Por: Daniel Valles.
La sociedad juarense ya no puede darse el lujo de la incredulidad. Tampoco del silencio. Lo que parecía una tormenta aislada, se ha convertido en una herida estructural: una red de casos de abuso sexual infantil cometidos dentro de guarderías, confirmada, judicializada y documentada por las propias autoridades correspondientes.
Ya no hablamos de rumores, ni de escándalos mediáticos. Hablamos de carpetas de investigación, de órdenes de aprehensión cumplidas, de testimonios coincidentes y de menores de entre 2 y 4 años que señalan el mismo lugar: las guarderías.
Los datos que ya nadie puede ignorar
Hasta el 20 de abril de 2025, se han abierto más de 70 carpetas de investigación por agresiones sexuales ocurridas en al menos cinco guarderías de Ciudad Juárez. Entre las más señaladas están:
– Guardería A: 34 carpetas y cuatro cateos.
– Guardería B: 15 carpetas y tres cateos.
– Guardería C: 2 carpetas, una judicializada.
– Guardería D: 2 carpetas, una vinculada a proceso.
– Guardería E: 19 carpetas, dos remitidas a la FGR.
Cinco personas están ya detenidas. Tres de ellas, mujeres. Hay más órdenes pendientes. Las agresiones —según los informes médicos— incluyen penetración digital. Esto ya no es un “posible abuso”. Es una crisis de derechos humanos.
¿Dónde estuvo el error?
El IMSS ha seguido los protocolos: suspensiones inmediatas, reubicación de menores, trabajo conjunto con las autoridades correspondientes. Pero cuando un protocolo se activa después del daño, ya no es prevención: es contención.
Las certificaciones, los cursos, los manuales… todo eso falló ante lo más básico: la protección de la infancia. Se necesita una auditoría profunda, pública y externa. Un rediseño completo del sistema preventivo.
El silencio no fue prudencia, fue negligencia
Durante semanas, a los padres se les comunicaron “cierres temporales” sin mayores detalles. No se les dijo que una carpeta ya estaba en marcha. No se explicó que los cateos eran por abuso sexual agravado.
Tal vez por miedo, tal vez por protocolo. Pero ese silencio, aunque legal, fue inaceptable.
No es momento de pánico, es momento de pensamiento crítico
Sí, el horror es real. Sí, la rabia es legítima. Pero no caigamos ahora en la narrativa del caos total. No todas las guarderías fallaron. No todos los trabajadores son culpables.
Este momento exige algo más difícil que gritar: pensar.
– Pensar cómo proteger sin criminalizar.
– Pensar cómo prevenir sin destruir el cuidado infantil como sistema.
– Pensar cómo legislar sin usar el dolor como espectáculo.
Lo que sigue
Esto no se soluciona con indignación viral ni con castigos ejemplares que no previenen el próximo caso. Se necesita:
– Supervisión constante, aleatoria y externa.
– Evaluaciones psicológicas continuas, no solo al ingresar.
– Participación activa de madres y padres en los centros.
– Reformas legislativas con enfoque en prevención y justicia.
La inocencia sí fue rota. Y lo fue en plural.
No hay castigo suficiente para quien abusa de un niño. Pero sí hay una obligación colectiva: que esta ciudad, esta generación, nunca más deje que la confianza sea traicionada por el descuido, la opacidad o la omisión.
La infancia necesita justicia. Pero también necesita verdad, transparencia y una ciudadanía que actúe. Ahí el Meollo del Asunto