Por: Gil Miranda.
Catedrático de la UTCJ.
El mito de “el gran legislador” surge de la aplicación del teorema del conocimiento limitado. Este teorema hace referencia a que el conocimiento se encuentra disperso en la sociedad, es imposible organizarlo y estructurarlo por parte de un solo individuo, como si ese individuo fuera un ser superior.
El hecho de que el conocimiento sea parcial, indica que un individuo puede tener acceso a solo una pequeña parte del conocimiento que surge de las interacciones sociales. Y el hecho de que el conocimiento sea temporal, indica que un individuo puede tener acceso al conocimiento en un momento determinado mientras que el conocimiento continúa surgiendo de forma imparable.
Tales situaciones refutan precisamente el mito de “el gran legislador”. Es decir, que nadie, ningún político, en ninguna circunstancia, tiene la capacidad para legislar, elaborar o establecer leyes para gobernar un país que sean mucho más eficientes y eficaces que las leyes naturales que surgen de las interacciones sociales dadas entre las personas.
El mito de “el gran legislador” derrumba completamente la idea de que existen grupos políticos que representan a los ciudadanos debido a la necesidad del bien común, y entonces buscan aplicar leyes que cualquiera aplicaría, pero la realidad es que nadie las aplicaría, sino que lo buscado en las leyes es la máxima libertad de acción y mínima intervención que le permita a la sociedad seguir su curso natural.
Ningún ciudadano sabe cuales son absolutamente todas las consecuencias de sus hechos, todos tienen la capacidad de discernir aquellas que son las consecuencias futuras inmediatas, aquellas que en un periodo de tiempo cercano serán visibles y notables. Sin embargo, aquellas consecuencias que están más alejadas en el tiempo son imposibles de imaginar, situación por la cual es urgente la libertad de acción y mínima intervención, de tal manera que cada individuo sea capaz de corregir su error futuro lo más pronto posible.
Los ciudadanos solo pueden accionar en libertad y, lo que es también muy importante, cada ciudadano puede alinear sus medios utilizados para alcanzar sus fines deseados, y corregir las consecuencias de sus actos en la medida en la que su acción no sea intervenida por un tercero que ostenta un mayor conocimiento acerca del funcionamiento de la sociedad.
Como una crítica al intervencionismo, es preciso decir que pocas veces México ha estado tan intervenido en diversos aspectos sociales como la salud, la economía, la educación y el deporte, y eso que el país ha estado siempre intervenido, pero quizá no con esta intensidad. El país necesita libertad y un intervencionista no se la puede dar.