Como si se hubiera tropezado con una copia olvidada de los principios de la 4T, la senadora de Morena Andrea Chávez Treviño logró lo impensable: despertó del prolongado sueño de laureles a su propio partido. Y no fue cualquier siesta, fue una de esas con pijama de seda, aire acondicionado y escoltas esperando afuera.
La resaca de la victoria de 2024 aún les duraba, y estaban tan mareados de poder que olvidaron que “primero es el pueblo, y sin el pueblo nada”. Afortunadamente, la presidenta Claudia Sheinbaum tuvo que sacar la regla (de esas de madera que duelen) y recordarles la lección con una cartita amable pero firme… una de esas que empieza como sugerencia y termina como decreto.
En la sesión del Consejo Nacional, Morena redescubrió los valores republicanos. ¡Aleluya! Se prohibieron espectaculares, camionetas blindadas, escoltas de más, y la promoción personal pagada con dinero público o privado (que da lo mismo si todo viene del mismo cochinito). O sea, adiós a la campaña permanente con pretexto de informe legislativo.
Fue un mensaje directo para la senadora de Chihuahua, pero también un guiño nada discreto a otros adelantados que andan más acelerados que el precio del limón. Entre líneas se leyó de todo: desde “bájenle a la faramalla” hasta “acuérdense que esto no es un reality show, es una república”.
Y en la misma línea de austeridad franciscana deluxe, se llamó a evitar el nepotismo, los excesos y el “turismo legislativo”. Ya saben, esos viajecitos de Noroña con escala en la revolución bolivariana, o los vuelos en helicóptero privado del muy humilde Ricardo Monreal, que parece que confunde la Cámara de Diputados con una suite ejecutiva.
Incluso se aprobó la Ley Contra el Nepotismo… ¡pero a partir de 2027! Qué considerados: todavía quedan dos años para acomodar a los primos, compadres y “asesores” de confianza. Morena se dio una cachetada con guante blanco, pero eso sí, con calendario en mano.
En materia electoral, el partido anunció que a fin de año habrá reglas claras, valores éticos y demás ornamentos discursivos para la militancia. O sea, lo de siempre: prometer que ahora sí se van a portar bien, pero sin dejar de mirar de reojo el botín político.
El llamado fue a la unidad, porque ya sabemos que la “derecha voraz” viene por todo… y no se vale que sólo ellos sean los que estrenen camionetas de lujo.
Ojalá estos buenos deseos no se queden en discurso. Sería bonito ver a Andy López Beltrán cambiando su penthouse por una vivienda Infonavit, o a Rocío Nahle donando sus departamentos gringos para que se construya una unidad habitacional con nombre revolucionario: “Fraccionamiento Honestidad Valiente”.
Pero bueno, uno sólo es pueblo bueno… y con suerte, algo crédulo.
Andrea Chávez y la nueva política… de siempre

ANDREA CHÁVEZ SIGUE CON EL PROSELITISMO POLÍTICO
La senadora Andrea Chávez sigue de gira por Chihuahua, como quien no quiere la cosa. Su “actividad legislativa” se ha convertido en una especie de precampaña discreta, de esas que no necesitan anuncios espectaculares porque ya tienen micrófono permanente y redes sociales hiperactivas. La diferencia con su etapa anterior es que ahora, digamos… hace como que no es campaña, aunque todos sabemos que lo es. Cosas de la nueva moral pública.
Andrea es la carta joven del régimen, el relevo generacional del obradorismo —ahora rebautizado por sus fieles como la Segunda Parte de la Cuarta Transformación, o 2P de la 4T—. Un régimen que presume continuidad, juventud y pureza ideológica, pero que ya comienza a mostrar los vicios de los que tanto se burlaba. Si no queda como candidata a gobernadora, no se preocupen por ella: algún hueso bien remunerado habrá, porque aquí nadie se queda sin chamba.
Y es que en este nuevo régimen los corruptos no se castigan, se reciclan. Para muestra, un Garduño: Francisco Garduño, titular del Instituto Nacional de Migración, sigue tan campante tras la tragedia en Ciudad Juárez. Porque en la 4T no hay castigos, hay impunidad con discurso de redención.
Al menos el PRIAN tenía la decencia de traicionarse entre ellos. A veces mandaban a los suyos a la cárcel, por salud del sistema o por venganza de grupo. Desde Plutarco Elías Calles (desterrado por Lázaro Cárdenas), pasando por Jorge Díaz Serrano (exdirector de Pemex, preso por corrupción), Gutiérrez Rebollo (el “zar antidrogas” atrapado con las manos en la coca), hasta los Duarte (el de Veracruz y el de Chihuahua), que hoy son sinónimo de cinismo con traje.
Algunos fueron a prisión, otros a la banca eterna, y varios terminaron como apestados del sistema, sin invitación a las posadas ni a las listas pluris. Pero en la 4T no hay exilios ni castigos: todo se resuelve con un “fue un error administrativo” o con una mañanera donde se les lava la cara con agua bendita de Palacio.
Lo curioso es que algunas precampañas actuales ya huelen. Huelen a dinero de dudoso origen, a fondos públicos disfrazados de “donativos”, a espectaculares financiados por amigos generosos… en resumen, a lo de siempre, pero con un nuevo discurso. Y como dice la canción ranchera: “Aquí todo sigue igual, aquí no hay novedad”.
Esa es la magia de la 4T: prometer un nuevo régimen mientras repiten el libreto del viejo PRI, pero con redes sociales y hashtags en lugar de credenciales del partido.
Y mientras tanto, Andrea sigue en campaña. Perdón, en gira legislativa.
Campoy se mueve… y no precisamente en camión oficial

PRONTO VIENE EL RELEVO EN LA SECCIÓN 42
En la Escuela de Trabajo Social del Estado de Chihuahua ya no se habla solo de teoría crítica ni de intervención comunitaria: ahora también se habla de movimientos estratégicos, cafés entre pasillos y saludos con doble intención. El protagonista de este nuevo episodio sindical es el profesor Martín Campoy Zamorano, quien anda más activo que agenda de campaña adelantada.
Campoy, actual director de la escuela, no se anda con rodeos. Va por la Secretaría General de la Sección 42 del Sindicato de Trabajadores de la Educación, que se renovará el próximo año, y lo hace sin esconder el brazo ni la mano. Ya lo vieron por varios municipios del estado, en lo que oficialmente podrían ser “visitas académicas”, pero en realidad son algo mucho más interesante: un termómetro electoral y sindical.
Lo cierto es que la base ya huele a cambio, y no a perfume barato. Están hartos del actual dirigente, apodado con mucho cariño (y bastante precisión) como “La Marrana” Quiroz, cuyo legado podría resumirse en tres palabras: inercia, opacidad y… ¿cómo olvidarlo? desdén.
Campoy, por otro lado, llega con algo que no es tan fácil de encontrar en estos tiempos: una hoja limpia con los grupos disidentes. No trae rencores heredados, ni pleitos arrastrados, ni fantasmas en la mochila. Y eso, en la política sindical, es prácticamente como tener superpoderes. No es lo mismo negociar con los contrarios que tener que pedir disculpas por las traiciones de tu antecesor.
Lo más interesante es que no parece tener miedo a levantar la voz por su gremio. Y eso ya lo pone en ventaja sobre quien hoy ocupa la silla sindical, que más que liderazgo ha demostrado talento para ausentarse de las broncas importantes y aparecer solo para las fotos de protocolo.
¿Continuidad? Ni por error. Campoy no viene a limpiar la cara del proyecto de Quiroz, sino a sepultarlo con tierra sindical fresca. Quiere arrancar de cero, con una carta nueva, sin deudas políticas ni compromisos oscuros (al menos por ahora, que es cuando todo mundo promete santidad).
Aún falta para que se abran formalmente los tiempos, pero los dados ya están girando y algunos nombres ya suenan fuerte. Martín Campoy Zamorano es uno de ellos. Y mientras otros siguen jugando al escondite o a la diplomacia tibia, él se mueve. ¿Será el bueno? El tiempo y las urnas (sindicales, claro) lo dirán.


