Andrea Chávez, la perseguida

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por Talcual
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En la gira presidencial por Ciudad Juárez, entre micrófonos, reflectores y entrevistas de banqueta, la senadora morenista Andrea Chávez volvió a dejar claro que trae una fijación casi clínica con la gobernadora María Eugenia Campos. Lo suyo ya no parece política: es obsesión.

La escena fue de antología. Pregunta un reportero sobre un tema delicado, nada más y nada menos que sus presuntos vínculos con la famosa Barredora de Tabasco. Y ahí, la senadora, que siempre presume valentía y transparencia, aplicó la técnica milenaria del “sálvese quien pueda”: se dio la media vuelta, salió corriendo y, de paso, le echó la culpa a Maru Campos de estar detrás de esa “campaña negra”.

Porque claro, en el mundo de Andrea, todo lo malo que le pasa tiene nombre y apellido: María Eugenia. Si pierde un vuelo, es culpa de Maru. Si se le apaga el celular, Maru. Si llueve y se le arruina el peinado, también Maru.

Eso sí, cuando se trata de aclarar dudas serias, como lo de la Barredora, la senadora prefiere huir y victimizarse. No vaya a ser que dar explicaciones la saque de su papel estelar de perseguida política.

Al final, lo único que quedó claro es que Andrea Chávez no necesita adversarios. Con su fijación con la gobernadora y su habilidad para esquivar preguntas incómodas, ella solita se escribe el guion… y es de tragicomedia.

“Gobernar juntas”

JUNTAS GOBIERNAN

“Gobernar juntas” es, probablemente, la mejor frase que le he escuchado a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, tanto en campaña como en este primer año de gobierno.

El escenario fue Ciudad Juárez, durante la gira de La Transformación Avanza, donde la mandataria federal decidió lanzar un mensaje que, más allá de las filias y fobias, cayó en el lugar correcto: el bastión morenista de Chihuahua. Y lo dijo frente a quien lo tenía que decir: la gobernadora María Eugenia Campos Galván.

No fue un guiño menor. Fue un mensaje contundente para los detractores de la mandataria estatal dentro del propio partido oficial: ahí estaban la senadora Andrea Chávez, el senador Juan Carlos Loera y el alcalde Cruz Pérez Cuéllar. Y aunque el exsenador Javier Corral no asistió, también le alcanzó el eco de esas palabras presidenciales.

“Gobernar juntas” debería ser el deber ser de la política —sobre todo la gubernamental—. Significa entendimiento, coordinación y trabajo conjunto en busca del bien común. Dicho en términos simples: dejar de lado la grilla barata y enfocarse en lo que importa, la sociedad.

El reto, claro está, es pasar de la frase al hecho. Que no se quede en la narrativa discursiva ni en la cortesía política de ocasión. Porque si algo sobra en la política mexicana son los discursos grandilocuentes que terminan archivados en el cajón de lo olvidado.

Y mientras el gesto presidencial merece subrayarse, también resultan relevantes los anuncios sobre el nuevo hospital del ISSSTE y el mantenimiento de la red carretera federal en Chihuahua. Son compromisos que Sheinbaum hizo desde la campaña, también en Juárez, pero que, a más de un año de su gobierno, siguen sin materializarse.

El deseo, otra vez, es que ahora sí la Federación mire hacia Chihuahua, tras más de siete años de abandono. Que esta vez no todo quede en promesas y papel. Porque, como se decía en generaciones pasadas: de buenas voluntades está lleno el infierno.

Espaldarazo para Cruz Pérez Cuéllar durante visita Presidencial

A PASO FIRME!

Hay que decirlo: más allá del reconocimiento a la gobernadora Maru Campos, hubo otro nombre que no pasó inadvertido durante la gira presidencial en Ciudad Juárez. La presidenta Claudia Sheinbaum dio un espaldarazo al alcalde Cruz Pérez Cuéllar.

El gesto no es menor. En política, una mención presidencial equivale a una palomita en la boleta, y cuando la lista de aspirantes de Morena a la gubernatura de Chihuahua es tan larga, esa palomita cuenta, y mucho.

Sheinbaum se refirió directamente al alcalde, lo que en términos prácticos significa que lo traen en la mira —y no en el mal sentido—. Algunos lo verán como un simple acto de cortesía, pero lo cierto es que nada hubiera pasado si no lo hacía. O tal vez sí: mucho.

Mientras tanto, los otros aspirantes también se hicieron notar… o al menos lo intentaron. Juan Carlos Loera llegó con sus porras, nutridas y ruidosas, pese a que se pidió expresamente mantener el evento en calma. Loera insiste en volver a la pelea, pero la etiqueta de “candidato perdedor” lo persigue más que su propia sombra.

Y luego está Andrea Chávez, la senadora que parece desfondarse a la misma velocidad que su protector político, Adán Augusto López. Lo suyo va en caída libre, con el lastre de sus polémicas relaciones, desde La Barredora hasta los escándalos del huachicol fiscal. Ni las porras ni los reflectores alcanzan para maquillar ese desgaste.

Al final, el que salió mejor librado fue Cruz Pérez Cuéllar. Una sola mención bastó para dejar claro quién trae línea y quién sigue esperando turno. En la política de Morena, a veces no se necesita discurso, basta con una palabra de la presidenta.

 

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