Por Rafael Navarro
La enigmática dama, que operó desde la ‘tienda americana’, ubicada en el Kilómetro 27 de la carretera a Nuevo Casas Grandes era, aparte de enérgica y categórica, fría al momento de negociar el pago por los votos a favor de los candidatos de Morena, en la pasada elección judicial.
De “acuerdo al sapo era la pedrada”, pero la pedrada alcanzó hasta los mil pesos porque los votantes se negaban a acudir a las urnas por miserables $300 pesos o una despensa cotizada en $400.
A la lideresa de los kilómetros la conocen como ‘La Patrona’. Según sus detractores posee una flotilla de ‘Ubers’ -piratas, por supuesto- y no menos de media docena casas en renta. Ha acumulado terrenos y vehículos como trueque por la venta de lotes urbanos que se desocupan o decomisan en alguno de las colonias del sur poniente.
Ella misma cuenta que sus trabajos políticos -a favor de Morena- le permiten ciertos lujos sociales. En los recorridos por la extensa zona donde se asientan varias colonias de la región territorial conocida como ‘Los Kilómetros’, presume que tiene “agarrados de los huevos” a los políticos morenistas que piden movilizaciones y ordenan fechorías electorales, como la del domingo pasado.

Ubers piratas
Ha viajado en camiones especiales a la Ciudad de México, en cinco ocasiones; a la ciudad de Chihuahua, por lo menos 10 veces. Siempre lleva dinero morenista en sus alforjas y es quien se encarga de la movilización, de los acarreados, del hospedaje y de la comida.
Ella conoce los recovecos de la organización política morenista, el partido donde militan los que “no roban, no mienten y no traicionan”.
Ha estado en las casas de seguridad y en las oficinas privadas (que regularmente son viviendas) donde se guarda el dinero de dudosa procedencia; sabe las claves que se utilizan por teléfono para evitar filtraciones.
Sin lugar a dudas, la Patrona, tiene razón: “los tiene agarrados de los huevos”. La mujer es fiel a sus convicciones. Por lo pronto dice que no hablará, porque “confrontar es mendigar después”, reconoce la doña quien lastimeramente vivió un periodo de vida y no tenía ni para comer…ahora, vive los momentos más prósperos en su mapachil existencia.
Recuerda los tiempos de Teto Murguía. Los apoyos que llegaban, las veces en que el finado ingeniero la sacó de problemas económicos graves. “Eran otros tiempos”, reconoce. Ahora es mejor. El dinero cae, en efectivo, y se lo llevan hasta la puerta de su casa. No batalla por nada.
El domingo de las elecciones del poder judicial, la pude identificar sin necesidad de preguntar por ella. De figura regordeta, ese día llevaba un conjunto deportivo guinda, el color inconfundible del partido Morena. Utilizaba una visera negra, unos lentes oscuros y un maletín ‘sobaquero’.
“¿Viene por los mil pesos?”, le preguntó a una señora que jadeaba por el intenso calor y que se cubría con una sombrilla a la que le faltaba un pedazo de tela. La atribulada mujer no supo qué contestar.
La activista se limpió el sudor que le corría por las sienes, por los cachetes y por el prominente bigote negro, prófugo de los cientos de negocios de ‘Barber Shop’ que abundan en Ciudad Juárez.
“¿Cómo está eso?”, respondió la señora de la sombrilla rota. Estaba medio apendejada o, posiblemente, apendejada completa por el sol y la confusión.
Alguien le dijo que le iban a dar mil pesos por haber votado con el acordeón que repartió Morena y se fue rápido hasta la tienda americana.
Frente a la patrona, la sedienta mujer se escuchó turbada, asustada, ingenua. No eran los mil pesos, era la confirmación del delito electoral y del marranero en el que ha caído Morena y sus huestes.
Los que fuimos testigos, pudimos observar un poquito del intrincado camino del dinero sucio que enjuaga las manos de los pobres; observamos a los promotores del fraude electoral que aprovechan la circunstancia social para obtener votos, para manipular elecciones y cautivar a personas que tienen un deseo inmediato de salir de jodidos y en esa manifiesta jodidez, entrarle a un juego político redituable, efímero.
Frente a este fenómeno, el concepto de la democracia que muchos anidan en su consciencia se derrumba frente a una realidad que rebasa el entendimiento ordinario.
La pregunta inmediata que se viene a la mente es ¿de dónde salen esas carretadas de dinero que se reparten a diestra y siniestra por toda la ciudad?
El descaro toma forma de partido y de gobierno. Un papel pinchurriento, mugroso, con un número y una firma de un ladrón y seguramente un pendejete funcionario municipal, es el talón de cobro por una despensa, de una prebenda -la que sea, una despensa, unas láminas, papel para techo, cemento- o una cantidad de dinero.
Aquel domingo lo pude comprobar frente a un pedorro negocio que vende frituras americanas; o pañales de ínfima calidad que cuando el niño se mea o hace del dos, el desecho corporal forma una bola descomunal en las nalgas mostrando la ínfima calidad del producto chino.
Afuera del negocio un anuncio: “Se venden productos americanos”. Por eso le llaman la ‘tienda americana’, pero si nos vamos a las realidad, ese día sus estantes estaban desiertos porque la gente de Morena mandó comprar cuanta chuchería estaba disponible y los refrescos de marca como Coca-Cola y Pepsi; con esa comida chatarra alimentó al ejército de ‘ratones locos’ que escribieron sobre las boletas los números dictados en los miles de acordeones que se repartieron para la elección judicial.
Y allí, en plena vía pública, el fraude, la mentira, la codicia, la señora bigotona haciendo gala de su poder. Y muy cerca de ella, en una camioneta Bronco de la década de los noventas, un hombre joven, una niña y un señor, del mismo ‘size’ que doña bigotes, la cuidan y acatan sus órdenes.
Los ocupantes de la ‘bronquito’ miraban atentos los movimientos de la patrona y las características de los ciudadanos que iban llegando, poco a poco, a recibir su pago.
Todos con la ilusión de obtener mil pesos, producto de la obediencia ciega, no a una ideología, sino a los billetes que ordena repartir el gobierno federal para lograr que sus candidatos arrebaten para la causa morenista el poder judicial entero, como realmente ocurrió.
A cambio, se inyectó recurso sucio, proveniente de la corrupción, a la miseria de los habitantes de los kilómetros; permeó el dinero que facilitó el día a los ciudadanos del sector que no tienen agua potable, ni alcantarillado, ni pavimento, pero que durante unas horas podrán gozar de mil pesos y, posiblemente, comer algo digno.
Tan solo era aguantar a doña bigotes que, con energía, pedía a los ciudadanos que recién habían votado que “mostraran su dedo pulgar”. Rectifico: no pedía, ordenaba con una sutil dureza, como lo hacen los poderosos, que mostraran el manchón de tinta indeleble.
Seguramente, allí se cumplió la premisa “del que parte y comparte se queda con la mayor parte”. Como siempre, los líderes rapaces, al servicio del poder en turno rasguñando para su causa los fajos de billetes de 100, 200, 500 y mil pesos que se entregaron en bolsas estratégicamente adaptadas.
En términos generales, el dinero es lo que menos importaba en ese momento. El asunto era otro: lograr los propósitos electorales del poder en turno.
Mostrar el dedo gordo, cubierto la famosa tinta indeleble producida en el Instituto Politécnico Nacional, era el primer paso de ese pago ilegítimo, delincuencial, pero no hay problema: todos están a tono para que no pase nada.
Pero la patrona no está muy convencida del entintado de estas elecciones. “Pinche tinta cada vez está peor, apenas se nota”, se queja, porque todos los que han acudido por su pago presentaban el mismo problema: una tinta miserable, apenas visible….
Esa tarde, doña bigotes tenía calor y prisa. La fila se hacía cada vez más extensa y las condiciones eran difíciles de sobrellevar con los teléfonos marca patito que se posaron frente el rostro sudado de la patrona.
Su voz gruesa y tronante preguntaba a los votantes: “¿Les dieron instrucciones de cómo queríamos la fotografía de las boletas?” Y la verdad, nadie había sido instruido, solo les indicaron que tomaran una foto donde se viera una o dos boletas marcadas con el acordeón Morenista.
En la mayoría de los casos la fotografía era difusa y solo mostraba los manojos de boletas electorales (la nacional y la estatal) con los números de los candidatos a jueces y magistrados; con eso bastaba.
La patrona seguía el ritual de la verificación. De alguna manera intimidaba a los votantes y les advertía que las anotaciones en las boletas electorales deberían ser “idénticas” al acordeón que repartieron previamente.
Y allí, bajo el sol quemante, en plena carretera, deambulaban entre mano y mano las ‘guías electorales’ (así le llamaban más elegantemente) con las que se cotejaban las boletas electorales.
El librito, efectivamente, era en formar de acordeón.
Un hombre de la tercera edad reconoció que a la guía y a las boletas “no les entendió ni madre”. En su mente estaban los mil pesos por eso se prestó al acarreo y a la venta de su voto.
Doña bigotes tenía sus dudas en la elección de las fotos borrosas, mal tomadas y de pésima calidad que le mostraban los interlocutores.
Explotó con la foto que aparecía en el celular de un hombre de la tercera edad que acudió por sus mil pesos. Pero había que recompensar el esfuerzo, pese a las dudas.
La patrona levantó la ceja en ordenanza directa al hombre mayor que estaba en la ‘bronquito’ que, inmediatamente, se preparó para pagar su recompensa al hombre votante. Así de fácil.
Con dificultad, el ‘tercera edad’ se acercó a la camioneta. Del interior salió una mano, se extendió hasta aquel miserable hombre y le entregó dos billetes de 500 pesos que, en forma extraña, estaban muy húmedos.
El pagador se disculpó. Le hizo saber que “el muchacho pendejo que venía con ellos” los había mojado al derramar una botella que contenía agua.
Luego pasó un hombre joven, que también recibió billetes mojados y la explicación del “muchacho pendejo”.
La fila de solicitantes casi completaba las quince personas. El sol era abrazador y la bigotona seguía checando a los votantes y levantando la ceja para que el pagador hiciera su trabajo.
La patrona estaba feliz, como si se hubiera sacado la Lotería Nacional. Frente al que escribe su comentario fue acomedido, lleno de gratitud y con un razonamiento pragmático y real: “en Morena lo que sobra es dinero…”
El problema no es que sobre dinero, el real problema es ¿de dónde llegan esas carretadas de dinero con el que se compran elecciones?