En tiempos donde la confrontación política parece ser el pan de cada día, resulta refrescante —y digno de reconocerse— que un proceso electoral se lleve a cabo con altura, madurez y respeto entre contendientes. Así ocurrió el sábado pasado en la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez, A.C. (APCJ), donde los integrantes del gremio eligieron a su nueva Mesa Directiva para el periodo 2025-2027.
Con una participación notable —78 votos emitidos—, la jornada se convirtió en un ejemplo de democracia interna, pero también en una muestra de cómo el oficio periodístico puede, y debe, dar lecciones de convivencia y civilidad, aun en escenarios competitivos.

Ganó Borunda 2 a 1
La Planilla Blanca, encabezada por José Eduardo Borunda Escobedo, logró revalidar la confianza de la mayoría, obteniendo 51 votos frente a los 21 alcanzados por la Planilla Renovación, liderada por Gabriela Téllez Hernández. Más allá del resultado numérico, el dato relevante es el mensaje: el gremio apuesta por la continuidad, pero también por la responsabilidad de cumplir los compromisos adquiridos.
Borunda, quien iniciará su segundo periodo consecutivo al frente de la APCJ, no tardó en marcar la ruta: resolver el desalojo del IMSS —tema que no solo afecta la operatividad del gremio, sino que simboliza el reto de preservar espacios propios para la prensa— y coordinar la edición número 45 del certamen Columna de Plata, uno de los más emblemáticos en la región.
El escenario, sin embargo, no está exento de desafíos. La legitimidad que otorgan las urnas también trae consigo exigencias. El gremio espera una Asociación más fuerte, más visible y más activa en la defensa del ejercicio periodístico. En un entorno cada vez más adverso para la libertad de expresión, no basta con administrar; hay que representar, hay que alzar la voz.
Hoy, la APCJ ha demostrado que las diferencias no tienen por qué traducirse en fracturas. Ojalá otras organizaciones —y por qué no, actores políticos de mayor escala— tomaran nota.
Andrea y sus fantasmas de 10 millones

Andrea en Ciudad Juárez sin unidades médicas
Otra vez Andrea Chávez se volvió a bufar… pero no de sus adversarios, sino de la inteligencia del electorado. En sus redes sociales y boletines presume visitas a mercados populares de Ciudad Juárez, como si con una selfie y una guayina bastara para disipar el humo de una polémica que sigue echando chispas: el uso, presuntamente indebido, de vehículos médicos —sí, de esos que cuestan 10 millones de pesos al mes— para su campaña adelantada.
Lo curioso es que esta vez las fotos no muestran ni de lejos esas unidades médicas, convertidas hace unas semanas en parte del mobiliario habitual de sus giras políticas. Quizás alguien le susurró al oído que ya era mucho descaro… o tal vez la orden vino de más arriba.
Y es que no es cualquier asunto. Militantes del propio Morena afirman que la presidenta de la República ya pidió una investigación seria del caso. Y cuando la instrucción viene con nombre y apellido presidencial, no hay boletín, por muy bien redactado, que alcance a ocultar el desliz.
Porque lo de Andrea no es un simple tropiezo: es un escándalo que ha hecho crujir las estructuras internas de Morena en Chihuahua. Entre pasillos se dice que los “tiburones” guindas están molestos, no tanto por el fondo, sino porque su forma de operar dejó demasiadas huellas. Y eso, en política, es pecado capital.
“La inmadurez, novatez y soberbia” —dicen quienes la conocen bien— han sido sus peores consejeros. Y aunque el impulso de juventud se agradece, el problema es que en la política real, la impulsividad cuesta. A veces, cuesta una carrera entera.
El error de Andrea podría convertirse en una crónica de una candidatura frustrada. Porque si algo queda claro en la nueva era guinda, es que las ambiciones personales no deben poner en riesgo el proyecto mayor. Y hoy, la senadora parece más una carga que un activo.
¿Se tambalea su camino rumbo a 2027? Más bien parece que el calendario electoral ya empezó a cerrarle la puerta. Y si no, que alguien le avise que los votos no se ganan con boletines ni con circo mediático, sino con coherencia y, sobre todo, con respeto a las reglas.
Si alguna vez pensó que era imparable, tal vez hoy Andrea descubra que hasta los cohetes más ruidosos terminan cayendo.
¿Y la CNC?…

Cruez Pérez Cuéllar en las grandes ligas
A cómo andan las cosas en el PRI, sólo falta que el sector agrario —sí, ese que por décadas fue músculo, voto duro y símbolo del priismo más clásico— termine de mudarse a Morena, como quien cambia de camiseta sin necesidad de lavar la anterior.
La escena reciente fue digna de telenovela política. El dirigente de la CNC, Carlos Monjarrez Domínguez, no sólo le dio trato de invitado de honor al alcalde morenista Cruz Pérez Cuéllar —sí, ese mismo al que el PRI ha denunciado públicamente por presuntos actos de corrupción—, sino que además relegó olímpicamente a la dirigencia estatal tricolor. Ni una silla, ni una mención, ni las gracias.
¿Qué pasó ahí? ¿Descuido político o mensaje directo?
Lo cierto es que mientras Carlos Monjarrez abría los brazos al morenismo, en el PRI chihuahuense comenzaban a tallarse los ojos como quien no puede creer que el último bastión simbólico del campo haya decidido coquetear con el adversario.
El dato no es menor. La CNC no es una agrupación cualquiera. Fue, por décadas, el segundo pilar del PRI (después de la CTM) y bastión de gobernadores, senadores y líderes que hicieron del campo una plataforma política. Ahora, ese sector parece estar en plena diáspora, al menos en Chihuahua.
La lista de asistentes a ese evento con sabor a deslealtad no dejó lugar a dudas: ahí estaban Javier Garfío, Jorge Esteban Sandoval, Kamel Athíe… Todos rostros que han orbitado durante años alrededor del priismo, pero que ahora parecen más cómodos en el universo guinda. Y por si no fuera poco, alguien se atrevió a preguntar si también habían invitado a César Duarte, siempre tan cercano a los liderazgos rurales.
El silencio del presidente estatal del PRI, Alejandro Domínguez, ha sido, hasta ahora, más estruendoso que cualquier posicionamiento. Pero se espera que rompa el hielo este lunes en una rueda de prensa que promete ser todo menos rutinaria.
¿Estamos ante una traición calculada, una rebelión interna o simplemente el último suspiro de un sector que se niega a morir con el barco?
Como sea, lo que queda claro es que el PRI, hoy por hoy, no puede darse el lujo de perder más cuadros, menos aún aquellos que le daban identidad histórica. Si hasta la CNC —símbolo del “PRI de siempre”— ya le guiña el ojo a Morena, es que el partido necesita más que ruedas de prensa: necesita cirugía mayor… y urgente.
Otra raya al tigre a Quiroz

Sin pena ni gloria!
Oooooooooooooootra vez la Sección 42 del SNTE se cuela a las primeras planas, pero no por logros, avances o victorias laborales. No, qué va. El gremio magisterial vuelve a dar de qué hablar por los pleitos internos, la decepción de las bases y, ahora, por la renuncia de un secretario delegacional que ya no aguantó más el silencio ensordecedor de su dirigencia.
Edgar Ramos Ávila, secretario general delegacional, presentó su renuncia al Comité Seccional como quien se quita una piedra del zapato… o, mejor dicho, como quien se baja de un barco que hace tiempo perdió el rumbo. Y lo hizo con una carta abierta que, más que despedida, fue un misil político con dirección y destinatario claro: Manuel Quiroz Carbajal.
Ahí, en blanco y negro, Ávila no se guardó nada. Se deslindó de “acciones que no cumplen con los anhelos y necesidades del magisterio”, denunció actos de misoginia dentro del sindicato y apuntó con precisión al abandono de los más de 1,064 maestros que llevan tres años esperando respuestas a sus demandas, mientras el resto —más de 15 mil— siguen en calvario por el pésimo servicio de Pensiones Civiles del Estado.
¿Y qué dice Quiroz? Pues lo de siempre: nada. El dirigente seccional se mantiene en el cómodo arte del mutis, como si liderar fuera simplemente posar para la foto o mandar boletines insípidos. Mientras tanto, las bases arden, los profesores se organizan por su cuenta, y hasta los propios cuadros intermedios, como Edgar Ramos, ya optan por romper filas.
Y claro, no faltó quien soltó un “¡Sopas, pobre Quiroz!”… aunque lo de pobre es debatible. Porque una cosa es estar rebasado, y otra muy distinta es no tener el menor interés en actuar.
El problema con estos liderazgos decorativos es que terminan desgastando no solo al sindicato, sino a la causa misma de los trabajadores. ¿Cómo pedirle a un maestro que crea en la lucha sindical, si sus propios representantes dan la espalda a sus problemas reales?
La carta de Ramos Ávila no es una anécdota más. Es el síntoma de un sindicato fracturado, cansado y desilusionado. Y lo más grave: es un aviso de que la paciencia del magisterio tiene fecha de caducidad. Hoy fue una renuncia. Mañana podrían ser cientos más.
Porque el aula puede esperar muchas cosas… pero no la traición.