor de los cielos”. También se desechó por la connotación histórica-delictiva.
La lluvia de ideas iba y venía; hasta que en una de las hojitas de la convocatoria aparecieron dos nombres: Concejal y Modesto, pero a todos les gustó el segundo porque se trataba de un nombre propio y no de un oficio.
La discusión sobre la utilidad pública de la jirafa permaneció unos meses posteriores a su adquisición, hasta que pasaron los días, los meses, los años y el pueblo se adaptó a la idea de tener la mejor mascota que haya tenido la frontera en toda su historia. Como un discreto guardián de los juarenses, Modesto permaneció en cautiverio casi 23 años hasta el día de su muerte, el 1 de junio del 2022.
La historia de Modesto es ilustrativa para darle sentido a todas las batallas pírricas que se viven en esta ciudad fronteriza. Todo lo bueno de Juárez se desmorona por la gente felona, bravucona, convenenciera. Por los ‘grandes’ empresarios cobardes que lanzan a sus activistas domesticados a oponerse a lo que sea.
La lista es extensa. Por la oposición al Camino Real, la vialidad es ahora una porquería con muchos daños a la infraestructura y todos los detractores de Teto Murguía señalan que se trató de un capricho costoso, inútil y que motivó actos serios de corrupción.
Sucedió lo mismo con el proyecto de Movilidad Urbana que inició, precisamente Murguía, y que bloqueó Enrique Serrano, en su función de diputado local, para agradar al gobernador, César Duarte, quien era su patrocinador y jefe político. La historia ubicaría al priista en una situación incómoda, pues luego de ejercer ese caprichoso asedio legislativo, para afectar a Teto, tuvo que concluir la obra cuando Serrano asumió el cargo de alcalde.
El transporte Semimasivo (hoy Juárez Bus) ha estado bloqueado y sujeto al escrutinio de propios y extraños desde su inicio, en el periodo del Concejo Municipal de gobierno, en el 2001-2002.
Los argumentos han sido los mismos y el derroche vergonzoso. Es la obra perfecta para activar todos los mecanismos de corrupción en beneficio de empresarios constructores, transportistas y funcionarios del gobierno estatal y municipal.
La circunstancia se agrava por la ausencia de autoridad del Instituto Municipal de Investigación y Planeación, el famoso IMIP. Se trata de un organismo plagado de burócratas timoratos que tienen pavor de perder su trabajo en caso de que dictaminen una obra mal hecha o mal planeada o lejos de la visión técnica del Instituto.
Y la lista sigue y sigue: oposición a la X de Sebastián, convertida en la gran cantina juarense; oposición al proyecto Conejos Médanos, que en realidad es un mugrero costoso; oposición a las plantas tratadoras de aguas residuales norte y sur; oposición, en su momento, a lo que hoy se conoce como Desarrollo Lote Bravo, con la inclusión de la vialidad conocida como Libramiento Aeropuerto; oposición al ‘Juárez Nuevo’ de Jaime Bermúdez; oposición la Ciudad Universitaria…todo parece ser una oposición.
Disentir no es el problema. Podemos estar en contra de muchas barrabasadas que se realizan en nuestra frontera, el grave asunto es la mala leche, la perversidad con la que actúan las estructuras empresariales, académicas, los activistas que son, literalmente, contratados por los mecenas que se oponen a las obras gubernamentales por ideología o por interés económico.
En este activismo mediocre y perverso, intervienen empresarios vestidos con piel de oveja, académicos, periodistas, analistas políticos e infinidad de actores que se unen en grupúsculos o en membretes que nada aportan a la ciudad.
La luchas recientes tienen que ver con dos temas específicos: el BRT o transporte semimasivo, conocido hoy como Juárez Bus; y la fallida construcción del Centro de Convenciones que en este momento está cancelado por tanta grilla que se ha levantado, por tanta corrupción y mentiras, donde los empresarios juegan un papel especial en ese marasmo de suciedad administrativa.
Paralelo al tema del Centro de Convenciones, surgió un extraño movimiento en oposición a la construcción de la citada obra en terrenos de El Chamizal. Y de allí se colgaron para otros asuntos en presunta defensa a la vida silvestre.
El tema fue explicado y abordado por la coordinadora de Administración y Control de Proyectos del municipio, Adriana Fuentes Téllez que tuvo que dar una explicación a detalle sobre el tema de la maquiladora Flextronics, empresa a la cual manifestantes del Frente en Defensa del Chamizal exigían que restaurara el espacio intervenido.
Tanto Adriana Fuentes como el alcalde Pérez Cuéllar refirieron que se trataba de un ataque cobarde para acusar sin pruebas tanto a la funcionaria como a la empresa Flextronix.
“Llegó el momento de responderles”, expresó el alcalde mientras que Adriana Fuentes fue más allá al señalar “¡Ya estuvo!, es patético lo que hacen estas personas con tantas mentiras”. “Déjense de ataques, groserías e insultos”.
El municipio mostro la documentación de la zona en donde construye Flextronix. El estacionamiento no pertenece al Chamizal, sino que es administrada por la Comisión Internacional de Límites y Aguas, CILA, donde además no había árboles: “debemos dejarnos de tanto ataque e insulto que no tiene validez”.
Ese mismo día, los manifestantes arribaron a la Presidencia Municipal: “Nosotros estamos defendiendo el medio ambiente, lo que pasa es que nadie antes lo había hecho y por eso es que ellos están muy preocupados y nerviosos”, “El Chamizal no tiene porqué venir a resolver los problemas de la maquiladora. No lo vamos a permitir”, fueron parte de las declaraciones de quienes además, solicitaron reunirse con Ecología para conocer el proyecto de limpieza en el terreno de Los Hoyos.
El Frente de Defensa de El Chamizal, se integró con un número importante de auténticos membretes que están plenamente identificados con los grupos de activismo ruidoso, pero ausentes de trabajo social y trabajo emprendedor.
Estos grupúsculos, son una carga para el erario público. Muchos de ellos cotizan en los organismos de financiamiento oficial como la Junta de Asistencia Social Privada; y en las que dirigen la delincuencia organizada dentro de la IP, como son Fechac y Ficosec.
Sucedió como las asociaciones patito de Hugo Almada que durante el peor momento de violencia en Ciudad Juárez, se amparó en el programa ‘Todos Somos Juárez’, que activó el ex presidente de la República, Felipe Calderón, logrando que el seudo activista y académico de la Uacj se sirviera con la cuchara grande, junto con su familia, para bajar recursos y aprovechar el capital para conocer Europa.
Caray, no han sembrado, en toda su vida un solo árbol o procurado mantener canales de ayuda al servicio de la ciudad, pero ahora defienden el medo ambiente; mañana lo que se les ocurra.
Resissste, la CNTE, los organismos de respaldo a la mujer (compuesta por lesbianas que odian a los hombres) como el Centro Integral de Ayuda a la Mujer, Árboles en Resistencia, Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, Centro de Asesoría y Promoción Juvenil, Ciudadanos por una Mejor Administración Pública, Frente de Juventud Comunista, entre otros más.
Luego vino una ofensiva del colectivo ‘Defensa del Río Bravo’ que se pronunció energéticamente en contra de las declaraciones de la señora Adriana Fuentes, “en las que difama los principios, bases y compromisos de nuestr@s compañer@s de FEDECH y Árboles en Resistencia”.
Expresamos una completa solidaridad para con nuestr@s compañer@s y apoyamos y nos solidarizamos con su lucha, cómo siempre lo hemos hecho.
¡Alto a la violencia contra activistas medioambientales! ¡Alto al daño de la naturaleza por los empresarios y gobernantes de Ciudad Juárez! ¡Alto al racismo medioambiental!
Con tanta consigna mamona y pedorra, nos debemos de preguntar si realmente se trata de colectivos serios, con activistas comprometidos por la ciudad. No, regularmente son una caterva de huevones que después de gritar y lanzar frases estúpidas, se van a casa a rascarse los…creo que no tienen, entonces no se rascan nada, nada más se van a casa.