El bienestar también es para los ricos

COMPARTE LA COLUMNA RAYOS Y CENTELLAS

por Talcual
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Resulta que el nuevo beneficiario de la Beca del Bienestar para Adultos Mayores —ese programa creado para proteger a quienes más lo necesitan— no es un campesino de la sierra ni una abuela que vive con la pensión mínima. No. Es nada menos que Gustavo Madero Muñoz, exsenador, expresidente nacional del PAN, empresario próspero y figura política de alto perfil.

Por supuesto, está en su derecho. La ley no discrimina, la Constitución lo respalda y el programa es universal. Pero una cosa es el derecho, y otra muy distinta, la decencia. Cuesta trabajo imaginar que un hombre con la posición económica, los contactos y la trayectoria de Madero esté urgido por unos cuantos pesos del Bienestar.

Y, aun así, ahí está: con su tarjeta en mano, sonriente para la foto, como si el mensaje fuera “yo también puedo”. Pues sí, puede. Pero, ¿debería?

En redes sociales, la imagen se volvió un espectáculo. Algunos aplaudieron su “coherencia institucional”, aunque la mayoría lo tachó de cínico. Porque, siendo honestos, hay algo profundamente torcido en ver a un empresario de su nivel —con historial de lucha contra los programas “populistas” del pasado— recibiendo ahora uno de ellos con gusto y orgullo.

La escena raya en lo absurdo. Es como imaginarlo haciendo fila en el IMSS para una consulta médica o reclamando una despensa de DICONSA. Tiene derecho, sí, pero el sentido común dicta otra cosa.

El episodio deja al descubierto una vieja contradicción mexicana: los programas sociales se diseñan “para todos”, pero en la práctica no todos los que pueden, deben. Y mientras los verdaderamente necesitados siguen peleando por un turno, los poderosos aprovechan los resquicios legales para colarse en el mismo beneficio.

El bienestar, al parecer, también envejece bien cuando se tiene apellido ilustre.

Chihuahua, entre burritos y encuestas 

Los números de la reciente encuesta de RUBRUM sobre las preferencias rumbo a la gubernatura de Chihuahua están más sabrosos que un burrito con asadero de Villa Ahumada. Porque sí, los datos dicen mucho, pero lo que se cocina detrás de ellos está todavía más condimentado.

Según el sondeo de octubre 2025, Morena encabeza la intención de voto con un 37%, un resultado que le sabe a gloria pero que no alcanza para destapar el champagne. En el otro lado del comal, el PAN aparece con 29%, todavía en la pelea y con ánimo de darle la vuelta al guiso. Pero lo que de verdad pone sabor es ese 18% de indecisos, los que todavía no saben si votar, anular o irse por unos burritos el día de la elección. Esos son los que pueden voltear la tortilla cuando menos se lo esperan los suspirantes.

Por el lado azul, Marco Bonilla sigue firme en la punta y deja a Daniela Álvarez, Gilberto Loya y Santiago de la Peña esperando turno en la banca. En Morena, Andrea Chávez ondea la bandera con 12 puntos arriba de Cruz Pérez Cuéllar, quien seguro ya afila estrategia, discurso y hasta meme para recortar distancia. Porque si algo ha demostrado el juarense, es que rendirse no figura en su menú.

En la alcaldía de Chihuahua, el PAN parece tener la sartén por el mango con un 48%. César Jáuregui se perfila como el gallo más plumaso, dejando atrás a Manque Granados y Rafa Loera, que apenas calientan el agua del caldo. En Morena, Marco Quezada asoma como la carta más visible, aunque Brenda Ríos y Miguel Riggs insisten en que todavía hay lugar en el gallinero.

César Jáuregui se perfila para la candidatura del PAN en la capital del Estado

Mientras tanto, en Ciudad Juárez, Morena se pasea con más de 22 puntos de ventaja sobre el PAN. Ahí, los nombres de Mayra Chávez, Filiberto Terrazas y Ana Carmen Estrada resuenan más fuerte que los tambores del desfile, mientras que los azules —Daniela Álvarez, Rogelio Loya y Ramón Galindo— tratan de hacer ruido y agitar el avispero.

Pero ojo, que las elecciones en Chihuahua nunca se ganan solo con encuestas. Detrás de los porcentajes hay cafés llenos de rumores, llamadas de madrugada y acuerdos que huelen más a chile pasado que a estrategia política. Como en un buen torneo de ajedrez de barrio, Alejandro Domínguez mueve piezas con paciencia, esperando un empate técnico que devuelva al PRI al mapa político, aunque sea de refilón.

Y mientras tanto, desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum sigue con su repertorio matutino: aplausos para los guindas, indirectas para los opositores y promesas que suenan a remix de lo ya escuchado.

Así que no se confíen. En Chihuahua, la política no es receta de cocina: tiene sazón, picante y más de un ingrediente sorpresa. Aquí, el que canta victoria antes de tiempo, termina, inevitablemente… cantando rancheras.

El PRI, buscando asiento en la nueva alianza

Oficinas del PRI en Juárez completamente solas

Aquí los viejos lobos de la grilla lo dicen sin rodeos y con un café cargado en la mano: la ruptura entre el PAN y el PRI dejó al tricolor como barco a la deriva. Lo que antes se vendía como una alianza estratégica “por el bien de Chihuahua”, hoy parece un divorcio anunciado, de esos en los que una parte se va con todo y la otra se queda viendo cómo empaca el otro sus votos.

La versión oficial apunta a que el rompimiento fue “por así convenir a los intereses políticos del PAN”. Claro, como si al Revolucionario Institucional le quedaran muchos intereses que proteger más allá de la nostalgia. La realidad es que Acción Nacional decidió soltar lastre, y el PRI terminó en calidad de paciente político desahuciado.

Y mientras en la capital algunos todavía hacen cuentas y dibujan escenarios imposibles, aquí en Juárez, Cruz Pérez Cuéllar y Alberto Reyes Rojas apenas si bostezaron ante la noticia. ¿Qué les puede importar si no se concreta una alianza con el PAN? Si al final, dentro de Morena ya tienen instalados a casi todos los priistas que quedaban en pie.

Ahí están los nombres: Fernando Martínez, Mireya Porras, Enrique Licón, el profesor Ever Ramos, Roberto Barraza, Jaime Flores, Fernando Rodríguez Giner, Jorge Gutiérrez Casas, Fernanda Ávalos (antes de mudarse al Verde), Karla Escalante (que ha pasado por más siglas que un partido mundialista), Jesús Manuel García Reyes, y la lista sigue. Incluso, de manera discreta, Adriana Fuentes y su grupo más cercano también se han ido acercando al proyecto guinda, aunque sin hacer mucho ruido.

Con semejante éxodo, ¿qué podría ofrecer Reyes Rojas a los panistas de esta frontera? ¿Un par de sillas vacías y un logo desteñido? La verdad es que el PRI juarense se quedó sin cuadros, sin estructura y, lo peor, sin narrativa. Su papel en la contienda parece limitarse a aplaudir desde lejos y esperar que alguien se apiade de su invitación al evento.

Mientras tanto, Morena sigue sumando y el PAN, aunque dolido, calcula que le conviene caminar solo antes que cargar con un socio en quiebra. El PRI, en cambio, anda buscando asiento en una mesa que ya no tiene lugar para él.

Y así, entre guiños, filtraciones y cafés cargados de resignación, los lobos de la grilla se carcajean: el viejo tricolor ya no pinta ni para partido, apenas para recuerdo.

 

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