La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no dio una orden. No hizo falta. Lo que pronunció en La Mañanera respecto al caso de la senadora Andrea Chávez Treviño fue una sugerencia, sí, pero con el peso de una directriz incuestionable. En política, más aún en la política de Morena, hay palabras que se obedecen incluso antes de entenderlas. Y cuando vienen desde Palacio Nacional, no se discuten. Se acatan.
El llamado a revisar el comportamiento de la joven senadora, quien ha protagonizado una campaña ostentosa y agresiva, va más allá de un simple “llamado a cuentas”. Es una advertencia, una señal de que la nueva inquilina del poder no tolerará juegos dobles ni lealtades divididas, sobre todo cuando se trata de los llamados “rebeldes” dentro del movimiento.
Porque sí, el mensaje, cuidadosamente redactado, pero políticamente brutal, no fue solo para Andrea. El destinatario principal fue su protector político: Adán Augusto López Hernández. Y con él, la artillería retórica también tocó al experimentado Ricardo Monreal Ávila, desde su presidencia del Congreso, y al presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, a quien Sheinbaum ha tolerado con pinzas, pese a su estilo desalineado y su pose de intelectual incómodo.
La presidenta no olvida. Recuerda con precisión quirúrgica cómo le votaron en contra la reforma sobre el nepotismo, y cómo algunos de los suyos la dejaron sola, incluso en actos simbólicos que debieron haber mostrado unidad, como aquella fotografía antes del mitin antitrumpista. El mensaje de fondo es claro: la disciplina se impone o se paga el costo.

Andrea Chávez en proselitismo político abiertos
Y es que, en Morena, donde la narrativa se construye a diario con la palabra “ética” y la bandera de la regeneración moral, se ha vuelto común que los hechos contradigan el discurso. Por eso el comentario presidencial incomoda. Porque insinúa que hay quienes juegan con reglas propias, protegidos por padrinazgos que ya no tienen el mismo peso que en sexenios anteriores.
Andrea Chávez, con recursos ilimitados y ambición desbordada, se convirtió en blanco fácil. Se puso “de pechito”, como se dice en el norte. Y aunque sus adversarios internos la esperan desde hace tiempo, esta vez es la presidenta quien les da permiso —o más bien la orden implícita— de actuar.
Ahora toca ver si el liderazgo de Adán Augusto sobrevive a esta tormenta o si, como ya sospechan algunos en los pasillos del poder, su estrella empieza a apagarse. En este juego de ajedrez político, las fichas se mueven desde varios tableros, pero el jaque mate por el momento (No por mucho), se sigue cocinando en un solo sitio: el rancho de López Obrador, La Chingada.
Daniela “Poniendo el cascabel al felino”

Daniela puso el cascabel
La que no se tentó el corazón y se fue directo a la yugular fue la dirigente estatal del PAN, Daniela Álvarez, fue ella quien alzó la voz y destapó la cloaca: ambulancias usadas para fines políticos, con la imagen de la senadora morenista Andrea Chávez por todos lados. Nada nuevo bajo el sol, dirán algunos, pero esta vez el tema llegó hasta Palacio Nacional.
Y sí, fue la propia presidenta Claudia Sheinbaum quien, en plena mañanera, jaló orejas, dejando entrever que el uso de recursos con fines electorales ya no será tolerado… al menos no tan descaradamente. ¿Casualidad? Para nada. La panista se anotó el punto y no lo soltó.
Ahora, Andreita —como ya la llaman algunos en tono irónico—, no tuvo de otra que aceptar que regresará las entradas y acatará la indicación presidencial. Eso sí, durante la sesión en el Senado prefirió guardar silencio, evadiendo a los medios como si se tratara de una carrera de obstáculos.

La senadora Andrea chávez
Y mientras una se deslinda y otra presume la victoria moral, ya se mueven las fichas del tablero 2027. Por un lado, Daniela Álvarez fortalece su imagen como aguerrida opositora. Por el otro, en Morena, figuras como el presidente municipal de Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, siguen calentando motores para lo que será una de las contiendas más intensas por la gubernatura.
¿Esto fue sólo el primer round? Muy probablemente. Lo cierto es que alguien ya puso el cascabel al gato… y eso, en política, no es poca cosa.
“Gritar para que escuchen los del IMSS”

FOTO DEL DIARIO DE JUÁREZ
Hoy, el silencio institucional será sacudido por las voces de protesta que saldrán desde la Clínica 66 del IMSS en Ciudad Juárez. La muerte reciente de un enfermero de la Clínica 6 fue la gota que derramó el vaso. Cansados del olvido, decenas de trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social dejarán por unas horas los pasillos de consulta y las áreas de urgencias para tomar las calles y exigir lo más básico: protección para poder salvar vidas… sin perder las propias.
La exigencia no es nueva, pero sí cada vez más urgente. Desde hace meses han entregado pliegos petitorios al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud. Lo que piden no es lujo ni privilegio: cubrebocas, guantes, googles, equipo que debería estar garantizado por protocolo, no por protesta. La respuesta ha sido la indiferencia, como si fueran invisibles los riesgos que enfrentan todos los días.
Y mientras en los discursos oficiales se presume que “ya pasó la pandemia”, en las clínicas los trabajadores saben la verdad. La Influenza y el Covid-19 siguen rondando, siguen contagiando, siguen matando. Hoy son tres las vidas del sector salud que se han apagado recientemente. ¿Cuántas más se necesitan para que se actúe?
Esta manifestación no es política, es de supervivencia. No es una queja, es un grito de auxilio. Son los que han estado en la primera línea de batalla durante los momentos más duros de la emergencia sanitaria, y aún hoy siguen atendiendo pacientes con síntomas de enfermedades respiratorias, sin el respaldo adecuado de quienes toman decisiones desde una oficina con aire acondicionado.
¿Hasta cuándo se les va a escuchar? ¿Hasta que la estadística siga creciendo? Hoy los trabajadores del IMSS hacen algo que no deberían tener que hacer: dejar su labor para exigir condiciones mínimas para ejercerla. Es momento de que las autoridades escuchen, no solo cuando hay muertos, sino antes de que los haya.